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del aprendizaje

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Principio clave número 1: Los estudiantes<br />

están más motivados cuando se sienten<br />

competentes para hacer lo que se espera<br />

de ellos<br />

Numerosos estudios han señalado que los<br />

estudiantes que piensan que tienen lo necesario<br />

para realizar tareas específicas en una asignatura<br />

(eficacia elevada) elegirán problemas más difíciles,<br />

se esforzarán más, serán más persistentes y se<br />

inscribirán a cursos que no sean obligatorios<br />

(Pintrich y Schunk, 1996; Schunk y Pajares, 2004;<br />

Wigfield y Eccles, 2002). La confianza en uno mismo<br />

y en la propia eficacia, así como las expectativas<br />

de éxito, se vinculan positiva y coherentemente a<br />

los resultados positivos, como memorizar mejor<br />

el material aprendido, usar mejor las estrategias<br />

y obtener mejores notas en el <strong>aprendizaje</strong> de<br />

la lengua materna y las matemáticas. Estas<br />

creencias pueden predecir las calificaciones mejor<br />

incluso que las calificaciones que obtuvieron<br />

anteriormente en la misma asignatura.<br />

Wigfield y Eccles (2002) descubrieron que el sentido<br />

de competencia de los estudiantes se vuelve<br />

más diferenciado y generalmente disminuye conforme<br />

avanzan en la educación primaria: los niños<br />

de más edad se comparan más a menudo con sus<br />

pares y se van acostumbrando a los procedimientos<br />

de calificación y evaluación. Los estudiantes<br />

con buenos resultados utilizan esta información<br />

para incrementar su sentido de la propia eficacia<br />

y sus expectativas, y aumentar al mismo tiempo<br />

el valor ligado a las tareas de <strong>aprendizaje</strong>; por el<br />

contrario, las creencias motivacionales de los estudiantes<br />

que fracasan disminuyen sin que comprendan<br />

por qué.<br />

Los estudiantes cuyas valoraciones están bien<br />

calibradas, es decir, conforme al desempeño real,<br />

son mucho más eficaces en el <strong>aprendizaje</strong> autorregulado<br />

(Winne y Jamieson-Noel, 2002). Poseen<br />

una información más exacta sobre cómo controlar<br />

su desempeño y saben dirigir o cambiar la dirección<br />

de su <strong>aprendizaje</strong> para mejorar su rendimiento.<br />

Los estudiantes que calibran mal sobrestiman<br />

o subestiman su desempeño (Schunk y Pajares,<br />

2004), se sienten inseguros y tienden a adoptar,<br />

sin criterio alguno, los puntos de vista y las soluciones<br />

de los demás (Efklides, 2006). Estos estudiantes<br />

pueden también ser reacios a intentar,<br />

lo cual retrasa la adquisición de capacidades. Por<br />

el contrario, los estudiantes que confían demasiado<br />

en sí mismos pueden estar muy motivados<br />

y mostrar la voluntad de encontrar una solución,<br />

pero también suelen holgazanear. Cuando estos<br />

estudiantes fracasan inesperadamente están decepcionados<br />

y pueden dar la espalda a la actividad<br />

de <strong>aprendizaje</strong>.<br />

Bandura (1997) sugiere que las opiniones que se<br />

tienen de la propia eficacia que exceden levemente<br />

el desempeño real son beneficiosas para el<br />

<strong>aprendizaje</strong>: estas creencias motivacionales incrementan<br />

el esfuerzo y la persistencia sin demasiadas<br />

decepciones, mientras que el fracaso repetido<br />

a pesar de que existen buenas valoraciones de la<br />

propia eficacia lleva a esforzarse menos y abandonar.<br />

Schunk y Pajares (2009) desaconsejan a<br />

los docentes que utilicen estímulos impacientes<br />

como “inténtalo” o decir a los estudiantes que el<br />

éxito solo llegará si se esfuerzan. El estímulo injustificado<br />

otorga una confianza excesiva a los estudiantes<br />

sin dotarlos de las capacidades necesarias<br />

para mantener su elevada eficacia propia. Varios<br />

estudios han demostrado que la manera en que<br />

los docentes organizan las prácticas de clase influyen<br />

apoyando o inhibiendo la percepción que los<br />

estudiantes tienen de la eficacia y las expectativas<br />

que tienen de los resultados (p. ej., Nolen, 2007).<br />

Brophy (2001) apunta que los docentes deberían<br />

mantener al día sus expectativas sobre lo que sus<br />

estudiantes son capaces de conseguir—solos o<br />

con ayuda—, supervisando de cerca su progreso.<br />

Las expectativas <strong>del</strong> docente tienden a dar<br />

La naturaleza <strong>del</strong> <strong>aprendizaje</strong>: Usando la investigación para inspirar la práctica 89

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