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Relaciones internacionales.indb - HOMINES

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ERNESTO SÁBATO<br />

siendo envilecido.<br />

Los jóvenes artistas deben ante todo evitar el querer publicar y exponer<br />

a toda prisa, en un afán de juntar palabras.<br />

Como dijo Claudel, no fueron las palabras las que hicieron “La Odisea”,<br />

sino “La Odisea” quien hizo las palabras. La perversión del lenguaje<br />

es uno de los graves peligros que expone al hombre a lo inhumano.<br />

El vértigo y la presión con que vive el hombre en la actualidad, tiranizado<br />

por acontecimientos extremos que lo ponen frente a situaciones<br />

límites de su existencia, puede ser cobijado por una literatura que le<br />

responda a necesidades muy profundas, como la soledad, el absurdo, la<br />

esperanza y la muerte.<br />

En ese sentido, los escritores, más que una función pedagógica, tienen<br />

un deber ético con las sociedades. Su palabra debe semejar a esas zanjas<br />

destinadas a hacer correr las aguas senegosas, realizando, así, una tarea<br />

de saneamiento que ponga fin a tanta falsificación y a toda una semántica<br />

de la demagogia.<br />

Tolstoy y Dostoievski eran considerados la conciencia del pueblo ruso;<br />

y cuando los escritores no asumían esa tarea, como en algún momento<br />

Turgeniev, fueron duramente recriminados. Sade sostuvo, con razón, que<br />

un verdadero escritor no debería permitir nunca que el crimen y la impunidad<br />

se muestren con otros colores que no sean los del infierno.<br />

Cuando lo real es la destrucción y el caos, el arte debe ayudar a la<br />

construcción de una nueva fe, de una débil pero genuina esperanza. Porque<br />

si bien es cierto que la soledad, el absurdo y la muerte son temas permanentes<br />

de nuestra condición, la gran crisis que actualmente atravesamos<br />

ha llevado a que estos mismos temas adquieran hoy su más terrible y<br />

descarnada vigencia.<br />

Tal el materialismo imperante en nuestros días que, generalmente, los<br />

políticos y economistas, que tienen en sus manos el destino de las naciones,<br />

suelen desestimar el peso estricto que la cultura posee para la vida<br />

real de una nación. Como ustedes, como la amplia mayoría de los que se<br />

encuentran aquí reunidos, pienso que de ninguna manera es así.<br />

El amargo presente al que nos enfrentamos, exige que nuestras palabras,<br />

nuestros gestos, nuestras obras se consagren, como verdadero<br />

cumplimiento de nuestra vocación, a expresar la angustia, el peligro, la<br />

incertidumbre, pero también la esperanza, y el coraje de una humanidad<br />

que se resiste a desaparecer.<br />

En medio de esta tremenda situación, la misión del artista no debe<br />

degenerar en un esteticismo inhumano, sino en un compromiso ético que<br />

lo lleve a expresar el desgarro de miles de hombres y mujeres cuyas vidas<br />

han sido reducidas al silencio a través de las armas, la violencia y la<br />

exclusión.<br />

En esta sociedad que exalta y preconiza la banalidad, la competencia<br />

• <strong>HOMINES</strong> • Vol. XX, Núm. x - xxxxx de 2005 133

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