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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

El sol escondido en ese precioso juego <strong>de</strong> tonos y medios tonos, diseñaba todavía sus<br />

líneas auríferas, partiendo en dos, con su claro-oscuro, la techumbre pajiza <strong>de</strong> la casita <strong>de</strong><br />

Engracia.<br />

II<br />

Esa casita, con sus setos <strong>de</strong> tejamanil, cubiertos <strong>de</strong> mezclas que imitan pare<strong>de</strong>s con su<br />

puerta y sus dos ventanas al frente <strong>de</strong> la calle, tan blanca como los mismos setos; con las lilas<br />

que cubrían por uno <strong>de</strong> los costados y que intrusas penetraban sus ramas, por los abiertos<br />

aleros <strong>de</strong>l aposento don<strong>de</strong> dormía Engracia; con su bosquecito <strong>de</strong> plátanos que por el otro<br />

extremo se veía, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l cercadito, que redondo como una glorieta, guardaba las rosas,<br />

nardos y azucenas, que con curioso esmero, allí se cultivaban; esa casita, <strong>de</strong>cimos, así graciosamente<br />

colocada, al contemplarla a la luz <strong>de</strong> los reflejos <strong>de</strong> aquella hermosísima tar<strong>de</strong>,<br />

no parecía sino un nido <strong>de</strong> amores en don<strong>de</strong> se arrullaban la ternura y el <strong>de</strong>leite.<br />

Engracia, <strong>de</strong>jando a un lado, más temprano que <strong>de</strong> costumbre, la almohadilla <strong>de</strong> su <strong>de</strong>licada<br />

guariqueña, dio riendas al capricho que hacía rato espoleaba su <strong>de</strong>seo. Era éste el <strong>de</strong><br />

ir por segunda o tercera vez, a ver la matita <strong>de</strong> heliotropo que su madrina le había regalado,<br />

y que ella, Engracia, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> trasplantar esa misma tar<strong>de</strong>.<br />

Aquel regalo <strong>de</strong> su madrina le había traído el recuerdo <strong>de</strong> su gatito negro, que tanto<br />

la hizo gozar y que tantas lágrimas le costó. Pero pensando en el resultado final <strong>de</strong> aquel<br />

episodio, la matita <strong>de</strong>spertaba en ella una sensación agradable. Al mirarla tan cuajada <strong>de</strong><br />

flores y tan hermosa se le alegraba el espíritu. Luego pensó en el significado <strong>de</strong> éstas; las<br />

cuales le habían dicho que simbolizaban el amor… “¡Ay!, ¡si yo amara y me amaran!” –se<br />

dijo para sí. Y calentado su imaginación en la fragua <strong>de</strong> esos soliloquios, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> algunos<br />

momentos, ya en alta voz, como si hablara con alguna persona, exclamó. –“¡Qué simpático<br />

es el heliotropo y qué significado tan expresivo tiene!”.<br />

“¡Ah! cuando yo dé el aroma <strong>de</strong> mi corazón como el da el perfume <strong>de</strong> sus flores, y<br />

cuando me <strong>de</strong>n a mí el que <strong>de</strong>ba ser mío, yo me aplicaré aquel versículo <strong>de</strong>l Cantar <strong>de</strong> los<br />

cantares que me enseñó Antoñita; y satisfecha y orgullosa diré: “Es el amado mío todo para<br />

mí y yo soy toda para él”.<br />

Decía Engracia este versículo <strong>de</strong> la Biblia, como quien se baña en un manantial <strong>de</strong><br />

ternura; y como se hallaba sola en la salita <strong>de</strong> su casa, junto a la mesa en don<strong>de</strong> había<br />

colocado el tiesto lleno <strong>de</strong> la tierra que daba vida a las raíces <strong>de</strong>l heliotropo, ya olvidada<br />

<strong>de</strong> que la pudieran oír, la exclamación <strong>de</strong> algunas palabras y los pasos <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong>l<br />

lado <strong>de</strong> la calle, muy cerca <strong>de</strong>l seto don<strong>de</strong> ella estaba, la <strong>de</strong>spertaron <strong>de</strong> su arrobamiento.<br />

Al sentir esa exclamación y esos pasos, estremecida <strong>de</strong> miedo, se encogió <strong>de</strong> hombros con<br />

graciosa inclinación, y bañada <strong>de</strong> inefable sonrisa la inmutación <strong>de</strong> su semblante, abrió<br />

cuan gran<strong>de</strong>s eran sus ver<strong>de</strong>s ojos, y con el <strong>de</strong>do índice puesto en el labio, se quedó en el<br />

sitio, silenciosa, contraída, ruborizada, como la hubieran <strong>de</strong>scubierto al cometer un <strong>de</strong>lito,<br />

o como si la hubieran sorprendido sacando <strong>de</strong> urnas ajenas perlas tan preciosas como las<br />

que ella acaba <strong>de</strong> vaciar.<br />

III<br />

Un poco repuesta <strong>de</strong> su inocente espanto, le cruzó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir a ver quién había sido el<br />

que pasaba por la calle; pero al mismo tiempo distrajo su atención la madre que venía <strong>de</strong> la<br />

cocina en busca <strong>de</strong> alguna cosa que le hacía falta a sus quehaceres.<br />

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