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Cementerio de animales - Stephen King

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talonario cuando tu hija se moría <strong>de</strong> meningitis espinal y tu otra hija estaba sola<br />

con ella, cerdo roñoso? ¿Dón<strong>de</strong> estaba la jodida enfermera diplomada?» .<br />

Louis saltó <strong>de</strong> la cama.<br />

—¿Adón<strong>de</strong> vas? —preguntó Rachel, alarmada.<br />

—A traerte un Valium.<br />

—Ya sabes que y o nunca…<br />

—Esta noche, sí.<br />

Rachel tomó la píldora y le contó el resto. Su voz permaneció tranquila. El<br />

calmante hacía su efecto.<br />

Un vecino sacó a la pequeña Rachel <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l árbol don<strong>de</strong> se había<br />

acurrucado gritando: « ¡Zelda ha muerto!» . Le sangraba la nariz y tenía la blusa<br />

manchada. El mismo vecino llamó a la ambulancia y a los padres. Después <strong>de</strong><br />

cortarle la hemorragia y darle una taza <strong>de</strong> té caliente y dos aspirinas para que se<br />

calmara, consiguió que le dijera el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> sus padres. Estaban en casa <strong>de</strong><br />

los Cabran, que vivían al otro lado <strong>de</strong> la ciudad. Peter Cabran era el contable <strong>de</strong><br />

la empresa <strong>de</strong>l padre.<br />

Antes <strong>de</strong> la noche, se habían producido gran<strong>de</strong>s cambios en casa <strong>de</strong> los<br />

Goldman. Zelda y a no estaba. Su habitación fue vaciada y fumigada. Se llevaron<br />

todos los muebles. El cuarto <strong>de</strong> atrás era una caja vacía. Después —mucho<br />

<strong>de</strong>spués—, Dory Goldman instaló allí su cuarto <strong>de</strong> costura.<br />

Aquella misma noche, Rachel tuvo su primera pesadilla. Cuando <strong>de</strong>spertó, a<br />

las dos <strong>de</strong> la madrugada, llamando a gritos a su madre, <strong>de</strong>scubrió aterrada que<br />

apenas podía moverse. La espalda le dolía terriblemente. Se la lastimó al mover<br />

a Zelda. En aquel paroxismo <strong>de</strong> pánico, pudo <strong>de</strong>sarrollar la fuerza suficiente<br />

como para levantar a Zelda, abriéndosele la blusa en el esfuerzo.<br />

Que se había producido una lesión al tratar <strong>de</strong> impedir que Zelda se ahogara<br />

estaba clarísimo para todo el mundo. Para todo el mundo, salvo para la propia<br />

Rachel. Ella estaba segura <strong>de</strong> que aquello era la venganza <strong>de</strong> Zelda. Zelda sabía<br />

que Rachel se alegraba <strong>de</strong> que hubiera muerto; Zelda sabía que cuando Rachel<br />

salió corriendo y gritando « ¡Zelda ha muerto, Zelda ha muerto!» , no lloraba,<br />

sino que reía; Zelda sabía que había sido asesinada y por eso ahora le había<br />

pasado la meningitis espinal a Rachel, y a Rachel pronto empezaría a<br />

<strong>de</strong>formársele la espalda, y también ella tendría que quedarse en la cama y poco<br />

a poco se convertiría en un monstruo y las manos se le retorcerían como garras.<br />

Con el tiempo, gritaría <strong>de</strong> dolor, como Zelda, y mojaría la cama, y un día se<br />

ahogaría con la lengua. Era la venganza <strong>de</strong> Zelda.<br />

Nadie pudo convencer a Rachel <strong>de</strong> que estaba equivocada: ni su madre, ni su<br />

padre, ni el doctor Murray, que diagnosticó una leve luxación y dijo a la niña con<br />

sequedad (cruelmente, en opinión <strong>de</strong> Louis) que estaba portándose muy mal, que<br />

sus padres estaban abrumados por el dolor y que no era el momento <strong>de</strong> hacer<br />

monerías <strong>de</strong> niña pequeña para llamar la atención. Hasta que remitió el dolor,

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