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Cementerio de animales - Stephen King

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Rachel no se convenció <strong>de</strong> que no era víctima <strong>de</strong> la venganza <strong>de</strong> Zelda ni <strong>de</strong> un<br />

castigo <strong>de</strong> Dios por su maldad. Durante muchos meses (eso dijo a Louis; en<br />

realidad, fueron ocho años), tuvo pesadillas en las que su hermana moría una y<br />

otra vez y, al <strong>de</strong>spertar sobresaltada, se llevaba las manos a la espalda, para<br />

cerciorarse <strong>de</strong> que seguía perfectamente. Luego, en la horrible secuela <strong>de</strong><br />

aquellas pesadillas, le parecía que la puerta <strong>de</strong>l armario tenía que abrirse<br />

violentamente y Zelda se abalanzaría sobre ella, morada y contrahecha, con los<br />

ojos en blanco, la lengua fuera y las garras extendidas, para matar a la asesina<br />

que se acurrucaba en la cama con las manos pegadas a la espalda…<br />

Rachel no asistió a los funerales <strong>de</strong> Zelda, ni a ningún otro.<br />

—Si me lo hubieras dicho antes, se habrían aclarado muchas cosas —dijo<br />

Louis.<br />

—No podía, Lou. —Su voz sonaba adormilada—. Des<strong>de</strong> entonces me<br />

quedó… una pequeña fobia en este tema.<br />

« Una pequeña fobia —pensó Louis—. Sí, eso» .<br />

—No puedo evitarlo… Comprendo que tienes razón, que la muerte es<br />

perfectamente natural, y hasta buena. Pero entre lo que me dice la razón y lo<br />

que siento… aquí <strong>de</strong>ntro…<br />

—Ya…<br />

—Aquel día en que me puse furiosa contigo, y o sabía que, por más que Ellie<br />

llorara ante la posibilidad <strong>de</strong> que Church muriera, ello no era sino un modo como<br />

otro cualquiera <strong>de</strong> hacerse a la i<strong>de</strong>a, pero no pu<strong>de</strong> contenerme. Perdóname,<br />

Louis.<br />

—No hay nada que perdonar —dijo él, acariciándole el pelo—. Pero ¡qué<br />

diantre!, acepto las disculpas, si eso hace que te sientas mejor.<br />

Ella sonrió.<br />

—Y así es. Me siento mejor, sí. Es como si hubiera expulsado algo que<br />

estuviera envenenando durante años una parte <strong>de</strong> mí.<br />

—Quizá sea eso lo que has hecho en realidad.<br />

Rachel cerró los ojos y volvió a abrirlos… lentamente.<br />

—Y no le eches a mi padre toda la culpa, Louis. Fue una mala época para<br />

ellos. Los gastos <strong>de</strong> la enfermedad los <strong>de</strong>jaron casi arruinados. Mi padre no pudo<br />

abrir la sucursal que había proy ectado poner en las afueras, y las ventas <strong>de</strong> la<br />

tienda <strong>de</strong>l centro flojeaban. A<strong>de</strong>más, mi madre estaba medio loca.<br />

» Después, todo empezó a arreglarse. Fue como si la muerte <strong>de</strong> Zelda<br />

marcara el comienzo <strong>de</strong> una buena racha. Se acabó la recesión, volvió a circular<br />

el dinero, mi padre consiguió el préstamo y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, los negocios le han<br />

ido bien. Pero todo aquello hizo que mis padres tendieran siempre a protegerme<br />

excesivamente. No es sólo que y o fuera lo único que les quedaba, sino también…<br />

—Remordimiento —dijo Louis.<br />

—Probablemente. ¿Y no te enfadarás si el día en que entierren a Norma me

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