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Cementerio de animales - Stephen King

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Al día siguiente, Ellie se acercó a Louis con semblante preocupado. Louis<br />

estaba en su pequeño estudio construyendo uno <strong>de</strong> sus mo<strong>de</strong>los a escala. Éste era<br />

un Rolls Roy ce Silver Ghost 1917: 680 componentes y más <strong>de</strong> cincuenta piezas<br />

móviles. Lo tenía casi terminado, y a Louis y a le parecía estar viendo al chófer<br />

<strong>de</strong> librea, <strong>de</strong>scendiente directo <strong>de</strong> los cocheros ingleses <strong>de</strong>l siglo XVIII o XIX,<br />

sentado al volante con empaque majestuoso.<br />

Louis era un apasionado <strong>de</strong> los mo<strong>de</strong>los a escala <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tenía diez años.<br />

Empezó con un Spad <strong>de</strong> la Primera Guerra Mundial que le compró su tío Carl,<br />

siguió con casi todos los aeroplanos Revell y, y a <strong>de</strong> adolescente, pasó a cosas más<br />

importantes. Tuvo su época <strong>de</strong> barcos en botellas, su época <strong>de</strong> artilugios <strong>de</strong><br />

guerra y hasta su época <strong>de</strong> armas. Sus armas estaban tan bien imitadas que<br />

parecía imposible que no se disparasen al apretar el gatillo. Hacía Colts,<br />

Winchesters, Lugers y hasta una Buntline Special. Durante los cinco años últimos,<br />

se había <strong>de</strong>dicado a los gran<strong>de</strong>s trasatlánticos. En su <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> la universidad<br />

tenía una reproducción <strong>de</strong>l Lusitania y otra <strong>de</strong>l Titanic, y un mo<strong>de</strong>lo a escala <strong>de</strong>l<br />

Andrea Doria, terminado poco antes <strong>de</strong> que salieran <strong>de</strong> Chicago, navegaba sobre<br />

la repisa <strong>de</strong> la chimenea <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> estar. Ahora había pasado a los coches<br />

clásicos y, a juzgar por el ritmo que hasta entonces llevara su afición,<br />

transcurrirían cuatro o cinco años antes <strong>de</strong> que sintiera el afán <strong>de</strong> reproducir otros<br />

ingenios. Rachel contemplaba este único hobby <strong>de</strong> su marido con<br />

con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia femenina no exenta, según creía él, <strong>de</strong> cierto <strong>de</strong>sdén:<br />

seguramente, incluso tras diez años <strong>de</strong> matrimonio ella esperaba todavía que lo<br />

superase con la edad. Tal vez esta actitud reflejaba, en cierta medida, la<br />

convicción <strong>de</strong> su padre que seguía crey endo, ahora con la misma firmeza que<br />

cuando Rachel se casó con Louis, que le había tocado en suerte un y erno imbécil.<br />

« Pue<strong>de</strong> que ella tenga razón —pensaba Louis—. Tal vez un buen día me<br />

<strong>de</strong>spierte, a mis treinta y siete años, suba todos estos cachivaches al <strong>de</strong>sván y me<br />

<strong>de</strong>dique al vuelo en ala <strong>de</strong>lta» .<br />

Pero ahora Ellie traía la cara muy seria.<br />

A lo lejos, en el aire limpio <strong>de</strong> la mañana, se oía el perfecto sonido dominical<br />

<strong>de</strong> la campana <strong>de</strong> la iglesia llamando a los fieles.<br />

—Hola, papá.<br />

—Hola, tesoro, ¿qué me cuentas?<br />

—Oh, nada —dijo Ellie. Pero su cara <strong>de</strong>cía otra cosa; su cara <strong>de</strong>cía que había<br />

mucho que contar, y no precisamente fabuloso, qué va. Tenía el pelo recién<br />

lavado y suelto sobre los hombros. Con aquella luz parecía más rubio, y se<br />

disimulaba su ten<strong>de</strong>ncia a oscurecerse. Llevaba vestido, y Louis reparó en que su

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