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Relaciones internacionales.indb - HOMINES

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IVETTE ROMERO-CESAREO<br />

esfera, su rol religioso y su afiliación con el cabildo arará le proveen un<br />

título que le es negado en el orden social hegemónico. Esto le otorga a<br />

Granados cierto grado de protección y asegura su aceptación en algunos<br />

círculos.<br />

La religiosidad de la mujer negra sobresale en las obras de ambas<br />

narradoras, Granados y Alonso, como el aspecto que más marca sus trayectorias.<br />

En el caso de Alonso, se destaca el agradecimiento de ésta de<br />

haber sido incluida en los rituales santeros, de haber sido expuesta a los<br />

tambores, de haber podido bailar, aprender y compartir con Namuní su<br />

vida religiosa. Dice Alonso: “Fue de su mano que acudí desde pequeña a<br />

los toques de tambor. Aprendí a estimar y conocer los ritmos litúrgicos o<br />

festivos de los cueros ancestrales traídos de la lejana África por el dolor de<br />

hombres negros” (79). De nuevo, en el caso de Granados, se hace difícil<br />

interpretar lo que siente frente a esa misma religiosidad que tanto admira<br />

en Ninina. Al morir Ninina, los compañeros de cabildo escogen a Pepilla<br />

como heredera de sus atributos y collares de santería; ella pasaría a ser<br />

reina del cabildo:<br />

Allí, de pie junto a su cabecera, pusieron mi frente sobre la de ella y<br />

pasaron a mi cuello todos sus collares, atributos y manillas de plata, que<br />

eran ocho —estas manillas de plata constituían el símbolo de Obatalá.<br />

En la mano izquierda me colocaron la insignia de Orula, y así quedé<br />

convertida, después de muchos cantos y ceremonias, que duraron más<br />

de seis horas, en la hija blanca de la reina africana Regina Olaneta. (60)<br />

Le entregan todos los collares y atributos de Ninina envueltos en un paño,<br />

acto que, bajo otras circunstancias, le asegurarían la supervivencia, la protección<br />

y el respeto a la joven Pepilla, por lo menos en ciertos círculos.<br />

Granados enfatiza la importancia de esta otorgación de poder, ya que<br />

ella misma podría entonces tomar el lugar de Ninina en el cabildo, pero<br />

aprende, a muy temprana edad, que los marcos de poder son relativos.<br />

Ya para el 1895, había estallado la guerra y esa misma noche, entran las<br />

fuerzas insurrectas al pueblo: “Cuando comenzó el tiroteo, todos los vecinos<br />

corrieron al foso; no cabía uno más. Nadie se acordó de mí, la reina<br />

blanca del cabildo. Yo me senté debajo del banco donde estaba mi muerta.<br />

[...] Desde ese lugar vi quemarse casi todo el pueblo” (61). Debido a los<br />

estragos de la guerra, a Pepilla se le hace difícil encontrar albergue a pesar<br />

de su nuevo título y vaga por los campos empezando así su trayectoria<br />

personal y política sin Ninina.<br />

Ambas narradoras, Granados y Alonso, llegan a su vejez sin olvidar<br />

a las figuras centrales que marcaron su aprendizaje y sus ideales. Aunque<br />

en sus textos las dos proclamen su ferviente admiración y respeto por héroes<br />

masculinos que se destacan históricamente, como José Martí y Fidel<br />

Castro, son las figuras maternales de Namuní y Ninina, las que perduran<br />

• <strong>HOMINES</strong> • Vol. XX, Núm. x - xxxxx de 2005 337

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