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Cementerio de animales - Stephen King

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Por fin la distinguió, una mancha negra a un metro y medio <strong>de</strong>l lugar en el<br />

que pensaba encontrarla: lo mismo que el montículo que disimulaba la cripta <strong>de</strong>l<br />

cementerio, se <strong>de</strong>lató por la simetría <strong>de</strong> su forma. La recogió, puso una mano<br />

sobre el fieltro que cubría la lente y oprimió la tetina <strong>de</strong> goma que protegía el<br />

interruptor. La palma <strong>de</strong> la mano se iluminó y él volvió a pulsar el interruptor<br />

para apagar la bombilla. Funcionaba.<br />

Con el cuchillo cortó la cinta que sujetaba el pico al fardo y llevó las<br />

herramientas hasta los árboles. Se situó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l más corpulento y miró a uno y<br />

otro lado <strong>de</strong> Mason Street. La calle estaba <strong>de</strong>sierta. Sólo se veía luz en una<br />

ventana: un rectángulo amarillento en un piso alto. Alguien que pa<strong>de</strong>cía insomnio,<br />

o algún enfermo.<br />

Andando <strong>de</strong>prisa, pero sin correr, Louis salió a la acera. Después <strong>de</strong> la<br />

oscuridad <strong>de</strong>l cementerio, la luz <strong>de</strong> las farolas le hacían sentirse muy al<br />

<strong>de</strong>scubierto. A pocos metros <strong>de</strong>l segundo cementerio <strong>de</strong> Bangor y con un pico,<br />

una pala y una linterna en los brazos, si alguien le veía ahora, sacaría<br />

conclusiones.<br />

Cruzó la calle rápidamente. Allí estaba el Civic, a menos <strong>de</strong> cincuenta metros,<br />

pero a Louis le parecían cinco kilómetros. Estaba sudando, con el oído atento a<br />

cualquier sonido: el motor <strong>de</strong> un coche, las pisadas <strong>de</strong> otra persona, el roce <strong>de</strong><br />

una ventana al <strong>de</strong>slizarse por las guías.<br />

Llegó junto al Honda, <strong>de</strong>jó el pico y la pala apoy ados en el costado <strong>de</strong>l coche<br />

y buscó las llaves. No estaban en ninguno <strong>de</strong> los bolsillos. Ahora sudaba más<br />

copiosamente, se le disparó otra vez el corazón y apretaba los dientes para<br />

contener el pánico.<br />

Las había perdido, seguramente, cuando se soltó <strong>de</strong> la rama, se golpeó la<br />

rodilla con la lápida y rodó por el suelo. Las llaves estaban entre la hierba, y si le<br />

costó trabajo encontrar la linterna, ¿cómo esperaba dar con las llaves? Todo el<br />

plan por los suelos. Un momento <strong>de</strong> mala suerte y todo perdido.<br />

« Espera, espera un segundo, maldita sea. Vuelve a buscar en los bolsillos.<br />

Aquí están las monedas sueltas. Y si las monedas no se cay eron, tampoco<br />

pudieron caerse las llaves» .<br />

« Esta vez se registró los bolsillos más minuciosamente» , sacó las monedas y<br />

hasta volvió los bolsillos <strong>de</strong>l revés.<br />

Las llaves no estaban.<br />

Louis se apoyó en el coche sin saber qué hacer. Tendría que volver,<br />

seguramente. Dejar a su hijo don<strong>de</strong> estaba, y escalar otra vez la cerca llevando<br />

la linterna, para pasar el resto <strong>de</strong> la noche buscando inútilmente…<br />

De pronto, en su cansado cerebro se hizo la luz.<br />

Se agachó y miró al interior <strong>de</strong>l coche. Las llaves estaban puestas en el<br />

contacto.<br />

Louis emitió un gruñido, dio rápidamente la vuelta al coche, abrió con

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