03.06.2019 Views

Cementerio de animales - Stephen King

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

« Estuvimos hablando y hablando y por fin <strong>de</strong>cidimos que había que ir a casa<br />

<strong>de</strong> los Baterman. Nunca olvidaré aquella noche, aunque llegue a vivir otros tantos<br />

años como los que tengo ahora. Hacía calor, un calor infernal, y el sol era como<br />

un barreño <strong>de</strong> sangre que cayera por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las nubes. Ninguno <strong>de</strong> nosotros<br />

tenía muchas ganas <strong>de</strong> ir, pero no había más remedio. Norma lo comprendió<br />

antes que nosotros. Se me llevó a<strong>de</strong>ntro con un pretexto y me dijo: “Que no te<br />

convenzan <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo para otro día, Judson. Hay que ocuparse <strong>de</strong> ello cuanto<br />

antes. Es una abominación”.<br />

Jud miró a Louis sin pestañear.<br />

—Así lo llamó ella, Louis. Ésa fue la palabra que usó. Abominación. Y luego<br />

me dijo al oído: « Si ocurre algo, Jud, tú sal corriendo. No te preocupes <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>más; cada cual tendrá que ocuparse <strong>de</strong> sí mismo. Acuérdate <strong>de</strong> lo que te digo<br />

y, si ocurre algo, tú ahueca» .<br />

» Fuimos en el coche <strong>de</strong> Hannibal Benson; el muy canalla siempre tenía<br />

cupones <strong>de</strong> gasolina, no sé cómo se las ingeniaba. No hablábamos mucho, pero<br />

fumábamos como chimeneas. Estábamos asustados, Louis, asustados <strong>de</strong> verdad.<br />

El único que abrió la boca fue Alan Purinton, que dijo a George: “Bill Baterman<br />

ha estado trajinando por los bosques que hay al norte <strong>de</strong> la carretera 15, <strong>de</strong> eso<br />

estoy seguro”. Nadie le contestó, pero recuerdo que George dijo que sí con la<br />

cabeza.<br />

» Bueno, cuando llegamos, Alan llamó a la puerta, pero nadie contestó, así<br />

que dimos la vuelta a la casa y allí los vimos a los dos: Bill Baterman, sentado en<br />

el porche <strong>de</strong> atrás, con una jarra <strong>de</strong> cerveza, y Timmy, <strong>de</strong> pie en el fondo <strong>de</strong>l<br />

jardín, mirando cómo se ponía aquel sol <strong>de</strong> sangre. Tenía la cara color naranja,<br />

como si le hubieran <strong>de</strong>sollado vivo. Y Bill… parecía que el diablo le hubiera<br />

pillado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sus siete años <strong>de</strong> vacas gordas. El cuerpo le bailaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

las ropas. Por lo menos había perdido veinte kilos. Los ojos se le habían hundido<br />

en las cuencas y parecían dos animalitos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su cueva… Y la boca le<br />

temblaba tic-tic-tic hacia la izquierda.<br />

Jud hizo una pausa, reflexionó y luego asintió casi imperceptiblemente:<br />

—Louis, parecía un con<strong>de</strong>nado.<br />

» Timmy volvió la cara y nos sonrió. Sólo <strong>de</strong> verle sonreír te daban ganas <strong>de</strong><br />

gritar. Luego, siguió contemplando la puesta <strong>de</strong> sol. Billy dijo: “No os oí llamar,<br />

chicos”, lo cual era una mentira <strong>de</strong>scarada, pues Alan había aporreado la puerta<br />

con tal fuerza que hubiera podido <strong>de</strong>spertar a un…, a un sordo.<br />

» Como ninguno parecía <strong>de</strong>cidirse a hablar, yo dije: “Billy, dicen que tu chico<br />

murió en Italia”.<br />

» “Eso fue un error”, me contestó mirándome a los ojos.<br />

» “¿Sí?”, digo yo.<br />

» “¿Es que no le ves ahí <strong>de</strong>lante?”, dice él.<br />

« “Entonces, ¿quién crees tú que estaba en el ataúd que enterraste en

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!