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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

III<br />

Pero entre tanto, ¿quién era verda<strong>de</strong>ramente el simpático personaje que hemos traído<br />

a la escena, y que con tal entusiasmo contribuía a dar animación a las fiestas <strong>de</strong> la patrona<br />

<strong>de</strong> Regla en aquél dichoso valle?<br />

¿Por qué han <strong>de</strong>jado el <strong>de</strong>scuido y la apatía <strong>de</strong> los banilejos que se pierda en la oscuridad<br />

<strong>de</strong> los tiempos la interesante tradición <strong>de</strong> su origen?<br />

¿Por qué, si él vino a resucitar en un rincón <strong>de</strong>l Nuevo Mundo, las justas y los torneos<br />

<strong>de</strong> los pueblos caballerescos, alcanzando en divertida liza aquellas palmas que adjudicaban<br />

las doncellas <strong>de</strong> Peravia a su nunca bien pon<strong>de</strong>rada resistencia, cuando vencía a tantos jóvenes,<br />

jinetes <strong>de</strong> lanza en ristre, que como los galanes <strong>de</strong>l rey don juan, o como los infantes<br />

<strong>de</strong> Aragón, airosos y garridos, al correr <strong>de</strong> sus caballos creían asestarle el golpe en el pecho<br />

o arrebatarle el penacho que adornaba su cimera?<br />

¿Quién como el noble y generoso, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l singular combate que había sostenido, en<br />

el cual concluían sus adversarios por <strong>de</strong>jarlo maltrecho, fustigado y lleno <strong>de</strong> heridas; quién<br />

como él, repetimos, hubiera hecho que se celebrara su muerte entre el regocijo público, corrigiendo<br />

costumbres, con<strong>de</strong>nando abusos y moralizando al pueblo con los sabios consejos<br />

y los legados <strong>de</strong> su famoso testamento?<br />

Don Pedro Leño fue su primitivo nombre. La corruptela vulgar, que siempre tienda a<br />

<strong>de</strong>mocratizarlo todo, para quitarle el titulo <strong>de</strong> Don, le llamó <strong>de</strong>spués Peroleño a secas.<br />

Nació, dicen unos, como los héroes <strong>de</strong> las antiguas leyendas, o como las divinida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

paganismo, envuelto en el misterio y encanto <strong>de</strong> la fábula y al calor <strong>de</strong>l regocijo <strong>de</strong> las primeras<br />

fiestas que se hicieron para levantar el primer templo <strong>de</strong>l pueblo. Otros creen haber hallado<br />

los vestigios <strong>de</strong> su cuna a las faldas <strong>de</strong> Peravia; asegurando que allí viven todavía ancianos<br />

individuos <strong>de</strong> su progenie. Quienes cuentan que fue como Moisés, salvado <strong>de</strong> las aguas, y los<br />

más afirman que luchando contra las iras <strong>de</strong> Neptuno, se <strong>de</strong>sprendió un día <strong>de</strong> la proa <strong>de</strong>l<br />

buque en don<strong>de</strong> lo mantenía aprisionado un merca<strong>de</strong>r; y que luego, como un nuevo Ulises,<br />

venció en su naufragio los irritados mares, llegando sano y salvo a las playas <strong>de</strong> El Agua <strong>de</strong> la<br />

Estancia, que fue como si llegara a la isla <strong>de</strong> Calipso. Allí, entre las arenas, lo <strong>de</strong>scubrieron unos<br />

pescadores, que llenos <strong>de</strong> alegría, lo llevaron montado en un jumento a la población el 21 <strong>de</strong><br />

noviembre, el mismo día en que se celebraba el santo <strong>de</strong> la Virgen; y paseándolo por las calles<br />

lo recibieron con ramos y ban<strong>de</strong>ras al son <strong>de</strong> música y entre el ruido <strong>de</strong> las aclamaciones.<br />

IV<br />

Era Peroleño, en su apariencia física, <strong>de</strong> agradable continente; y a pesar <strong>de</strong> su insensible<br />

cuerpo, no tenía tan <strong>de</strong> cántaro el alma, pues el tronco <strong>de</strong> nuestro héroe <strong>de</strong>bió ser, sin duda<br />

alguna, <strong>de</strong> cáscara amarga, como preten<strong>de</strong>n serlo muchos <strong>de</strong> nuestros generales <strong>de</strong> hoy en día.<br />

Nació sin piernas, y bien hizo su <strong>de</strong>stino en con<strong>de</strong>narlo a no tener esas extremida<strong>de</strong>s; porque<br />

con ellas no hubiera podido ocupar el puesto honroso que se le <strong>de</strong>stinaba en las fiestas, ni<br />

hubiera podido en los reñidos combates alar<strong>de</strong>ar <strong>de</strong> aquella agilidad con que se movía para<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> los golpes que se le dirigían y asestar los suyos contra sus adversarios. Su cara<br />

pequeña y lampiña, redonda y maliciosa, daba ocasión a las risas; sus <strong>de</strong>lgados y bermejos<br />

labios aparentaban ese <strong>de</strong>sdén que es tan propio <strong>de</strong> la gente cuando llega a empapirotarse,<br />

y su bigotito negro, que <strong>de</strong>jaba limpio un gran trecho <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la nariz, hacía resaltar la<br />

pequeñez y remangadura <strong>de</strong> ésta. Su cabeza <strong>de</strong> coco, con el pelo pintado, escaso y lacio,<br />

contrastaba un tanto con lo estirado <strong>de</strong> su pescuezo, y en sus ojos azules, redondos, saltones<br />

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