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Cementerio de animales - Stephen King

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—No —dijo ásperamente en voz alta—. No lo conseguirás. ¿Me has oído?<br />

Voy a acabar con esto. Demasiado lejos hemos ido y a.<br />

El viento silbaba en el alero y los árboles <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong> la carretera<br />

agitaban sus hojas con movimiento hipnotizador. Jud retrocedió nuevamente con<br />

el pensamiento hasta aquella noche pasada con sus compañeros frente a la estufa<br />

<strong>de</strong> carbón <strong>de</strong> la nave <strong>de</strong> enganche <strong>de</strong> Brewer que estaba en el sitio que ahora<br />

ocupaban los Muebles Evart. Estuvieron hablando toda la noche, él y George, y<br />

Rene Michaud, y ahora sólo quedaba él. Rene murió aplastado entre dos vagones<br />

<strong>de</strong> mercancías una noche <strong>de</strong> tormenta <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1939 y George Chapin murió<br />

<strong>de</strong> un ataque al corazón ahora hacía un año. Él era el único que quedaba <strong>de</strong> tanta<br />

gente, y los viejos se vuelven estúpidos. A veces la estupi<strong>de</strong>z se disfraza <strong>de</strong><br />

amabilidad, otras veces, <strong>de</strong> vanidad: afán <strong>de</strong> revelar viejos secretos, <strong>de</strong> transmitir<br />

mensajes, <strong>de</strong> trasvasar las cosas a un nuevo recipiente, <strong>de</strong>…<br />

« Y el buhonero judío entra y dice: “Tengo una cosa que no habéis visto<br />

nunca. Unas postales. Parece que lleven puesto el bañador, pero si frotas con un<br />

paño húmedo… —Jud dobló el cuello y su mentón se posó suavemente en el<br />

pecho— …se quedan como vinieron al mundo. Luego se secan y ya están<br />

vestidas otra vez. Y tengo más…”» .<br />

Rene sigue hablando en la nave <strong>de</strong> enganche, sonriendo, con el cuerpo<br />

inclinado hacia a<strong>de</strong>lante. Jud sostiene la botella, siente la botella en la mano y sus<br />

<strong>de</strong>dos se cierran en el aire.<br />

En el cenicero iba creciendo la ceniza <strong>de</strong>l cigarrillo hasta que éste se<br />

consumió, pero conservando perfectamente su forma cilíndrica.<br />

Jud dormía.<br />

Y cuando fuera brillaron las luces <strong>de</strong>l freno y el Honda Civic <strong>de</strong> Louis enfiló<br />

la avenida <strong>de</strong>l jardín unos cuarenta minutos <strong>de</strong>spués y entró en el garaje, Jud no<br />

oy ó nada, ni se movió, ni <strong>de</strong>spertó, como tampoco Pedro, cuando llegaron los<br />

romanos, a pren<strong>de</strong>r a un vagabundo llamado Jesús.

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