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Cementerio de animales - Stephen King

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32<br />

No fue un ataque al corazón. Fue un <strong>de</strong>rrame cerebral. Súbito y,<br />

probablemente, indoloro. Cuando Louis llamó a Steve Masterton a primera hora<br />

<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> para darle <strong>de</strong>talles, Steve dijo que a él no le importaría irse <strong>de</strong> aquel<br />

modo.<br />

—Hay veces en las que Dios le da largas al asunto y otras se limita a hacerte<br />

una seña para que te largues.<br />

Rachel no quiso hablar <strong>de</strong>l asunto ni consintió que Louis lo mencionara<br />

siquiera.<br />

Ellie, más que afligida, se mostró sorprendida e intrigada. En opinión <strong>de</strong><br />

Louis, fue una reacción perfectamente sana y natural para una criatura <strong>de</strong> seis<br />

años. Preguntó si Mrs. Crandall había muerto con los ojos cerrados o abiertos.<br />

Louis contestó que no lo sabía.<br />

Jud reaccionó lo mejor que cabía esperar, teniendo en cuenta que había<br />

compartido cama y mesa con aquella mujer durante casi sesenta años. Louis<br />

encontró al anciano —porque aquel día parecía realmente un anciano <strong>de</strong> ochenta<br />

y tres años— sentado junto a la mesa <strong>de</strong> la cocina, fumando un Chesterfield,<br />

bebiendo cerveza y contemplando la puerta <strong>de</strong> la sala con mirada ausente.<br />

Cuando entró Louis, le miró y dijo:<br />

—Bueno, se fue, Louis. —Lo dijo con una voz tan clara y en un tono tan<br />

natural que Louis pensó que aún no se había percatado <strong>de</strong> lo sucedido. Luego,<br />

empezó a mover los labios y se cubrió los ojos con un brazo. Louis se acercó a él<br />

y lo abrazó por los hombros. Jud entonces claudicó y se echó a llorar. Sí se había<br />

percatado. Jud comprendía perfectamente que su esposa había muerto.<br />

—Eso te hará bien —dijo Louis—. Sigue. A<strong>de</strong>más, ella querría que llorases. A<br />

lo mejor se ofen<strong>de</strong> si no lo haces. —También él tenía los ojos llorosos. Jud se asió<br />

a él con fuerza y Louis le estrechó a su vez.<br />

Jud estuvo llorando unos diez minutos, y luego se serenó. Louis escuchaba con<br />

gran atención todo lo que <strong>de</strong>cía Jud. Le escuchaba como amigo y como médico,<br />

tratando <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir reiteraciones y, sobre todo, síntomas <strong>de</strong> si había perdido la<br />

noción <strong>de</strong>l tiempo (la <strong>de</strong>l lugar no podía per<strong>de</strong>rla, porque para Jud Crandall nunca<br />

hubo más lugar que Ludlow, Maine) y si utilizaba el presente al hablar <strong>de</strong> Norma.<br />

No <strong>de</strong>scubrió el menor indicio <strong>de</strong> que Jud estuviera perdiendo el control <strong>de</strong> sus<br />

faculta<strong>de</strong>s mentales. Louis sabía que no era insólito que una pareja que habían<br />

convivido durante tantos años murieran con un intervalo <strong>de</strong> un mes, una semana<br />

o, incluso, un día. Tal vez el trauma, o el afán <strong>de</strong> reunirse con el ausente (ésta era<br />

una i<strong>de</strong>a que no se le hubiera ocurrido antes <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Church; Louis advertía que<br />

su modo <strong>de</strong> pensar sobre el mundo espiritual y sobrenatural había experimentado

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