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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

quienes la vigilante oposición <strong>de</strong> los papás les veda acercarse. Las bombillas eléctricas y<br />

potentes lámparas <strong>de</strong> kerosene recaldan el ámbito.<br />

A la tar<strong>de</strong> siguiente, los lectores <strong>de</strong>l Listín, leían dos columnas <strong>de</strong> prosa vibrante, sonora,<br />

en la cual Antonio Portocarrero, con el seudónimo <strong>de</strong> un personaje <strong>de</strong> Ibsen, relata sus sensaciones,<br />

dando <strong>de</strong> paso su pellizco a las primeras partes <strong>de</strong> la Compañía por la ejecución<br />

<strong>de</strong> la obra. Al autor lo aplastó con una frase <strong>de</strong> Lemaître. La crónica está esmaltada <strong>de</strong> citas,<br />

<strong>de</strong> nombres <strong>de</strong> dramaturgos y artistas <strong>de</strong> todos los países y épocas. Había exprimido en<br />

ella sus lecturas.<br />

En la noche, en el Parque Colón, Roncoroni se hizo presentar y prodigándole elogios; y<br />

paseando bajo los laureles, se traba pronto entre ambos amistad sincera. Antonio <strong>de</strong>scubrió que<br />

el cómico era una buena persona, culta y discreta, asqueada <strong>de</strong> las cábalas <strong>de</strong> entre bastidores,<br />

alentada por la sola ambición <strong>de</strong> ganar dinero para volver a Italia a <strong>de</strong>scansar; y el artista entrevió<br />

las luchas dolorosas, las injusticias y persecuciones que el escritor pa<strong>de</strong>ce, y le suscita <strong>de</strong>seo<br />

<strong>de</strong> emigrar, <strong>de</strong> tentar la fortuna más allá <strong>de</strong>l horizonte nativo. El cómico era, a<strong>de</strong>más, excelente<br />

cocinero, y con frecuencia, a mediodía, reuníanse ante una fuente <strong>de</strong> macarrones sazonados<br />

con salsa <strong>de</strong> pollo y tomate, o <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>os a la cazadora o <strong>de</strong> una olla <strong>de</strong> arroz a la milanesa, a<br />

cuyo condimento contribuyeran hongos, trufas y marsala, espolvoreada <strong>de</strong> parmesano. En<br />

tales momentos, inspirados por el vino <strong>de</strong> Chianti, acotan el margen <strong>de</strong> sus vidas respectivas.<br />

El artista se había arruinado más <strong>de</strong> una vez, y duélese <strong>de</strong> su tarea ingrata, encarnar tipos que<br />

no le placen, <strong>de</strong> la existencia diaria, ruda brega con los otros y con sí mismo para, sin duda,<br />

quebrar <strong>de</strong> nuevo. Antonio, no había conocido el placer, ni una sola hora <strong>de</strong> voluptuosidad, <strong>de</strong><br />

triunfo, <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. ¿Cómo romper la red en que ambos forcejean? El uno tiene en la Península,<br />

familia que convierte en futilezas el oro <strong>de</strong> su cerebro; el otro, preso en los hilos misteriosos<br />

<strong>de</strong> un reato. Cierto día, el artista le recibe alargándole un recorte impreso: “Mira, eso me lo ha<br />

traído hoy un negrito <strong>de</strong>scalzo, bajo un sobre cerrado dirigido a mí”. Era un artículo en que<br />

meses antes un seudónimo fisgaba con saña en la vida <strong>de</strong> Antonio, casi un pasquín. El cómico,<br />

en payama, erguido sobre el pavés <strong>de</strong> ladrillos, lealmente indignado, exclama con voz rauca y<br />

marcado acento italiano: –“Esto es miserable, mío caro. ¿Y per qué lo hacen? Si has cometido<br />

errores en tu vida política, no me importan, tienes talento y nobleza <strong>de</strong> espíritu. Escápate,<br />

fúgate <strong>de</strong> esta prisión”. Antonio sonríe con tristeza, aquello le hiere humillándole. ¿A quién<br />

daña su amistad? ¡Ah! sí, el aroma <strong>de</strong> los manjares ha trascendido...<br />

Cada noche <strong>de</strong> función, Antonio en el escenario se distrae con el trajín <strong>de</strong> entre bastidores:<br />

los chismes <strong>de</strong> los artistas urdidos en los ensayos, que luego <strong>de</strong>tonan en palabras malsonantes<br />

lanzadas por sobre los tabiques <strong>de</strong> los camerines. Sentado en el umbral <strong>de</strong>l <strong>de</strong> su amigo,<br />

observa atento el tropel <strong>de</strong> los tramoyistas, en el sube y baja <strong>de</strong> los telones que a veces se<br />

resisten a medio camino, provocando la hilaridad <strong>de</strong>l público; los apuros para amoldar a las<br />

cajas las <strong>de</strong>coraciones; las carreras <strong>de</strong> los utileros que acarrean los viejos tereques con que<br />

se amueblan las casas ricas: sillas <strong>de</strong> bejuco, sofás <strong>de</strong>svencijados, camas <strong>de</strong> hierro crujientes,<br />

toscas mesas <strong>de</strong> pino; los gritos <strong>de</strong> los comediantes, que reclaman una espada o una peluca;<br />

la confusión <strong>de</strong> los comparsas, muchachos <strong>de</strong> la ciudad que, metidos en los trajes, presienten<br />

las rechiflas que provocarán cuando les reconozcan sus compañeros <strong>de</strong> las altas galerías; y<br />

las llamadas <strong>de</strong>sesperantes <strong>de</strong>l traspunte que cortan riñas y coloquios.<br />

Antonio, por las confi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong>l director, conoce a la compañía por <strong>de</strong>ntro: celos, perfidias,<br />

envidias. En torno suyo siente el fuego <strong>de</strong> las pasiones, disputándose sus elogios.<br />

Nadie pi<strong>de</strong> sin <strong>de</strong>smedro para otro, todo mérito se empina sobre el <strong>de</strong>fecto ajeno. julieta<br />

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