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Cementerio de animales - Stephen King

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27<br />

Louis no se dio cuenta <strong>de</strong> que estaba borracho hasta que llegó a su garaje.<br />

Fuera había estrellas y una gélida corteza <strong>de</strong> luna. No daban claridad<br />

suficiente como para proyectar sombras, pero se veía bastante bien. En el<br />

garaje, la oscuridad era total. El interruptor <strong>de</strong> la luz tenía que estar por allí, pero<br />

maldito si recordaba dón<strong>de</strong>. Avanzaba <strong>de</strong>spacio, arrastrando los pies. Le daba<br />

vueltas la cabeza. Louis temía darse un golpe en la rodilla o tropezar con algún<br />

juguete. Ya le parecía sentir el sobresalto <strong>de</strong>l choque y tal vez <strong>de</strong> la caída. La<br />

bicicleta <strong>de</strong> Ellie, con sus rue<strong>de</strong>citas rojas <strong>de</strong> apoy o, el carrito <strong>de</strong> Gage…<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estaba el gato? ¿Lo había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>ntro?<br />

Perdió el rumbo y chocó contra la pared. Una astilla le arañó la palma <strong>de</strong> la<br />

mano y él gritó: « ¡Mierda!» en la oscuridad, y enseguida se dio cuenta <strong>de</strong> que<br />

su voz sonaba más asustada que furiosa. Todo el garaje parecía haber dado<br />

media vuelta disimuladamente. Ahora no era y a el interruptor; ahora no<br />

encontraba nada, ni siquiera la jodida puerta <strong>de</strong> la cocina.<br />

Empezó a andar otra vez, lentamente. Le escocía la palma <strong>de</strong> la mano. « Es<br />

como estar ciego» , pensó, y eso le hizo recordar un concierto <strong>de</strong> Stevie Won<strong>de</strong>r<br />

al que fue con Rachel… ¿Cuándo? ¿Seis años atrás? Pues sí, aunque parecía<br />

imposible. Ella esperaba a Ellie. Dos tipos acompañaron a Won<strong>de</strong>r hasta el<br />

sintetizador, guiándole <strong>de</strong> manera que no tropezara con los cables tendidos por el<br />

suelo <strong>de</strong>l escenario. Y <strong>de</strong>spués, cuando él se levantó para bailar con una <strong>de</strong> las<br />

chicas <strong>de</strong>l coro, ella le condujo cuidadosamente hacia una zona <strong>de</strong>spejada. A<br />

Louis le pareció que bailaba muy bien; pero necesitó una mano que le guiara.<br />

« Lo que y o necesito ahora es una mano que me guíe hasta la puerta <strong>de</strong> la<br />

cocina» , pensó… y se estremeció bruscamente.<br />

Si ahora tropezaba con una mano en la oscuridad, empezaría a gritar, a gritar,<br />

a gritar.<br />

Se quedó muy quieto, con el corazón alborotado. « Anda ya —se dijo—,<br />

déjate <strong>de</strong> puñetas, vamos, vamos…» .<br />

« ¿Dón<strong>de</strong> estará ese jodido gato?» .<br />

Entonces tropezó con algo: el parachoques trasero <strong>de</strong>l Civic y el dolor <strong>de</strong> la<br />

espinilla hizo que se le saltaran las lágrimas. Se frotó la pierna, manteniéndose en<br />

equilibrio sobre un solo pie, como una cigüeña. Por lo menos, ahora se había<br />

orientado. La geografía <strong>de</strong>l garaje volvía a estar clara. A<strong>de</strong>más, sus ojos<br />

empezaban a acostumbrarse a la oscuridad. Ahora recordaba que el gato se<br />

había quedado <strong>de</strong>ntro, que él no se sintió con ánimo <strong>de</strong> tocarlo, levantarlo <strong>de</strong>l<br />

suelo, <strong>de</strong>jarlo fuera…<br />

Y fue entonces cuando el pelo suave y caliente <strong>de</strong> Church le rozó el tobillo y

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