03.04.2013 Views

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

TULIO M. CESTERO | LA SANGRE. UNA <strong>VI</strong>DA bAjO LA TIRANíA<br />

—Pero chico, no seas pesimista; ¿cuándo se ha visto per<strong>de</strong>r una revolución que baja <strong>de</strong>l Cibao?<br />

¡Ya verás sorpresa uno <strong>de</strong> estos días! Les contaremos un cuento a estos lilises, cuando vean al<br />

manquito volver con el rabo entre las piernas. Y si se perdiere <strong>de</strong> momento, los Tiburcios se meten<br />

en las lomas y será como cuando la <strong>de</strong> Los Pinos y le darán mucha agua a beber al Gobierno.<br />

—Ah, sí, porque ésos son como el maquey, hay que darles can<strong>de</strong>la.<br />

—Dejémonos <strong>de</strong> ilusiones. El negro es brujo.<br />

Y se relataba entonces que Lilís poseía dos muñequitos, a los cuales consultaba en unión<br />

<strong>de</strong> la vieja María Vicenta Pavilo, que vivía en una casita semejante a un palomar; y <strong>de</strong> Mauricio<br />

Vega, zambo sexagenario <strong>de</strong> hirsutas barbas <strong>de</strong> troglodita, habitante <strong>de</strong> un bohío <strong>de</strong><br />

yaguas en el patio <strong>de</strong>l ex convento <strong>de</strong> Dominicos, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> laureles-rosa <strong>de</strong> sangrientas<br />

flores tóxicas, el cual transitaba por las calles, en compañía <strong>de</strong> una nietezuela, cuyas escrófulas<br />

rebosaba en hojas y sucio barboquejo.<br />

Y suerte que no pudo llevar la dinasmita, como dice Luperón, que si no, hicotea mea domine,<br />

no nos salva ni la Chiquitica <strong>de</strong> Higüey –concluía uno.<br />

Una noche cae en la tertulia, como piedra en charco <strong>de</strong> ranas, una vieja, <strong>de</strong> almidonada<br />

bata <strong>de</strong> prusiana, muy ancha, la cabeza envuelta en un abrigo <strong>de</strong> los que llaman <strong>de</strong> piel <strong>de</strong><br />

cabra, que le emboza el rostro, con aspecto <strong>de</strong> lavan<strong>de</strong>ra en solicitud <strong>de</strong> algo a cuenta <strong>de</strong><br />

la ropa. Cuando se <strong>de</strong>scubre, el asombro rompe en carcajadas estrepitosas. Es uno <strong>de</strong> los<br />

amigos, que se ha escondido, y con tal disfraz sale a tomar lenguas.<br />

—Pero chico, qué impru<strong>de</strong>ncia.<br />

—Sólo a ti se te ocurre esto.<br />

—¿Y si te topas con Tomás García?<br />

Y las miradas escudriñan recelosas, no an<strong>de</strong> por allí el temido esbirro.<br />

El recién llegado refiere el fastidio <strong>de</strong>l escondite, las carreras por los techos, salvando<br />

pare<strong>de</strong>s, algunas erizadas <strong>de</strong> fondos <strong>de</strong> botellas, y los acci<strong>de</strong>ntes por las calles esquivando<br />

las puertas abiertas, y al fin pregunta:<br />

—¿Pero qué hay <strong>de</strong> nuevo y <strong>de</strong> cierto, caray?<br />

—Hombre, dicen...<br />

—Sí, “dicen que viene y no viene ná”, como cantaleteaba el viejo Silverio claveteando<br />

las suelas, en tiempos <strong>de</strong> báez, y le mojaron las nalgas con agua salada.<br />

Antonio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su rincón, en la penumbra, inmóvil para no ser advertido, escucha ávido,<br />

sin per<strong>de</strong>r palabra. En tales noches, no le importan las diversiones callejeras, y olvida que<br />

le aguarda con sus caricias silenciosas la negrita oliente a aceite <strong>de</strong> coco.<br />

V<br />

La llave gira en la cerradura, el cerrojo rechina en las anillas, chirrían los goznes y la<br />

puerta parte, al abrirse, la estera que la luz ha extendido sobre los ladrillos. El alcai<strong>de</strong> entra,<br />

portador <strong>de</strong>l cestillo <strong>de</strong> mimbre, y seguido <strong>de</strong> un penado astroso.<br />

—buenos días.<br />

—buenos días.<br />

El carcelero, barcino, rechoncho y vulgar, macizo, sesentón, con el manojo <strong>de</strong> llaves<br />

pendiente <strong>de</strong>l cinto, avanza hasta la mesita.<br />

Antonio, por hablar, por oír una voz humana, siquiera fuese la propia, interpela:<br />

—¿Quién lo trajo?<br />

—El viejo...<br />

65

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!