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Cementerio de animales - Stephen King

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Pascow, las <strong>de</strong> su propio corazón inquieto?<br />

Recordó las estelas <strong>de</strong> Pet Sematary, aquellos toscos círculos que iban<br />

cerrándose en espiral en torno al Misterio, y volvió a sentir aquella serena<br />

frialdad. ¿Qué hacía allí parado, tratando <strong>de</strong> rememorar la cara <strong>de</strong> Gage?<br />

Muy pronto podría verla.<br />

Allí estaba y a la lápida. Sólo tenía grabado el nombre, GAGE WILLIAM<br />

CREED, y las dos fechas. Alguien había estado allí aquel mismo día; había flores<br />

frescas. ¿Quién? ¿Missy Dandridge?<br />

El corazón le latía con fuerza, pero <strong>de</strong>spacio. Bien, y a estaba allí. Si iba a<br />

hacerlo, sería mejor poner manos a la obra. No podía per<strong>de</strong>r tiempo. La noche<br />

tenía que acabar, y llegaría el día.<br />

Louis recapacitó por última vez y <strong>de</strong>scubrió que sí, que estaba <strong>de</strong>cidido a<br />

seguir a<strong>de</strong>lante. Asintió casi imperceptiblemente y metió la mano en el bolsillo<br />

para sacar el cuchillo. Había ceñido el paquete con cinta adhesiva que ahora<br />

cortó. Desenrolló la lona al pie <strong>de</strong> la tumba y dispuso los útiles <strong>de</strong>l mismo modo<br />

que hubiera or<strong>de</strong>nado el instrumental antes <strong>de</strong> suturar una herida o hacer una<br />

pequeña intervención.<br />

La linterna con la lente cubierta con un fieltro, tal como le sugiriera el<br />

<strong>de</strong>pendiente. El fieltro también estaba sujeto con cinta adhesiva. Con ayuda <strong>de</strong><br />

una moneda <strong>de</strong> un centavo, había cortado un círculo en el centro con el<br />

escalpelo. El pico <strong>de</strong> mango corto que seguramente no necesitaría; sólo lo trajo<br />

por precaución, y a que no tendría que levantar una bóveda sellada ni encontraría<br />

rocas en una tumba tan reciente. La pala, el azadón, la cuerda y los guantes. Se<br />

puso los guantes, agarró el azadón y empezó.<br />

La tierra estaba blanda y se removía fácilmente. El contorno <strong>de</strong> la tumba<br />

estaba bien <strong>de</strong>finido y la tierra que extraía era más esponjosa que la <strong>de</strong> los<br />

bor<strong>de</strong>s. Casi automáticamente, Louis comparó la facilidad <strong>de</strong> esta excavación<br />

con el esfuerzo que le costaría hincar el pico en el suelo árido y rocoso <strong>de</strong>l lugar<br />

en el que, si todo iba bien, aquella misma noche enterraría a su hijo. Allí arriba<br />

tendría que bregar. Luego, trató <strong>de</strong> no seguir pensando. Era un engorro.<br />

Amontonaba la tierra a la izquierda <strong>de</strong> la tumba, moviéndose con un ritmo<br />

regular que se hacía más difícil <strong>de</strong> mantener a medida que <strong>de</strong>scendía el nivel.<br />

Louis bajó al hoy o, aspirando el olor a tierra húmeda que le trajo el recuerdo <strong>de</strong><br />

los veranos en los que trabajaba con el tío Carl.<br />

« Cavador» , pensó, haciendo un alto para secarse el sudor <strong>de</strong> la frente. El tío<br />

Carl le dijo que ése era el mote que se ponía en América a todos los sepultureros.<br />

Los amigos te llamaban « Cavador» .<br />

Reanudó el trabajo.<br />

Sólo paró otra vez, para mirar el reloj. Las doce y veinte. Le parecía que el

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