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Cementerio de animales - Stephen King

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Puso el cuerpo <strong>de</strong> Gage en la lona y lo envolvió, atándolo con largas tiras <strong>de</strong><br />

cinta adhesiva. Luego, cortó la cuerda en dos trozos que anudó a los extremos.<br />

Podía pasar por un rollo <strong>de</strong> alfombra, simplemente. Cerró el ataúd, pero,<br />

pensándolo mejor, volvió a abrirlo y puso <strong>de</strong>ntro el azadón. Pleasantview podía<br />

quedarse con él como recuerdo; pero no con su hijo. Cerró nuevamente el ataúd<br />

y colocó una <strong>de</strong> las placas <strong>de</strong> cemento. Pensó en <strong>de</strong>jar caer la otra, pero temió<br />

que se rompiera con el golpe. Después <strong>de</strong> reflexionar un momento, pasó la<br />

cuerda por la anilla y bajó la placa con suavidad. Luego, empezó a rellenar el<br />

hoy o con la pala. No había tierra suficiente para <strong>de</strong>jarlo a ras. Nunca la había.<br />

Tal vez alguien notara el <strong>de</strong>snivel. O tal vez no. O tal vez, si lo notaban, no le<br />

darían importancia. Ahora no podía preocuparse por eso: aún quedaba mucho<br />

por hacer. Trabajo ímprobo. Y estaba muy cansado.<br />

« Ajajá, vamos allá» .<br />

—Eso es —murmuró Louis.<br />

Se levantó otra vez el viento, que aulló momentáneamente entre los árboles y<br />

le hizo mirar en torno con inquietud. Puso al lado <strong>de</strong>l fardo la pala, el pico que<br />

aún no había utilizado, los guantes y la linterna. Le tentó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> utilizar la luz,<br />

pero <strong>de</strong>sistió. Dejó el cuerpo y las herramientas y volvió sobre sus pasos. Al cabo<br />

<strong>de</strong> cinco minutos, llegó a la reja. Al otro lado <strong>de</strong> la casa estaba el Civic, bien<br />

aparcado junto al bordillo. Muy cerca, pero muy lejos.<br />

Louis se quedó unos segundos mirando el coche y reanudó la marcha en otra<br />

dirección.<br />

Se alejó <strong>de</strong> la verja siguiendo la cerca hasta el punto en que ésta <strong>de</strong>jaba<br />

Mason Street, formando ángulo recto. Allí había una zanja <strong>de</strong> <strong>de</strong>sagüe. Louis<br />

miró en su interior. Lo que vio le hizo estremecerse. Era una masa <strong>de</strong> flores<br />

putrefactas, capas y más capas, arrastradas por muchas estaciones <strong>de</strong> lluvias y<br />

nieves.<br />

« Oh, Cristo» .<br />

« No; Cristo, no. Aquellas ofrendas habían sido hechas para propiciar a un<br />

dios que era anterior al Dios cristiano. Los hombres le han dado nombres<br />

distintos, según la época; pero creo que la hermana <strong>de</strong> Rachel acertó al llamarle<br />

Oz el Ggan<strong>de</strong> y Teggible, el dios <strong>de</strong> las cosas muertas que quedan en la tierra, el<br />

dios <strong>de</strong> las flores putrefactas que se amontonan en las zanjas, el dios <strong>de</strong>l<br />

Misterio» .<br />

Louis miraba la zanja como hipnotizado. Al fin, apartó la mirada con un leve<br />

respingo, el respingo <strong>de</strong>l que vuelve en sí o sale <strong>de</strong> un trance a la cuenta <strong>de</strong> diez.<br />

Siguió andando. No tardó en encontrar lo que buscaba, algo que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong><br />

quedar grabado en su subconsciente el día <strong>de</strong>l entierro <strong>de</strong> Gage.<br />

Allí, en la oscuridad, se adivinaba la mole <strong>de</strong> la cripta <strong>de</strong>l cementerio.<br />

Durante el invierno, cuando ni siquiera las palas mecánicas podían abrir fosas<br />

en la tierra helada, allí se guardaban los féretros. También se utilizaba cuando

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