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Cementerio de animales - Stephen King

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aquellas toscas estelas había verda<strong>de</strong>s que incluso la mano <strong>de</strong> una niña podía<br />

palpar.<br />

Hubiera sido fácil mentir ahora, como había mentido antes sobre la vida<br />

media <strong>de</strong> los gatos. Pero la mentira se recordaría más a<strong>de</strong>lante y tal vez se<br />

inscribiera en la ficha que todos los hijos extien<strong>de</strong>n sobre sus padres. Su propia<br />

madre le había contado a él una <strong>de</strong> aquellas mentiras: la mentira inocente <strong>de</strong> que<br />

las mujeres encuentran a los niños entre la hierba fresca cuando realmente los<br />

<strong>de</strong>sean. Pero, pese a lo inocente <strong>de</strong> la mentira, Louis nunca se la perdonó a su<br />

madre; ni se perdonó a sí mismo por haberla creído.<br />

—Cariño, eso forma parte <strong>de</strong> la vida.<br />

—¡Una parte « muy mala» ! —gritó ella—. ¡Muy mala!<br />

No había respuesta para esto. Ellie siguió llorando. Al fin <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> llorar.<br />

Aquél era el primer paso dirigido a establecer una paz precaria con una verdad<br />

inmutable.<br />

Louis abrazaba a su hija mientras escuchaba el repique <strong>de</strong> campanas <strong>de</strong>l<br />

domingo por la mañana que flotaba en el aire, sobre los campos <strong>de</strong> septiembre, y<br />

tardó algún tiempo en darse cuenta, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que cesara el llanto, <strong>de</strong> que Ellie,<br />

al igual que Church, se había dormido.<br />

Louis subió a <strong>de</strong>jar a la niña en la cama y luego bajó a la cocina, don<strong>de</strong> Rachel<br />

estaba batiendo la masa <strong>de</strong>l pastel con un brío un tanto exagerado. Se mostró<br />

sorprendida <strong>de</strong> que Ellie se hubiera quedado dormida a media mañana; no era<br />

propio <strong>de</strong> ella.<br />

—No —dijo Rachel, <strong>de</strong>jando el cuenco en el mostrador con un golpe seco—;<br />

no acostumbra hacerlo. Pero me parece que ha estado <strong>de</strong>spierta casi toda la<br />

noche. La oí rebullir, y Church pidió para salir a eso <strong>de</strong> las tres. Sólo lo hace<br />

cuando ella está nerviosa.<br />

—Pero ¿por qué…?<br />

—¡Vamos, tú sabes perfectamente por qué! —dijo Rachel, furiosa—. ¡Ese<br />

dichoso cementerio! La impresionó, Lou. Era el primer cementerio que ella veía<br />

y … la trastornó. No creas que pienso escribir una cartita <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento a tu<br />

amigo Jud Crandall por esa excursión.<br />

« Vaya, ahora resulta que es mi amigo» , pensó Louis, perplejo y dolido.<br />

—Rachel…<br />

—Y no quiero que la niña vuelva a ese sitio.<br />

—Rachel, lo que dijo Jud <strong>de</strong>l camino es verdad.<br />

—No me refiero al camino, y tú lo sabes perfectamente —dijo Rachel,<br />

tomando el cuenco y poniéndose a batir el pastel con más fuerza que antes—. Es<br />

ese maldito lugar. Es morboso. Eso <strong>de</strong> que los niños cui<strong>de</strong>n las tumbas y limpien<br />

el camino… es malsano, no hay otra palabra. Si los críos <strong>de</strong> este pueblo están

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