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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

—Es Ezequiel, mi amigo.<br />

judas lo saludó cortésmente y enseguida Ezequiel aprovechó para <strong>de</strong>cirle que tenía<br />

<strong>de</strong>seos <strong>de</strong> ver a jesús. judas le respondió lo mismo que Andrés a los enfermos:<br />

—No es posible en este instante. jesús duerme, pero si quieres pue<strong>de</strong>s esperar.<br />

Andrés se fue hacia el interior <strong>de</strong> la casa y judas y yo quedamos en el umbral.<br />

Le narré toda mi vida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aquel incendio con el que le <strong>de</strong>jé en la miseria. Él<br />

me contó cómo en un ataque <strong>de</strong> rabia lanzó al jordán las últimas monedas <strong>de</strong> oro que le<br />

quedaban.<br />

No parecía estar ofendido. “Monedas, monedas”, murmuró como si tras aquellas palabras<br />

flotara el recuerdo <strong>de</strong> toda su vida. Yo hablaba con cierto recelo y él llegó a notarlo:<br />

—No tengas miedo, dijo. Habla. No te guardo rencor ni a ti ni a Simón. He encontrado el<br />

camino <strong>de</strong> la vida eterna, y a uste<strong>de</strong>s se lo <strong>de</strong>bo. Salí a vagar por el mundo, y precisamente,<br />

hace unos días me he encontrado con éste que cura y hace milagros y que sin lugar a dudas<br />

viene a salvarnos. Me dijo “Sígueme” y ya <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él venía un grupo <strong>de</strong> pescadores <strong>de</strong><br />

Galilea que nunca en mi vida había visto… Ahora somos buenos amigos. Más que hermanos.<br />

Nos dijo que le siguiésemos y que veríamos maravillas. Que el reino <strong>de</strong> Dios estaba cerca<br />

y que éramos los doce escogidos por Él para salvar al pueblo judío. Ya comenzábamos a<br />

dudar, cuando en la fiesta <strong>de</strong> las bodas <strong>de</strong> Leith, Jesús convirtió en vino varios barriles <strong>de</strong><br />

agua, y al salir <strong>de</strong> la misma curó varios paralíticos que pordioseaban en la puerta <strong>de</strong> la casa.<br />

El rumor se ha extendido y jesús seguirá haciendo maravillas. Los que regresen <strong>de</strong>l grupo<br />

que has visto ahí, serán curados por su fe.<br />

Luego, con gesto casi <strong>de</strong> súplica me dijo: “quédate con nosotros, pue<strong>de</strong>s salvarte y borrar<br />

tus pecados…”. Lo mismo digo al muchacho.<br />

Miré la bolsa <strong>de</strong> Ezequiel y sentí un remordimiento enorme, pero todavía dudaba <strong>de</strong> mí<br />

mismo. No podía creer que pudiese yo llegar hasta don<strong>de</strong> había llegado judas.<br />

No en vano pasa el tiempo.<br />

Llegué a conocer a aquellas gentes como se conoce la palma <strong>de</strong> la propia mano. Gentes<br />

sencillas, humil<strong>de</strong>s, a veces tímidas y casi siempre ignorantes. Parece como si jesús los hubiese<br />

reunido ignorantes para que su <strong>de</strong>slumbramiento fuese mayor.<br />

Agra<strong>de</strong>zco a Ezequiel el que me proporcionara ese encuentro con mi hermano. Ha seguido<br />

con judas y conmigo al través <strong>de</strong> tierras y caminos. Y algo bueno he cosechado con<br />

ello, porque jesús me dio la oportunidad <strong>de</strong> ser uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong> él. Moabad, y setenta y un<br />

discípulos más fueron enviados por jesús pueblo tras pueblo para anunciar su llegada. Yo,<br />

Moabad, era uno <strong>de</strong> los escogidos por aquel hombre glorioso.<br />

La tragedia <strong>de</strong> su muerte me ha consternado mucho. En el fondo tengo aún ese resabio<br />

<strong>de</strong>l que todavía viendo no cree. Pero estimé a jesús por su entereza, su personalidad, su<br />

fuerza <strong>de</strong> voluntad infinita y ante todo por su valor. Era un valiente.<br />

Pasarán años sin que en la faz <strong>de</strong> la tierra vuelva a encontrarse otra figura tan radiosa.<br />

¿Quién lo duda? Como jesús ha habido pocos hombres. Yo vi cuando le clavaban las<br />

lanzas y le herían con el látigo. judas y yo ocultos entre la multitud acechábamos aquel<br />

<strong>de</strong>sfile hacia el lugar <strong>de</strong> la Calavera. El hijo <strong>de</strong> José el carpintero y <strong>de</strong> María, ayudado por<br />

Simón, un tabernero empe<strong>de</strong>rnido, llevaba una gran cruz sobre el hombro. Era un criminal<br />

cualquiera. Un ladrón cualquiera. Nosotros esperábamos que <strong>de</strong> un momento a otro jesús<br />

se rebelaría y con la fuerza <strong>de</strong> la divinidad rompería las ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> terror a que lo habían<br />

sujetado los seguidores <strong>de</strong>l Cónsul romano.<br />

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