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Cementerio de animales - Stephen King

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<strong>de</strong>sfigurado. Jud y y o lo hemos enterrado en el cementerio micmac <strong>de</strong> la<br />

montaña… Una especie <strong>de</strong> anexo <strong>de</strong> Pet Sematary, como si dijéramos. El<br />

camino es chulísimo, tesoro. Cualquier día te llevo, para que pongas unas flores<br />

en la tumba, o sea, en el cairn. Pero eso, cuando se hielen las arenas movedizas y<br />

los osos se hay an ido a dormir para todo el invierno» .<br />

Louis colgó el teléfono, cruzó hacia el frega<strong>de</strong>ro y llenó la pila <strong>de</strong> agua<br />

caliente. Se quitó la camisa y se lavó. A pesar <strong>de</strong>l frío, había sudado como un<br />

cerdo y a eso olía, a cerdo.<br />

Había restos <strong>de</strong> asado <strong>de</strong> carne en el frigorífico. Louis los cortó en lonchas<br />

que puso sobre una rebanada <strong>de</strong> pan y agregó dos rodajas <strong>de</strong> cebolla. Se quedó<br />

contemplando unos momentos el plato y luego lo roció <strong>de</strong> ketchup y lo cubrió con<br />

otra rebanada <strong>de</strong> pan. Si Rachel y Ellie hubieran estado allí, habrían fruncido la<br />

nariz con idéntica mueca <strong>de</strong> repugnancia: ¡púa, qué basto!<br />

« Pues uste<strong>de</strong>s se lo pier<strong>de</strong>n, señoras —pensó Louis con vivo rego<strong>de</strong>o,<br />

mientras <strong>de</strong>voraba el bocata. Estaba <strong>de</strong> fábula—. Dice Confucio que quien huele<br />

como un cerdo come como un lobo» , pensó sonriendo. Hizo bajar el bocadillo<br />

con varios tragos <strong>de</strong> leche que bebió directamente <strong>de</strong>l cartón —otra costumbre<br />

que Rachel <strong>de</strong>testaba—, subió a su habitación, se <strong>de</strong>snudó y se metió en la cama<br />

sin cepillarse los dientes. El dolor muscular se había reducido a un hormigueo que<br />

casi resultaba grato.<br />

El reloj seguía don<strong>de</strong> lo había <strong>de</strong>jado. Louis miró la hora. Las nueve y diez.<br />

Increíble.<br />

Louis apagó la luz, se volvió <strong>de</strong> lado y se quedó dormido.<br />

Se <strong>de</strong>spertó a eso <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la madrugada y se levantó para ir al baño.<br />

Mientras orinaba, haciendo guiños a la blanca luz fluorescente <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> baño,<br />

<strong>de</strong> pronto cay ó en la cuenta <strong>de</strong> qué era lo que no concordaba, y sus ojos se<br />

agrandaron. Era como si dos piezas que <strong>de</strong>bían encajar entre sí hubieran chocado<br />

rebotando.<br />

Aquella noche, Jud le había dicho que su perro murió cuando él tenía diez<br />

años: murió <strong>de</strong> la infección <strong>de</strong> las heridas que se produjo con un alambre <strong>de</strong><br />

espino oxidado. Pero aquel día <strong>de</strong> finales <strong>de</strong> verano, en que subieron todos juntos<br />

a Pet Sematary, Jud dijo que su perro había muerto <strong>de</strong> viejo y que estaba<br />

enterrado allí…, hasta señaló la estela <strong>de</strong> la que el tiempo había borrado la<br />

inscripción.<br />

Louis <strong>de</strong>scargó el <strong>de</strong>pósito, apagó la luz y volvió a la cama. Había otra<br />

discrepancia… y la <strong>de</strong>scubrió enseguida. Jud había nacido con el siglo y aquel<br />

día, en el cementerio, dijo a Louis que su perro murió durante el primer año <strong>de</strong> la<br />

Gran Guerra. Si se refería al primer año <strong>de</strong> guerra en Europa, Jud tenía entonces<br />

catorce y, si había querido <strong>de</strong>cir el primer año <strong>de</strong> guerra para Estados Unidos,

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