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Cementerio de animales - Stephen King

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Louis lanzó el pico y la pala <strong>de</strong>scuidadamente al interior <strong>de</strong>l garaje y se quedó<br />

unos momentos en la puerta, mirando en la dirección por la que había venido, y,<br />

luego, al cielo. Eran las cuatro y cuarto y y a no podía tardar en amanecer. La luz<br />

<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber recorrido ya las tres cuartas partes <strong>de</strong>l Atlántico; pero aquí, en<br />

Ludlow, aún imperaba la noche. El viento no amainaba.<br />

Entró en el garaje, avanzó a tientas a lo largo <strong>de</strong> la pared y abrió la puerta<br />

trasera. Cruzó la cocina sin encen<strong>de</strong>r la luz y se metió en el pequeño cuarto <strong>de</strong><br />

baño contiguo al comedor. Allí encendió la luz y lo primero que vio fue a Church<br />

enroscado encima <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pósito y mirándole con aquellos ojos terrosos, entre<br />

amarillos y ver<strong>de</strong>s.<br />

—Church, creí que alguien te había sacado.<br />

El gato le miraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pósito. Sí; alguien había sacado a Church.<br />

Él había sacado a Church, lo recordaba perfectamente. Como recordaba haber<br />

mandado arreglar el cristal <strong>de</strong> la ventana <strong>de</strong>l sótano y pensado entonces que y a<br />

estaba resuelto el problema. Pero ¿a quién pretendía engañar con eso? Cuando<br />

Church quería entrar, Church entraba. Porque ahora Church era diferente.<br />

Eso no importaba. Con esta abulia y este agotamiento, nada parecía importar.<br />

Ahora se sentía infrahumano como uno <strong>de</strong> esos estúpidos zombies <strong>de</strong> película <strong>de</strong><br />

George Romero, o alguien salido <strong>de</strong>l poema <strong>de</strong> los hombres vacíos <strong>de</strong> T. S. Eliot.<br />

« Hubiera tenido que ser un par <strong>de</strong> ásperas garras que corrieran por el Pequeño<br />

Dios Pantano y el cementerio micmac» , pensó riendo entre dientes.<br />

—Una cabeza llena <strong>de</strong> serrín, Church —dijo con aquella voz <strong>de</strong>stemplada<br />

mientras se <strong>de</strong>sabrochaba la camisa—. Ese soy y o. Pue<strong>de</strong>s estar seguro.<br />

Tenía un hermoso car<strong>de</strong>nal sobre las costillas <strong>de</strong>l lado izquierdo y la rodilla<br />

que chocara contra la lápida estaba hinchándose como un globo y mostraba un<br />

feo tono morado. Louis supuso que en cuanto <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> doblarla, la articulación<br />

le quedaría tiesa, como si la hubieran metido en cemento. Parecía una <strong>de</strong> esas<br />

lesiones que recuerdas durante el resto <strong>de</strong> tu vida, sobre todo cuando amenaza<br />

lluvia.<br />

Alargó el brazo para acariciar a Church, pues necesitaba un poco <strong>de</strong><br />

consuelo; pero el gato saltó al suelo tambaleándose con aquel aire <strong>de</strong> borracho<br />

que nada tenía <strong>de</strong> felino, lanzando a Louis una amarilla mirada <strong>de</strong> indiferencia al<br />

salir.<br />

En el botiquín había linimento. Louis bajó la tapa <strong>de</strong> la taza <strong>de</strong>l aseo, se sentó<br />

y se untó la rodilla. Luego, con mano torpe, se dio una friega en los riñones.<br />

Luego, fue a la sala, encendió la luz <strong>de</strong>l vestíbulo y se quedó unos momentos<br />

al pie <strong>de</strong> la escalera, mirando en torno con expresión estúpida. ¡Qué extraño se le<br />

antojaba todo! Allí mismo estaba él la víspera <strong>de</strong> Navidad, cuando dio el zafiro a<br />

Rachel. Lo llevaba en el bolsillo <strong>de</strong> la bata. Aquélla era la butaca en la que trató

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