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Cementerio de animales - Stephen King

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Se sentaron a la mesa <strong>de</strong> la cocina, con una cerveza cada uno. « La primera<br />

vez que bebemos aquí» , pensó Louis ligeramente sorprendido. Ellie gritó en<br />

sueños y los dos se quedaron quietos como estatuas en un juego infantil. El grito<br />

no se repitió.<br />

—Bien —dijo Louis—, ¿qué haces aquí a las cero horas quince minutos <strong>de</strong>l<br />

día en que vamos a enterrar a mi hijo? Eres un amigo, Jud, pero esto es llevar las<br />

cosas <strong>de</strong>masiado lejos.<br />

Jud bebió, se limpió los labios con la palma <strong>de</strong> la mano y miró fijamente a<br />

Louis. Había algo claro y concreto en aquella mirada y, al fin, Louis tuvo que<br />

<strong>de</strong>sviar los ojos.<br />

—Tú sabes por qué estoy aquí —dijo Jud—. Estás pensando cosas que no<br />

<strong>de</strong>bes, Louis. Peor aún, estás haciendo planes.<br />

—En lo único que pensaba era en irme a la cama —dijo Louis—. Mañana<br />

tengo un entierro.<br />

—Yo tengo parte <strong>de</strong> culpa <strong>de</strong> esa pena que sientes esta noche —dijo Jud en<br />

voz baja—. Tal vez y o sea el responsable <strong>de</strong> que haya muerto tu hijo.<br />

Louis le miró, asombrado.<br />

—¿Qué? ¡No digas disparates, Jud!<br />

—Estás pensando en llevarlo allá arriba —dijo Jud—. No niegues que lo has<br />

pensado, Louis.<br />

Louis no respondió.<br />

—¿Hasta dón<strong>de</strong> se extien<strong>de</strong> su maleficio? —dijo Jud—. ¿Pue<strong>de</strong>s contestarme<br />

a eso? No. Ni y o mismo lo sé, y y o no me he movido <strong>de</strong> este rincón <strong>de</strong>l mundo<br />

en toda mi vida. Sé cosas <strong>de</strong> los micmacs, y sé que ese sitio era para ellos un<br />

lugar sagrado… Pero no en el buen sentido. Me lo dijo Stanny B. También me lo<br />

dijo mi padre… <strong>de</strong>spués. Cuando « Spot» murió por segunda vez. Ahora los<br />

micmacs, el estado <strong>de</strong> Maine y el gobierno <strong>de</strong> Estados Unidos tienen un litigio<br />

para <strong>de</strong>cidir quién es el dueño <strong>de</strong> esas tierras. ¿De quién son? Nadie lo sabe a<br />

ciencia cierta, Louis. Ya no. Las han reclamado varias personas en distintas<br />

épocas, pero ninguna reclamación prosperó.<br />

Una <strong>de</strong> ellas fue Anson Ludlow, biznieto <strong>de</strong>l fundador <strong>de</strong> esta ciudad. Tal vez<br />

la suy a fue la reivindicación más fundada hecha por un hombre blanco, y a que<br />

el viejo Joseph Ludlow recibió la concesión <strong>de</strong>l propio rey Jorge III cuando<br />

Maine no era más que una provincia <strong>de</strong> la colonia <strong>de</strong> la bahía <strong>de</strong> Massachusetts.<br />

Pero aun entonces hubiera tenido que pleitear <strong>de</strong> firme, porque otros Ludlow las<br />

reclamaban también, al igual que un tal Peter Dimmart, que afirmaba po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong>mostrar convincentemente que él era un Ludlow ilegítimo. Y el viejo Joseph

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