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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

Enrique, recibido con afectuosa distinción por los Virreyes, como su compañero Valenzuela,<br />

tuvo el placer <strong>de</strong> ver y abrazar a su prima Mencía, que sea dicho <strong>de</strong> paso, durante<br />

la ausencia <strong>de</strong> su protectora en la Vega estuvo confiada al cuidado afectuoso <strong>de</strong> la familia<br />

<strong>de</strong> Cuéllar. Tomó cuenta Diego Colón al joven cacique <strong>de</strong>l género <strong>de</strong> vida que llevaba en<br />

la Maguana, y <strong>de</strong> la traza con que conseguía cazar y domesticar las adustas aves <strong>de</strong> rapiña<br />

enviadas por Don Francisco <strong>de</strong> Valenzuela. Enriquillo, con mo<strong>de</strong>sta, al par que <strong>de</strong>spejada<br />

actitud, satisfizo al Almirante en estos términos:<br />

—Señor, yo procuro arreglar mi manera <strong>de</strong> vivir a lo que aprendí <strong>de</strong> los buenos padres<br />

en el convento <strong>de</strong> la Vera Paz, y a los consejos <strong>de</strong> mi amado bienhechor el señor Las<br />

Casas. Ellos me <strong>de</strong>cían siempre que la ociosidad engendra el vicio, y me acostumbraron<br />

a estar ejercitado a todas horas en algo útil. A<strong>de</strong>más, los ejercicios a que me ha <strong>de</strong>dicado<br />

el señor Valenzuela en la Maguana están conformes con mis inclinaciones y mi voluntad,<br />

por lo que me sirven más bien <strong>de</strong> recreo que <strong>de</strong> trabajo. Me levanto al rayar el día, monto<br />

a caballo y atravieso a escape la vasta llanura, toda fresca y brillante con las gotas <strong>de</strong>l rocío<br />

<strong>de</strong> la noche. Inspecciono el ganado, los corrales y apriscos, advirtiendo a los zagales todo<br />

lo que observo <strong>de</strong>scuidado o mal hecho. De vuelta a casa, alto ya el sol, almuerzo con los<br />

señores, que tienen la bondad <strong>de</strong> aguardarme siempre. A la hora <strong>de</strong> siesta, en que ellos<br />

duermen, yo me voy a bañar y a nadar un poco en las aguas <strong>de</strong>l inmediato río; vuelvo a<br />

casa, y escribo cuentas o lo que me dicta y or<strong>de</strong>na el señor Don Francisco. Por la tar<strong>de</strong>,<br />

vuelvo a recorrer la campiña, visito las labranzas, apunto las faltas y las sobras <strong>de</strong> los encomendados,<br />

y cuido <strong>de</strong> que se provean sus necesida<strong>de</strong>s y sus dolencias se remedien, lo<br />

que da mucho contento a mi buen patrono, que a todos los indios nos mira como a hijos.<br />

Cuando me sobra el tiempo, leo por la tar<strong>de</strong> algún libro <strong>de</strong> religión o <strong>de</strong> historia, y todas<br />

las noches rezo con los <strong>de</strong>más <strong>de</strong> la casa el santísimo rosario. Esta es mi vida, señor, con<br />

muy raras alteraciones <strong>de</strong> vez en cuando; y a fe que no pido a Dios mejor estado, conforme<br />

con todo, y agra<strong>de</strong>cido a sus beneficios.<br />

—Y los neblíes –insistió Diego Colón– ¿cómo los cazas?<br />

—Ese es mi ejercicio <strong>de</strong> los domingos y días <strong>de</strong> fiesta, señor Almirante. Ortiz, el escu<strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong> mi padrino Don Diego, me enseñó todo lo concerniente a cetrería en la Maguana. De él<br />

aprendí a armar lazos sutiles; a sorpren<strong>de</strong>r en sus escarpados nidos a los polluelos, o a aturdirlos<br />

cuando ya vuelan, disparándoles flechas embotadas. Después los domestico fácilmente,<br />

dándoles <strong>de</strong> comer por mi mano mariposas y otros insectos: los baño en las horas <strong>de</strong> calor,<br />

los acaricio, y pronto consigo que no se asombren, cuando llego a cogerlos. Al salir <strong>de</strong> la<br />

muda, los macero reduciéndoles el alimento, con lo que los obligo a procurar por sí mismos<br />

la presa, hasta que se adiestran completamente; sólo entonces los lanzo contra las otras aves;<br />

y ya sea la tórtola que se embosca en los árboles, o el pitirre que pasa rozando el suelo, o el<br />

vencejo que se remonta a las nubes, mi halcón vuela rápido, y trae la presa a mis pies.<br />

Y el cacique <strong>de</strong>cía esto con la vivacidad <strong>de</strong>l entusiasmo.<br />

—¿Podrías hacer alguna prueba <strong>de</strong> eso en mi presencia? –volvió a <strong>de</strong>cir Diego Colón.<br />

—Cuantas veces queráis, señor –contestó con sencillez Enriquillo.<br />

—Pues al avío –repuso el Almirante. Y llamando a su esposa, salieron todos, seguidos<br />

<strong>de</strong> Mencía y algunas damas, al terrado inmediato.<br />

Al punto llevaron allí los criados las jaulas en que estaban los neblíes.<br />

Numerosas gaviotas blancas y cenicientas revoloteaban a corta distancia rozando las<br />

murmuradoras aguas <strong>de</strong>l Ozama, mientras que a consi<strong>de</strong>rable altura, sobre los tejados <strong>de</strong><br />

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