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Cementerio de animales - Stephen King

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loques <strong>de</strong> apartamentos diseminados por el otro lado <strong>de</strong> la calle.<br />

Louis se quedó mirando la copa <strong>de</strong>l árbol tras el que se había escondido.<br />

Mismamente encima <strong>de</strong> su cabeza estaba la horquilla. Sería fácil…<br />

Sin darse tiempo para pensarlo, se izó hasta la horquilla, apoy ándose en el<br />

tronco con las suelas <strong>de</strong> sus zapatillas y haciendo caer fragmentos <strong>de</strong> corteza.<br />

Afianzó una rodilla y al momento estaba <strong>de</strong> pie sobre la horquilla <strong>de</strong>l árbol. Si el<br />

coche-patrulla volvía en aquel momento, el foco iluminaría a un extraño pájaro<br />

posado en el olmo. Tenía que moverse <strong>de</strong>prisa.<br />

Subió a otra rama que se extendía por encima <strong>de</strong> la reja. Sentía la absurda<br />

sensación <strong>de</strong> tener otra vez doce años. El árbol no estaba quieto, sino que se<br />

balanceaba suave, casi sosegadamente, a impulsos <strong>de</strong>l viento. Louis calculó<br />

distancias y, a<strong>de</strong>lantándose al miedo, se colgó <strong>de</strong> la rama con las manos. La<br />

rama era tal vez un poco más gruesa que la muñeca <strong>de</strong> un hombre robusto.<br />

Colgado <strong>de</strong> las manos, con las zapatillas bailando a casi dos metros y medio <strong>de</strong>l<br />

suelo, Louis fue avanzando hacia la reja. La rama se vencía, pero no parecía que<br />

fuera a romperse. Con el rabillo <strong>de</strong>l ojo, Louis distinguía su sombra sobre la<br />

acera, como la silueta <strong>de</strong> un mono contrahecho. El viento le helaba las<br />

empapadas axilas y empezó a tiritar a pesar <strong>de</strong> que el sudor le resbalaba por la<br />

cara y el cuello. A cada uno <strong>de</strong> sus movimientos, la rama caía y bailaba. A<br />

medida que él se separaba <strong>de</strong>l tronco el balanceo <strong>de</strong> la rama se hacía más<br />

pronunciado. Le dolían las palmas <strong>de</strong> las manos y las muñecas y empezó a<br />

temer que la rama se le escurriera entre los <strong>de</strong>dos sudorosos.<br />

Por fin llegó a la reja. Sus zapatillas quedaban a un palmo por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las<br />

puntas. Vistas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí, aquellas puntas parecían más agudas todavía. Pero,<br />

agudas o no, allí peligraba algo más que los testículos. Si se caía encima <strong>de</strong><br />

aquellas lanzas, su propio peso haría que se le clavaran hasta los pulmones. En su<br />

próxima ronda, los policías encontrarían una lúgubre colgadura en la reja <strong>de</strong><br />

Pleasantview.<br />

Respirando <strong>de</strong>prisa, sin llegar a ja<strong>de</strong>ar, Louis buscó las puntas <strong>de</strong> la reja con<br />

los pies, para <strong>de</strong>scansar un momento. Así estuvo unos instantes, con los pies<br />

danzando en el aire, buscando apoyo y sin encontrarlo.<br />

Le enfocó una luz que aumentaba <strong>de</strong> intensidad.<br />

« ¡Mierda, un coche! ¡Ahora viene un coche!» .<br />

Trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>slizar las manos hacia a<strong>de</strong>lante, pero las palmas le resbalaron y se<br />

<strong>de</strong>shizo el nudo <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos.<br />

Aún buscando un punto <strong>de</strong> apoyo, volvió la cabeza hacia la izquierda y miró<br />

por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l tenso brazo. Era un coche, pero pasó rápidamente calle arriba, sin<br />

frenar en el cruce. Menos mal. Si llega a…<br />

Las manos le resbalaron otra vez. Sintió que le caían en la cabeza trozos <strong>de</strong><br />

corteza.<br />

Uno <strong>de</strong> sus pies encontró apoy o, pero la otra pernera <strong>de</strong>l pantalón se había

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