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Cementerio de animales - Stephen King

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—Missy, ¿harías el favor <strong>de</strong> firmar? —dijo. Y, puesto que parecía que se imponía<br />

añadir algo, explicó—: Para Rachel.<br />

—Oh, pues claro. Pobre Louis y pobre Rachel. —Y, <strong>de</strong> pronto, Louis supo lo<br />

que iba a <strong>de</strong>cirle a continuación, algo que él, sin saber por qué, estaba temiendo.<br />

Sí; y a venía, como una negra bala <strong>de</strong> grueso calibre disparada por un asesino, y<br />

él comprendió que aquella bala le heriría una y otra vez durante los interminables<br />

noventa minutos siguientes y por la tar<strong>de</strong>, otra vez mientras sangraban todavía las<br />

heridas <strong>de</strong> la mañana.<br />

—Gracias a Dios, no sufrió, Louis. Por lo menos, fue rápido.<br />

« Sí, muy rápido —le hubiera dicho él, ah, cómo la haría llorar oír aquello. Y<br />

Louis sintió el malévolo impulso <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo, <strong>de</strong> escupirle las palabras a la cara—.<br />

Fulminante, y por eso está cerrado el ataúd, y es que no había por dón<strong>de</strong><br />

agarrarlo, aunque Rachel y yo fuéramos <strong>de</strong> los que visten a los parientes muertos<br />

con sus mejores galas, como si fueran maniquíes <strong>de</strong> escaparate, y les pintan la<br />

cara. Fue muy rápido, Missy mona, todo fue salir a la carretera y quedar tirado,<br />

pero un buen trecho más allá, frente a la casa <strong>de</strong> los Ringer. Lo golpeó, lo mató y<br />

luego lo arrastró y más nos valdrá pensar que fue rápido. Un centenar <strong>de</strong> metros<br />

o más, el largo <strong>de</strong> un campo <strong>de</strong> fútbol. Yo corría, Missy, gritando su nombre,<br />

como si esperase que aún estuviera vivo; yo, un médico. Corrí diez metros y allí<br />

estaba su gorra <strong>de</strong> béisbol, veinte metros y una zapatilla <strong>de</strong> “La guerra <strong>de</strong> las<br />

galaxias”, cuarenta metros y el camión y a se había salido <strong>de</strong> la carretera, y<br />

estaba con la caja, doblado hacia un lado, en el campo que hay <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l<br />

granero <strong>de</strong> los Ringer. De las casas salía la gente y y o seguía gritando su nombre,<br />

Missy, y a los cincuenta metros, estaba el jersey, vuelto <strong>de</strong>l revés, y a los setenta,<br />

la otra zapatilla y, luego, Gage» .<br />

Bruscamente, la capilla se puso toda gris. Los objetos se borraron <strong>de</strong> su vista.<br />

Sentía levemente que el pico <strong>de</strong> la mesa que sostenía el álbum se le clavaba en la<br />

palma <strong>de</strong> la mano, pero eso era todo.<br />

—¿Louis? —La voz <strong>de</strong> Missy. Lejana. Arrullo <strong>de</strong> palomas en los oídos.<br />

—¿Louis? —Ahora, más cerca. Alarmada.<br />

Las formas recobraron su perfil.<br />

—¿Te encuentras bien?<br />

—Muy bien —sonrió él—. Estoy bien, Missy.<br />

Missy firmó por ella y por su marido —David Dandridge y esposa— con su<br />

estilográfica Palmer y <strong>de</strong>bajo puso la dirección: Carretera <strong>de</strong> Bucksport, 67.<br />

Luego, levantó los ojos hacia Louis y <strong>de</strong>svió la mirada rápidamente, como si<br />

fuera un crimen vivir en la carretera don<strong>de</strong> había muerto Gage.<br />

—Valor, Louis —susurró.<br />

David Dandridge le estrechó la mano murmurando por lo bajo mientras la

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