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Cementerio de animales - Stephen King

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juegos, un triciclo enorme, vestiditos para las muñecas, una cocina con una<br />

bombilla que se encendía, etcétera.<br />

Los dos se sentaron a la luz <strong>de</strong>l árbol, Rachel con un pijama <strong>de</strong> seda y Louis<br />

con la bata, a armar los cachivaches. Él no recordaba haber pasado en toda su<br />

vida una velada más agradable. Había fuego en la chimenea y, <strong>de</strong> vez en cuando,<br />

uno <strong>de</strong> los dos se levantaba y echaba un tronco <strong>de</strong> abedul.<br />

« Winston Churchill» pasó rozando a Louis una vez, y él lo apartó con una<br />

sensación <strong>de</strong> repugnancia casi instintiva… Aquel olor. Luego, vio que el animal<br />

trataba <strong>de</strong> echarse al lado <strong>de</strong> Rachel, pero ella lo ahuy entó con un « ¡Fuera!»<br />

impaciente. Un momento <strong>de</strong>spués, Louis observó que su mujer se pasaba la<br />

palma <strong>de</strong> la mano por el muslo con el a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong>l que cree haber tocado algo<br />

sucio o infecto. Él habría jurado que lo hacía maquinalmente.<br />

Church se fue hacia la chimenea y se <strong>de</strong>jó caer pesadamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />

fuego. El gato había perdido toda su elegancia <strong>de</strong> movimientos: la perdió una<br />

noche <strong>de</strong> la que Louis prefería no acordarse. Y perdió algo más. Louis sabía que<br />

le faltaba algo, pero tardó casi un mes en advertir lo que era. El gato y a no<br />

ronroneaba; él, que parecía un motor, especialmente cuando dormía. Había<br />

algunas noches en las que Louis tenía que levantarse a cerrar la puerta <strong>de</strong> la<br />

habitación <strong>de</strong> Ellie, para po<strong>de</strong>r dormir.<br />

Pero ahora el gato dormía en silencio. Como un muerto.<br />

Aunque hubo una excepción. Fue la noche en que Louis <strong>de</strong>spertó en el sofácama<br />

con el gato enroscado encima <strong>de</strong>l pecho, como una manta pestilente…<br />

Aquella noche Church ronroneaba o, por lo menos, hacía ruido.<br />

Pero, tal como suponía Jud Crandall, no todo fueron inconvenientes. Louis<br />

<strong>de</strong>scubrió que una <strong>de</strong> las ventanas <strong>de</strong>l sótano, la que quedaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cal<strong>de</strong>ra,<br />

tenía un cristal roto. Cuando el vidriero lo cambió, el consumo <strong>de</strong> fuel <strong>de</strong>scendió<br />

apreciablemente. Louis pensaba que tenía que estar agra<strong>de</strong>cido a Church por<br />

haber llamado su atención hacia aquella abertura que él, <strong>de</strong> no ser por el animal,<br />

tal vez hubiera tardado semanas, o meses, en <strong>de</strong>scubrir.<br />

Ellie y a no consentía que Church durmiera con ella, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego; pero, a<br />

veces, mientras miraba la tele, <strong>de</strong>jaba que el gato echara un sueñecito en su<br />

regazo. Aunque, según pensaba Louis mientras buscaba en la bolsa los<br />

mecanismos <strong>de</strong> plástico para armar el triciclo <strong>de</strong> Ellie, la niña casi siempre<br />

acababa por echarlo diciendo: « Vete, Church, que hueles mal» . De todos modos,<br />

seguía dándole <strong>de</strong> comer a diario cariñosamente, y hasta el propio Gage<br />

propinaba al animal algún que otro tirón <strong>de</strong> cola…, más amistoso que mal<br />

intencionado, <strong>de</strong> eso estaba seguro Louis. Parecía un minifraile sacudiendo una<br />

peluda cuerda <strong>de</strong> campana. Entonces Church se refugiaba lánguidamente bajo<br />

un radiador, fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> Gage.<br />

« Tal vez en un perro hubiéramos notado más la diferencia —pensó Louis—.<br />

Los gatos son esquivos por naturaleza. Esquivos y extraños. Incluso huraños» . No

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