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Cementerio de animales - Stephen King

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31<br />

Fue pasando el invierno. Ellie recobró la fe en Papá Noel —por lo menos,<br />

temporalmente— gracias a las huellas <strong>de</strong> la bota. Gage abrió sus regalos<br />

espléndidamente, parándose <strong>de</strong> vez en cuando a masticar un pedacito <strong>de</strong> papel <strong>de</strong><br />

aspecto suculento. Y aquel año, a media tar<strong>de</strong>, los dos niños estaban jugando con<br />

las cajas.<br />

En Nochevieja, los Crandall entraron a <strong>de</strong>gustar el ponche <strong>de</strong> huevo que<br />

había preparado Rachel, y Louis, insensiblemente, empezó a examinar a Norma<br />

con disimulo. Tenía una pali<strong>de</strong>z y una fragilidad que él había visto en otros casos.<br />

Su abuela habría dicho que Norma había dado un « bajón» , y no era <strong>de</strong>sacertada<br />

la expresión. Sus manos, hinchadas y <strong>de</strong>formadas por la artritis, se habían<br />

cubierto <strong>de</strong> manchas oscuras <strong>de</strong> la noche a la mañana. Y tenía el pelo más pobre.<br />

Los Crandall se fueron a su casa a eso <strong>de</strong> las diez, y los Creed recibieron al Año<br />

Nuevo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l televisor. Aquélla fue la última vez que Norma estuvo en la<br />

casa.<br />

Fueron unas Navida<strong>de</strong>s lluviosas y templadas. Si bien, por un lado el <strong>de</strong>shielo<br />

prematuro permitía a Louis ahorrar en calefacción, por otro lado, las brumas<br />

resultaban <strong>de</strong>primentes y agobiantes. Louis pasaba el tiempo haciendo chapuzas<br />

en la casa, fabricando librerías y armarios para Rachel y construyendo un<br />

Porsche en miniatura para él. Cuando, el 23 <strong>de</strong> enero, se reanudaron las clases,<br />

Louis se alegró <strong>de</strong> volver a la universidad.<br />

Por fin llegó la gripe —en el « campus» se <strong>de</strong>claró una epi<strong>de</strong>mia bastante<br />

fuerte menos <strong>de</strong> una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se reanudara el curso— y Louis<br />

tuvo que trabajar <strong>de</strong> firme; algunos días, diez y hasta doce horas, pero ello no le<br />

<strong>de</strong>sagradaba.<br />

Aquel período relativamente templado acabó brusca y espectacularmente el<br />

29 <strong>de</strong> enero, con una fuerte ventisca seguida <strong>de</strong> una semana <strong>de</strong> temperaturas<br />

inferiores a los veinte grados bajo cero. Un día, mientras Louis examinaba una<br />

fractura <strong>de</strong> brazo <strong>de</strong> un muchacho que creía —vanamente, en opinión <strong>de</strong> Louis—<br />

po<strong>de</strong>r jugar al béisbol aquella primavera, una <strong>de</strong> las enfermeras auxiliares<br />

asomó la cabeza para <strong>de</strong>cirle que su esposa le llamaba por teléfono.<br />

Louis contestó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el <strong>de</strong>spacho. Rachel estaba llorando. Esto le alarmó. « Es<br />

Ellie —pensó—. Se ha caído <strong>de</strong>l trineo y se ha roto un brazo. O se ha abierto la<br />

cabeza» . Recordó con angustia el acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los seis estudiantes borrachos.<br />

—¿Rachel? —preguntó—. ¿Se ha hecho daño alguno <strong>de</strong> los niños?<br />

—No, no —respondió ella, llorando con más fuerza—. No es uno <strong>de</strong> los niños.<br />

Es Norma, Lou. Norma Crandall. Murió esta mañana, a eso <strong>de</strong> las ocho, dice Jud<br />

que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno. Vino a ver si estabas, pero tú te habías marchado

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