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Cementerio de animales - Stephen King

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Pero no era Gage, claro; era Ellie, que ahora no sólo apretaba en la mano la<br />

foto <strong>de</strong> ella y Gage en el trineo, sino que se había sentado en el silloncito <strong>de</strong> Gage<br />

que había sacado <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> su hermano. Era un sillón plegable con el asiento<br />

y el respaldo <strong>de</strong> lona y el nombre <strong>de</strong> GAGE estampado en el respaldo. Rachel<br />

pidió cuatro <strong>de</strong> aquellos sillones por catálogo, con el nombre <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> ellos.<br />

Ellie casi no cabía en el sillón <strong>de</strong> Gage. El asiento se combaba como si fuera<br />

a romperse <strong>de</strong> un momento a otro. La niña sostenía la fotografía contra el pecho<br />

y tenía los ojos fijos en la pantalla <strong>de</strong>l televisor en la que aparecía una película.<br />

—Ellie, es hora <strong>de</strong> ir a la cama —dijo Louis apagando el aparato.<br />

Ella se levantó con bastante dificultad y plegó el sillón. Al parecer, pensaba<br />

llevárselo a la cama.<br />

Louis titubeó, <strong>de</strong>seando <strong>de</strong>cir algo acerca <strong>de</strong>l sillón, pero se limitó a<br />

preguntar:<br />

—¿Quieres que te tape?<br />

—Sí, gracias.<br />

—¿No… no te gustaría dormir esta noche con mamá?<br />

—No, gracias.<br />

—¿Estás segura?<br />

Ella sonrió ligeramente.<br />

—Sí. Mamá se queda con toda la ropa.<br />

Louis sonrió a su vez.<br />

—Pues vamos.<br />

Ellie no trató <strong>de</strong> meter el sillón en la cama, sino que lo puso junto a la<br />

cabecera. A Louis se le ocurrió entonces una analogía absurda: el consultorio <strong>de</strong>l<br />

psiquiatra más pequeño <strong>de</strong>l mundo.<br />

Mientras se <strong>de</strong>snudaba, Ellie <strong>de</strong>jó la fotografía encima <strong>de</strong> la almohada, pero<br />

cuando se hubo puesto el pijama, la cogió, se la llevó al cuarto <strong>de</strong> baño, la <strong>de</strong>jó<br />

mientras se lavaba, se enjuagaba la boca y tomaba su tableta <strong>de</strong> flúor, y luego<br />

volvió a cogerla y se acostó con ella.<br />

Louis se sentó en la cama y le dijo:<br />

—Quiero que sepas, Ellie, que si seguimos queriéndonos podremos resistirlo.<br />

Pronunciar cada una <strong>de</strong> estas palabras fue como empujar una carretilla<br />

cargada <strong>de</strong> balas <strong>de</strong> algodón mojadas, y la suma <strong>de</strong>l esfuerzo le <strong>de</strong>jó exhausto.<br />

—Voy a <strong>de</strong>searlo mucho y a rezar mucho a Dios para que Gage vuelva.<br />

—Ellie…<br />

—Dios pue<strong>de</strong> llevárselo y pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>volvérnoslo. Él lo pue<strong>de</strong> todo.<br />

—Ellie, Dios no hace esas cosas —dijo Louis, violento, acordándose <strong>de</strong><br />

Church encaramado en la tapa <strong>de</strong>l inodoro, mirándolo con sus ojos terrosos<br />

mientras él se bañaba.<br />

—Sí que las hace —dijo Ellie—. En clase <strong>de</strong> catecismo, la maestra nos habló<br />

<strong>de</strong> ese sujeto, Lázaro. Estaba muerto, y Jesús lo hizo vivir otra vez. Le dijo

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