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Cementerio de animales - Stephen King

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Tú piensas que te digo todo esto porque ahora y a puedo, oh, sí, ahora y a tiene lo<br />

que quería, y una vez quiso comprarme; pero…, pero, Louis, y o te juro…<br />

—Basta —dijo Louis suavemente—. No puedo…, no puedo resistir más. —<br />

Ahora también a él le temblaba la voz—. ¿De acuerdo?<br />

—De acuerdo —dijo Goldman suspirando. Louis pensó que era un suspiro <strong>de</strong><br />

alivio—. Pero <strong>de</strong>ja que te diga una vez más que lo siento. No tienes que aceptar<br />

mis disculpas, pero te he llamado para <strong>de</strong>cirte esto, Louis, lo siento.<br />

—Está bien —dijo Louis. Cerró los ojos. Le martilleaban las sienes—.<br />

Gracias, Irwin. Acepto tus disculpas.<br />

—Gracias a ti —dijo Goldman—. Y gracias por <strong>de</strong>jarlas venir. Tal vez a las<br />

dos les convenga. Nos veremos en el aeropuerto.<br />

—Conforme —dijo Louis, y <strong>de</strong> pronto se le ocurrió una i<strong>de</strong>a, una i<strong>de</strong>a<br />

atractiva y <strong>de</strong>scabellada por su misma sensatez. Olvidaría el pasado… y <strong>de</strong>jaría<br />

a Gage en su tumba <strong>de</strong> Pleasantview. En lugar <strong>de</strong> tratar <strong>de</strong> abrir una puerta que<br />

se había cerrado, daría dos vueltas a la cerradura y tiraría la llave. Haría<br />

precisamente lo que había dicho a su mujer que iba a hacer: cerrar la casa y<br />

tomar un avión para Chicago. Podrían pasar allí todo el verano él, su mujer y su<br />

bondadosa hija. Irían al zoológico, al planetárium y a remar al lago. Llevaría a<br />

Ellie a la azotea <strong>de</strong> la torre Sears para mostrarle la gran llanura <strong>de</strong>l Medio Oeste,<br />

aquel enorme tablero, fértil y apacible. Luego, a mediados <strong>de</strong> agosto, regresarían<br />

a esta casa, ahora tan triste y sombría y tal vez sería como volver a empezar. Tal<br />

vez entonces pudieran empezar a tejer con hilo nuevo. Lo que ahora había en el<br />

telar <strong>de</strong> los Creed era un paño horrendo, manchado <strong>de</strong> sangre coagulada.<br />

Pero ¿no sería eso como asesinar a su hijo? ¿Como matarlo otra vez?<br />

En su interior, una voz trataba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que no; pero él la hizo callar<br />

bruscamente.<br />

—Irwin, tengo que colgar. Quiero ir a ver si Rachel necesita algo y procurar<br />

que se acueste cuanto antes.<br />

—Está bien. Adiós, Louis. Y una vez más…<br />

« Como me diga otra vez que lo siente, grito» .<br />

—Adiós, Irwin —dijo, y colgó el teléfono.<br />

Rachel estaba en medio <strong>de</strong> un gran <strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> prendas <strong>de</strong> vestir: blusas<br />

encima <strong>de</strong> la cama, sujetadores colgados <strong>de</strong>l respaldo <strong>de</strong> las butacas, perchas <strong>de</strong><br />

pantalones en el picaporte, zapatos alineados como soldaditos <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

ventana… Rachel parecía trabajar <strong>de</strong>spacio, pero a conciencia. Louis advirtió<br />

que iba a necesitar por lo menos tres maletas (o tal vez cuatro) y comprendió<br />

también que <strong>de</strong> nada serviría discutir, por lo que, en lugar <strong>de</strong> protestar, optó por<br />

ay udarla.<br />

—Louis —dijo ella cuando hubieron cerrado la última maleta (él tuvo que

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