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Cementerio de animales - Stephen King

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39<br />

—Por aquel entonces, durante la guerra, el tren todavía paraba en Orrington,<br />

y Bill Baterman tenía un coche fúnebre en la estación, esperando al mercancías<br />

que traía el cuerpo <strong>de</strong> su hijo Timmy. El féretro fue <strong>de</strong>scargado por cuatro<br />

obreros <strong>de</strong>l ferrocarril. Yo era uno <strong>de</strong> ellos. En el tren viajaba un soldado <strong>de</strong> la<br />

Sección <strong>de</strong> Tumbas y Registros, la versión militar <strong>de</strong> una empresa <strong>de</strong> pompas<br />

fúnebres, Louis, pero ni asomó la cabeza. Estaba borracho en un vagón en el que<br />

aún quedaban otros doce ataú<strong>de</strong>s.<br />

« Pusimos a Timmy en un furgón Cadillac, <strong>de</strong> los que por aquel entonces aún<br />

se llamaban “rápidos”, porque en aquel tiempo la principal preocupación era<br />

poner al muerto bajo tierra antes <strong>de</strong> que oliera mal. Allí estaba Bill Baterman,<br />

con la cara impenetrable y…, no sé…, seca, diría y o. No tenía ni una lágrima.<br />

Huey Garber conducía el tren, y dijo que el tipo <strong>de</strong>l ejército llevaba una ruta<br />

especial. Dijo Huey que a Limestone, en Presque Isle, había llegado un montón<br />

<strong>de</strong> ataú<strong>de</strong>s en avión y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí los ataú<strong>de</strong>s y su acompañante habían<br />

emprendido el viaje hacia el sur.<br />

» El tipo <strong>de</strong>l ejército, se acerca a Huey, saca un quinto <strong>de</strong> whisky <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l blusón <strong>de</strong>l uniforme y le dice con acento sureño: “Señor maquinista, hoy<br />

llevará usted un tren fantasma, ¿no lo sabía?”.<br />

» Huey le dice que no.<br />

» “Pues así es. Por lo menos, así llamamos en Alabama a un tren fúnebre.<br />

Porque yo soy <strong>de</strong> allí, ¿sabe?”. Y Huey dice que el tío saca una lista <strong>de</strong>l bolsillo y<br />

la mira: “Empezaremos <strong>de</strong>jando dos <strong>de</strong> estos ataú<strong>de</strong>s en Houlton, luego tengo<br />

uno para Passadumkeag, dos para Bangor, uno para Derry, uno para Ludlow,<br />

etcétera. Me siento como un maldito lechero. ¿No quiere un trago?”.<br />

» Huey rehúsa el trago, diciendo que la Bangor y Aroostook es muy<br />

quisquillosa con los maquinistas a los que les huele el aliento, y el militar no se lo<br />

toma a mal, como tampoco Huey le reprocha al otro su borrachera. Hasta se dan<br />

la mano.<br />

» Y emprendieron el viaje, <strong>de</strong>jando ataú<strong>de</strong>s con la ban<strong>de</strong>ra a cada dos o tres<br />

estaciones. Había unos dieciocho o veinte en total. Dijo Huey que tenían que<br />

llegar hasta Boston, y en todas las estaciones había familias que lloraban, en todas<br />

menos en Ludlow… En Ludlow estaba Bill Baterman que, según él, parecía que<br />

estuviera muerto por <strong>de</strong>ntro y sólo esperara que el alma empezara a olerle mal.<br />

Huey me contó <strong>de</strong>spués que cuando acabó el viaje fue a <strong>de</strong>spertar al <strong>de</strong>l ejército<br />

y juntos recorrieron quince o veinte bares, y Huey agarró la borrachera más<br />

gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> su vida, y <strong>de</strong>spués fue a ver a una puta, algo que no había hecho<br />

nunca, y luego <strong>de</strong>spertó con una gonorrea fenomenal, y dijo que si eso era un

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