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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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había <strong>de</strong> ser dignamente imitado en no lejano día. El caudillo español, movido a respetuosa<br />

compasión ante aquel inmerecido infortunio, <strong>de</strong>rramó una lágrima sincera sobre el cadáver<br />

<strong>de</strong>l jefe indio, al que hizo dar honrosa sepultura en el mismo sitio <strong>de</strong> su muerte. La semilla<br />

<strong>de</strong>l bien, <strong>de</strong>positada por el ilustre Las Casas en el ánimo <strong>de</strong> Diego Velázquez, no podía ser<br />

ahogada, y comenzaba a germinar en aquel joven militar, <strong>de</strong> índole bondadosa, aunque<br />

extraviada por las viciosas i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> su tiempo, y por los hábitos <strong>de</strong> en ruda carrera.<br />

XV. Consuelo<br />

MANUEL DE j. GALVÁN | ENRIQUILLO<br />

Llegó felizmente a la metrópoli colonial el licenciado Las Casas, once días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su<br />

partida <strong>de</strong> jaragua. Su notable talento, la amenidad <strong>de</strong> su trato y la bondad <strong>de</strong> su carácter<br />

le habían captado todas las simpatías <strong>de</strong> los moradores, gran<strong>de</strong>s y pequeños, <strong>de</strong> la naciente<br />

ciudad <strong>de</strong> Ozama; y así fue recibido con generales <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> afecto y alegría al<br />

<strong>de</strong>sembarcar en el puerto. Su alojamiento estuvo constantemente lleno <strong>de</strong> amigos que iban a<br />

oír <strong>de</strong> su boca noticias relativas al gobernador Ovando y a los sucesos que había presenciado<br />

en jaragua. Los pobres indígenas, empleados en los trabajos públicos, y los que más sufrían<br />

la opresión <strong>de</strong> los colonos, acudían como atraídos instintivamente por aquel ser benéfico, que<br />

los trataba con amor y liberalidad, preludiando <strong>de</strong> este modo los cien y cien actos heroicos<br />

que más tar<strong>de</strong> le granjearan el hermoso dictado <strong>de</strong> protector <strong>de</strong> los indios.<br />

Las impresiones que el Licenciado había traído <strong>de</strong> jaragua se manifestaban enérgicamente<br />

en sus conversaciones, y la vehemencia <strong>de</strong> su lenguaje, alzándose contra las tiranías<br />

y cruelda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que había sido testigo, le atrajo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces enemista<strong>de</strong>s y animadversión<br />

<strong>de</strong> parte <strong>de</strong> todos aquellos que se habían acostumbrado a consi<strong>de</strong>rar el Nuevo Mundo<br />

como una presa, y a sus naturales como bestias domesticables y <strong>de</strong> explotación usual, ni<br />

más ni menos que el asno o el buey. Muchos <strong>de</strong> los colonos que fueron a visitarle salieron<br />

hondamente disgustados <strong>de</strong> la extremada libertad <strong>de</strong> sus invectivas que herían <strong>de</strong> lleno sus<br />

intereses y contrariaban sus i<strong>de</strong>as favoritas. Las Casas <strong>de</strong>cía altamente que no quería que<br />

los lobos lo tuvieran por amigo.<br />

Uno <strong>de</strong> sus primeros cuidados fue visitar y consolar a Higuemota, cuyo viaje <strong>de</strong>s<strong>de</strong> jaragua<br />

a la capital se había efectuado hacía más <strong>de</strong> dos meses, sin inci<strong>de</strong>nte digno <strong>de</strong> mención.<br />

Llegó la infeliz hija a su <strong>de</strong>stino; supo el fin atroz y afrentoso <strong>de</strong> su madre, y pensó morir <strong>de</strong><br />

dolor al ahogarse en su pecho la quimérica esperanza que había abrigado <strong>de</strong> volver a verla<br />

y vivir en su compañía. Recor<strong>de</strong>mos el ingenioso recurso <strong>de</strong> aquel celebrado pintor griego, 22<br />

que no hallando el medio <strong>de</strong> expresar suficientemente los afectos <strong>de</strong> un padre que ve inmolar<br />

a su amada hija, lo presentó en su cuadro cubierto el rostro con un velo. De igual modo<br />

<strong>de</strong>bemos renunciar al propósito <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir la situación en que quedó el ánimo <strong>de</strong> la pobre<br />

Higuemota, al saber que la infortunada reina <strong>de</strong> jaragua había perecido en horca infame.<br />

Cuando Las Casas la vio, apenas podía conocerla; tal era la <strong>de</strong>macración <strong>de</strong> sus facciones,<br />

el trastorno y la <strong>de</strong>scomposición <strong>de</strong> su antes tan bella y agraciada fisonomía. Ella se reanimó<br />

un tanto al percibir a Las Casas, y una fugaz sonrisa, más triste que las lágrimas, iluminó<br />

como un rayo crepuscular su abatido semblante.<br />

—Animo, señora –le dijo con voz conmovida Las Casas–. El mal que los hombres os<br />

hacen, Dios Nuestro Señor os lo recompensará un día.<br />

22 Timantes: El sacrificio <strong>de</strong> Ifigenia fue el asunto <strong>de</strong> su cuadro.<br />

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