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Cementerio de animales - Stephen King

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sobre las flores, y llorando también, estaba Goldman. Goteaba el agua <strong>de</strong> los<br />

floreros. Las flores, algunas aplastadas, exhalaban su agobiante olor con más<br />

fuerza todavía.<br />

Rachel gritaba y gritaba.<br />

Louis no podía reaccionar a sus gritos. La imagen <strong>de</strong> Gage con las orejas <strong>de</strong><br />

Mickey Mouse se borraba, pero, antes <strong>de</strong> que se esfumara <strong>de</strong>l todo, Louis oy ó<br />

una voz que anunciaba que aquella noche habría fuegos artificiales. Se quedó<br />

sentado, con la cara entre las manos, <strong>de</strong>seando que nadie le viera, que nadie<br />

viera sus lágrimas, su pena, su remordimiento, su vergüenza y, sobre todo, aquel<br />

cobar<strong>de</strong> <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> morir para escapar <strong>de</strong> aquella angustia.<br />

El director <strong>de</strong> la funeraria y Dory Goldman se llevaron a Rachel, que seguía<br />

gritando. Después, en otra sala (que, según supuso Louis, estaba reservada para<br />

los que no podían dominar el dolor: algo así como un « Salón <strong>de</strong>l Histerismo» ),<br />

enmu<strong>de</strong>ció por completo. Fue el propio Louis, aún aturdido pero y a más sereno,<br />

quien le administró el calmante, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hacer salir a todo el mundo.<br />

Cuando llegaron a casa, él la acompañó al dormitorio y le puso otra iny ección.<br />

Luego, la tapó con la manta y se quedó mirando su cara pálida y <strong>de</strong>sencajada.<br />

—Rachel, lo lamento —dijo—. Daría todo lo que tengo para hacer que esto<br />

no hubiera ocurrido.<br />

—Está bien —dijo ella con una voz extraña y átona y se puso <strong>de</strong> lado,<br />

dándole la espalda.<br />

Él sintió que le asomaba a los labios la consabida pregunta: « ¿Estás bien?» ,<br />

pero la rechazó. En realidad, no era una pregunta; no era eso lo que él <strong>de</strong>seaba<br />

saber.<br />

—¿Estás muy mal? —preguntó al fin.<br />

—Bastante mal, Louis —dijo ella, y lanzó un sonido que quería ser una risa—.<br />

En realidad estoy jodida.<br />

Parecía faltar algo, pero Louis no podía aportarlo. De pronto, sintió irritación<br />

hacia ella, hacia Steve Masterton, hacia Missy Dandridge y su marido, el <strong>de</strong> la<br />

nuez puntiaguda, y hacia toda la con<strong>de</strong>nada pandilla. ¿Por qué tenía él que ser<br />

siempre el ángel tutelar? ¡A la mierda!<br />

Apagó la luz y salió <strong>de</strong> la habitación. Luego, <strong>de</strong>scubrió que tampoco a su hija<br />

podía darle mucho más.<br />

Durante un momento <strong>de</strong> perplejidad, en la habitación casi a oscuras, la tomó<br />

por Gage. —Le asaltó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que todo había sido una horrible pesadilla, como<br />

aquel sueño en el que Pascow le llevó al bosque, y su mente fatigada se aferró a<br />

ella. Las sombras contribuían a crear la ilusión—. Sólo había en la habitación el<br />

reflejo <strong>de</strong>l televisor portátil que había traído Jud para distraerla durante las largas,<br />

largas horas.

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