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Cementerio de animales - Stephen King

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La niña le <strong>de</strong>jó llevar la cesta —suprema prueba <strong>de</strong> confianza—, y Louis<br />

meditó sobre su reacción. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que Church pudiera morir casi le provocó<br />

una crisis <strong>de</strong> histerismo, pero la posibilidad <strong>de</strong> que muriera la abuela Crandall…<br />

eso lo aceptaba con toda calma, como algo natural. ¿Qué fue lo que dijo? Otro y<br />

otro, y otro, hasta que… ¡buum!<br />

La cocina estaba <strong>de</strong>sierta, pero se oía a Rachel andar por el piso <strong>de</strong> arriba.<br />

Louis <strong>de</strong>jó la cesta en el mostrador y dijo:<br />

—No siempre ocurre eso, Ellie. Ha sido un ataque muy leve y y o pu<strong>de</strong> darle<br />

el tratamiento enseguida. Es posible que su corazón no hay a sufrido ningún daño.<br />

Ella…<br />

—Oh, bueno, y a lo sé —dijo Ellie casi con alegría—. Pero ya es vieja y, <strong>de</strong><br />

todos modos, se morirá pronto. Y Mr. Crandall también. ¿Puedo comer una<br />

manzana antes <strong>de</strong> acostarme, papi?<br />

—No —dijo él, mirándola pensativo—. Sube a limpiarte los dientes, cariño.<br />

« ¿Habrá alguien que crea compren<strong>de</strong>r realmente a los niños?» .<br />

Cuando la casa estuvo recogida y se acostaron, Rachel preguntó en voz baja:<br />

—Lou, ¿se impresionó mucho Ellie? ¿Estaba muy trastornada?<br />

« No —pensó él—. Ella sabe que los viejos la palman uno tras otro, <strong>de</strong>l<br />

mismo modo que sabe que hay que soltar al saltamontes cuando echa baba…, o<br />

que si caes en el número trece cuando juegas a la ray uela se muere tu mejor<br />

amigo…, o que en el cementerio las tumbas tienen que ponerse en círculos…» .<br />

—No —dijo—. Se portó muy bien. Vamos a dormir, Rachel, ¿<strong>de</strong> acuerdo?<br />

Aquella noche, mientras ellos dormían y Jud velaba, hubo otra helada fuerte.<br />

De madrugada se levantó un viento que arrancó <strong>de</strong> los árboles la may or parte <strong>de</strong><br />

las hojas que quedaban, y a ocres y poco vistosas.<br />

El viento <strong>de</strong>spertó a Louis y él se incorporó apoy ándose en los codos, medio<br />

dormido y <strong>de</strong>sconcertado. Se oían las pisadas en la escalera… Alguien subía<br />

lentamente, arrastrando los pies. Pascow había vuelto. Pero ahora, pensó Louis,<br />

ahora hacía ya dos meses. Cuando se abriera la puerta, él no vería más que<br />

podredumbre, los shorts rojos estarían cubiertos <strong>de</strong> moho, le faltarían trozos <strong>de</strong><br />

carne, el cerebro no sería más que una pasta putrefacta. Sólo los ojos tendrían<br />

vida… y un brillo escalofriante. Esta vez Pascow no hablaría: sus cuerdas vocales<br />

y a no estarían en condiciones <strong>de</strong> producir sonidos. Pero sus ojos… le obligarían a<br />

seguirle.<br />

—No —ja<strong>de</strong>ó Louis, y los pasos se apagaron.<br />

Se levantó, se fue a la puerta y la abrió bruscamente, apretando los labios en<br />

una mueca <strong>de</strong> miedo y resolución y sintiendo un hormigueo en todo el cuerpo.<br />

Allí estaría Pascow, con los brazos levantados como el espectro <strong>de</strong> un director <strong>de</strong><br />

orquesta a punto <strong>de</strong> atacar la atronadora obertura <strong>de</strong> La noche <strong>de</strong> « Walpurgis» .

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