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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

silencio. Fonso se puso en marcha tomando la calle <strong>de</strong>l Comercio en dirección a Santa bárbara.<br />

Algunos vecinos cerraban las puertas <strong>de</strong> sus casas produciendo cierto momentáneo estrépito.<br />

Por las calles silenciosas y obscuras que evocaban viejas leyendas, cosas fantásticas, apenas<br />

se veía ya uno que otro transeúnte rezagado. Parecía haberse extinguido toda vida. Silencio,<br />

soledad. Apresuró el paso sintiendo como un vago temor <strong>de</strong> encontrarse solo; sumergido en<br />

las sombras nocturnas, por las calles <strong>de</strong> una ciudad que hasta ayer le era <strong>de</strong>sconocida por<br />

completo. Solamente arriba, en la comba sidérea, reconocía sus amigas <strong>de</strong> la noche anterior,<br />

las estrellas, que, como <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong>l mundo, continuaban esparciendo el milagro <strong>de</strong><br />

su luz suave y melancólica sobre las almas y las cosas.<br />

Entre enemigos<br />

Por los intersticios <strong>de</strong> la ventana se filtraba tenuemente la claridad <strong>de</strong>l día <strong>de</strong> manera<br />

que empezaban a hacerse visibles las formas <strong>de</strong> los objetos que había en el cuarto, cuando<br />

Fonso Ortiz <strong>de</strong>spertó restregándose los ojos soñolientos y <strong>de</strong>sperezándose en la mullida<br />

cama en que como un lirón había dormido toda la noche… Afuera, en la calle, resonaban<br />

gritos <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>dores ambulantes, oíanse ruidos <strong>de</strong> vehículos que pasaban, todos los variados<br />

y confusos rumores <strong>de</strong> una ciudad que <strong>de</strong>spierta para entregarse al movimiento <strong>de</strong> su<br />

existencia cotidiana… En su imaginación flotaban todavía a modo <strong>de</strong> imágenes <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cisos<br />

contornos todas las sucesivas visiones <strong>de</strong> su ensueño romántico <strong>de</strong> la noche pasada. En ese<br />

ensueño había vivido, en íntima comunión con el pasado, minutos <strong>de</strong> intenso relieve que<br />

aún persistían en su memoria… Tenía que ir a palacio, a la Capitanía General, pero le era<br />

forzoso esperar hasta las ocho y media o las nueve, hora en que salvo casos extraordinarios,<br />

se abría el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> la Secretaría <strong>de</strong>l Gobierno colonial. Desayunóse frugalmente como<br />

acostumbraba y dio comienzo a su paseo matinal bajando al río por la Atarazana. Siguió<br />

por la orilla un buen trecho <strong>de</strong>teniéndose antes <strong>de</strong> volver atrás un largo rato ante la ceiba<br />

histórica, todavía vigorosa y pintoresca en su lozana vejez y en la que según se cuenta se<br />

amarraron las primeras carabelas que surcaron la ría <strong>de</strong>l Ozama. Frontero a él, en la margen<br />

opuesta, empezaba a dorar el Sol la cortina ver<strong>de</strong> obscura <strong>de</strong> la arboleda que cubría casi<br />

todo el terreno que abarcaba la vista. Por el río rumoroso, ancho y sucio, evocando cosas <strong>de</strong><br />

eda<strong>de</strong>s pretéritas, se <strong>de</strong>slizaban numerosas y rústicas canoas atestadas <strong>de</strong> frutos menores y<br />

<strong>de</strong> petacas <strong>de</strong> carbón que <strong>de</strong>sembarcaban en un mercado rudimentario, colocando los primeros<br />

en filas <strong>de</strong> irregular aspecto y las segundas en largas hileras superpuestas que a veces<br />

parecían sostenerse por un verda<strong>de</strong>ro milagro <strong>de</strong> equilibrio. Con el propósito <strong>de</strong> reven<strong>de</strong>rlos<br />

a buen precio, muchos compradores se disputaban tales objetos… Amarradas al muelle, dos<br />

o tres goletas <strong>de</strong> fina arboladura, echaban a tierra su carga <strong>de</strong> provisiones y mercancías que<br />

eran seguidamente llevadas a la Aduana situada a pocos pasos <strong>de</strong> allí…<br />

El Sol empezaba a picar <strong>de</strong> lo lindo en el momento en que Fonso subía la cuesta encaminando<br />

sus pasos a la Capitanía General. Se notaba ya bastante movimiento en palacio aún<br />

cuando no eran todavía las nueve. Al principio un portero colocado al pie <strong>de</strong> la escalera puso<br />

obstáculos a la entrada <strong>de</strong> Fonso que quería subir a los <strong>de</strong>partamentos <strong>de</strong> la Secretaría; pero<br />

tales negativas se <strong>de</strong>svanecieron cuando le dijo que era el hombre que el día anterior había<br />

traído unos pliegos urgentes <strong>de</strong>l general Santana. En el <strong>de</strong>spacho sólo se veían dos o tres<br />

empleados ocupados en or<strong>de</strong>nar los numerosos papeles esparcidos en las anchas mesas que<br />

servían <strong>de</strong> escritorios. Uno <strong>de</strong> ellos, secamente, con gesto autoritario, sin invitarlo a sentarse<br />

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