03.04.2013 Views

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

Alejáronse el uno <strong>de</strong>l otro los dos grupos, narrando al pormenor el Comendador a su<br />

hija la escena <strong>de</strong> por la mañana en casa <strong>de</strong> Don Diego; mientras que éste repetía dos y tres<br />

veces, como hablando consigo mismo: –¡Qué hermosura tan espléndida!<br />

Fernando Colón movió la cabeza maliciosamente, y guardó silencio respetando la<br />

preocupación <strong>de</strong> su hermano.<br />

XXV. La <strong>de</strong>manda<br />

Trascurrieron tres días <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l paseo y el encuentro <strong>de</strong> los dos hermanos con<br />

el Comendador mayor y su bella hija. Efectivamente lo era la joven Doña María, hija única <strong>de</strong><br />

aquel gran señor, que tenía próximo parentesco con el rey Don Fernando, y era hermano menor<br />

<strong>de</strong>l po<strong>de</strong>roso Duque <strong>de</strong> Alba. Criada con gran recato en la casa <strong>de</strong> este último, y a la vista <strong>de</strong><br />

la bondadosa duquesa, a cuyos cuidados había tenido Don Fernando <strong>de</strong> Toledo que confiar la<br />

infancia <strong>de</strong> su hija, por haber quedado viudo prematuramente; sólo hacía tres meses que, acabada<br />

<strong>de</strong> formar, y completada su distinguida educación, el Comendador había presentado en la corte<br />

aquel lozano botón <strong>de</strong> rosa, cuyo donaire y gentileza atrajeron inmediatamente la admiración y<br />

simpatía <strong>de</strong> la nueva reina. Doña Germana <strong>de</strong> Fox, y <strong>de</strong> la gente cortesana. Don Diego Colón no<br />

había tenido ocasión <strong>de</strong> verla: asistía diariamente, por mero <strong>de</strong>ber, a la antecámara <strong>de</strong>l Rey; pero<br />

consagrado en cuerpo y alma a sus reclamaciones, viendo tal vez con secreto disgusto el solio que<br />

había sido <strong>de</strong> su bienhechora, la gran<strong>de</strong> Isabel, ocupado por otra princesa, al persuadirse <strong>de</strong> que<br />

nunca obtendría justicia, su mal humor y su <strong>de</strong>specho lo mantenían alejado <strong>de</strong> las recepciones<br />

solemnes <strong>de</strong> palacio, y <strong>de</strong> todo lo que tuviera aires <strong>de</strong> fiesta o diversión.<br />

El momento en que se ofreció a su vista la amable y hechicera criatura, era el más oportuno<br />

para que sus sentidos, predispuestos con el bienestar <strong>de</strong> una reacción repentina <strong>de</strong> su ánimo,<br />

–hasta aquel día presa <strong>de</strong> la irritación y la impaciencia–, trasmitieran a lo más íntimo <strong>de</strong> su<br />

ser la plácida impresión que en un pecho juvenil y sensible no podía menos <strong>de</strong> causar tan<br />

soberana belleza. El corazón humano tiene horror al vacío, y mientras que el hielo <strong>de</strong> los años<br />

no llega a enfriar su ardor, necesita <strong>de</strong> objetivos que ejerciten su febril actividad: a una ilusión<br />

frustrada sigue una ilusión nueva; y un bien en perspectiva no tarda en compensar la pena <strong>de</strong>l<br />

bien perdido, cuando la resignación se toma el trabajo <strong>de</strong> abrir la puerta a la esperanza.<br />

Subordinado a esta ley constante, Don Diego, el mismo día en que, exagerando las intenciones<br />

<strong>de</strong>l rey Fernando, tomaba su partido y <strong>de</strong>cía adiós a sus brillantes <strong>de</strong>stinos como here<strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong>l gran Descubridor, daba entrada en su franco y generoso pecho a un sentimiento gratísimo,<br />

a un dulce cuanto vehemente afecto, que venía a ocupar el puesto a que su legítima ambición,<br />

<strong>de</strong>fraudada por la injusticia <strong>de</strong> los hombres. Necesitaba un cuidado que lo distrajera, preservando<br />

<strong>de</strong> los embates <strong>de</strong>l <strong>de</strong>saliento su resignación <strong>de</strong>sinteresada; y el amor, numen fecundo<br />

<strong>de</strong> todas las inspiraciones magnánimas, presentaba a sus ojos, en hora feliz, un objeto digno<br />

<strong>de</strong> su adoración, al que <strong>de</strong>bía ofrecer como tributo la efusión entera <strong>de</strong> su alma, consagrándole<br />

todos los altos pensamientos, los sueños <strong>de</strong> oro y los castos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> su ardiente fantasía.<br />

Quedó, pues, Diego Colón <strong>de</strong>slumbrado por la hermosura y la gracia <strong>de</strong> Doña María <strong>de</strong><br />

Toledo, y rendido al tiránico po<strong>de</strong>río <strong>de</strong>l amor. Al tercer día <strong>de</strong> insomnio, <strong>de</strong> preocupación<br />

pertinaz y <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cisos antojos, el joven caballero, como quien al fin recoge las riendas a la<br />

vagarosa imaginación, entabló con su hermano Don Fernando el siguiente diálogo, a tiempo<br />

que les servían el <strong>de</strong>sayuno.<br />

—¿Sabes, Fernando, en lo que pienso?<br />

522

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!