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Cementerio de animales - Stephen King

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—Ya estoy aquí —dijo él, acercándose y pensando: « Entró. No sé por dón<strong>de</strong>,<br />

pero entró. Por el sótano, seguramente. Estará rota alguna ventana. Tiene que<br />

haber una ventana rota. Mañana lo comprobaré cuando vuelva. No; antes <strong>de</strong><br />

marcharme. Miraré…» .<br />

Gage <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> llorar y empezó a hacer un alarmante gorgoteo <strong>de</strong> asfixia.<br />

—¡Louis! —chilló Rachel.<br />

Louis se movió con rapi<strong>de</strong>z. Gage estaba echado <strong>de</strong> lado, babeando en una<br />

toalla vieja que Rachel había extendido junto a él. Vomitaba, sí, pero no lo<br />

suficiente. La may or parte seguía <strong>de</strong>ntro y el niño empezaba a ponerse morado.<br />

Louis lo levantó por las axilas, sintiéndolo muy caliente a través <strong>de</strong> la tela <strong>de</strong>l<br />

pelele y se lo apoy ó en el hombro, como para hacerle eructar. Luego, Louis saltó<br />

bruscamente hacia atrás, sacudiéndolo con fuerza. La cabeza <strong>de</strong> Gage se<br />

bamboleó violentamente, el niño soltó un rugido que tenía mucho <strong>de</strong> eructo y<br />

expulsó una gran masa <strong>de</strong> un vómito casi sólido que se esparció por el suelo y la<br />

cómoda. Gage volvió a llorar. Era un berrido estri<strong>de</strong>nte que a Louis le sonó a<br />

música. Para gritar así tenía que estar recibiendo un ilimitado suministro <strong>de</strong><br />

oxígeno.<br />

A Rachel se le doblaron las rodillas. Se <strong>de</strong>jó caer en la cama con la cara entre<br />

las manos. Temblaba violentamente.<br />

—Ha estado a punto <strong>de</strong> morir, ¿verdad, Louis? Se ahog… ¡Oh, Dios mío!<br />

Louis paseaba al niño por la habitación. Los berridos <strong>de</strong> Gage habían<br />

menguado hasta convertirse en hiposos suspiros. Ya casi dormía otra vez.<br />

—Las probabilida<strong>de</strong>s son <strong>de</strong> cincuenta a uno que hubiera podido sacarlo él<br />

solo, Rachel. Yo no hice más que echarle una mano.<br />

—Pero le anduvo cerca —dijo ella mirándole con consternación e<br />

incredulidad—. Louis, le ha estado rondando.<br />

De pronto, él la recordó gritándole en la soleada cocina: « Él no va a morir,<br />

nadie <strong>de</strong> esta casa va a morir…» .<br />

—Cariño —dijo Louis—, nos ronda a todos. Constantemente.<br />

Sin duda fue la leche lo que provocó aquel segundo vómito. Rachel le dijo que<br />

Gage se había <strong>de</strong>spertado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las doce, aproximadamente una hora<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Louis se acostara, había lanzado su « grito <strong>de</strong> hambre» y Rachel<br />

le dio un biberón. Luego, antes <strong>de</strong> que acabara <strong>de</strong> tomárselo, se quedó traspuesta.<br />

Una hora <strong>de</strong>spués, habían empezado los espasmos.<br />

Nada <strong>de</strong> leche, dijo Louis, y Rachel asintió casi con humildad. Nada <strong>de</strong> leche.<br />

Louis volvió a bajar alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las dos y cuarto y pasó quince minutos<br />

buscando al gato. Durante la búsqueda, encontró entreabierta la puerta que<br />

comunicaba la cocina con el sótano. Lo que él se había figurado. Recordó que su<br />

madre solía <strong>de</strong>cir que había tenido un gato que se daba muy buena maña en

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