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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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MANUEL DE j. GALVÁN | ENRIQUILLO<br />

—¡Que entre con mil diablos! –contestó el Comendador–. ¿A qué vienen esos cumplimientos?<br />

Don Pedro creyó apurado el ceremonial, y entró haciendo a Ovando una mesurada<br />

cortesía.<br />

—¡Qué mala cara traéis hoy, señor hidalgo! –exclamó en tono chancero el Gobernador–.<br />

¿Habéis <strong>de</strong>scubierto algún nuevo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>satendido <strong>de</strong> vuestra interesante prima, y venís<br />

a reclamar su vali<strong>de</strong>z?<br />

—Lejos <strong>de</strong> eso, Señor –contestó Mojica–; vengo a daros una nueva muy <strong>de</strong>sagradable.<br />

Esa Doña Ana que en tanta estima tenéis, es indigna <strong>de</strong> vuestra protección; y siguiendo las<br />

huellas <strong>de</strong> la mala hembra que la dio a luz, paga con traiciones los obsequios que le tributamos,<br />

y celebra conferencias con los indios alzados <strong>de</strong> la montaña.<br />

Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> este exordio, refirió la aventura <strong>de</strong> la víspera, torciendo a su antojo el relato<br />

<strong>de</strong> Higuemota, y afeando el cuadro con los más siniestros toques, a fin <strong>de</strong> llenar <strong>de</strong> recelos<br />

y alarmas el ánimo <strong>de</strong> Ovando.<br />

Oyó éste al <strong>de</strong>nunciador con profunda atención: su semblante contraído y ceno adusto<br />

no prometían nada bueno para la pobre acusada, y Mojica no podía dudar <strong>de</strong>l pleno éxito<br />

<strong>de</strong> su intriga, en lo que interesaba a sus sentimientos vengativos.<br />

Cuando hubo terminado su relato, el Gobernador le preguntó en tono severo:<br />

—¿No tenéis más que <strong>de</strong>cir?<br />

—Concluyo, Señor –dijo Mojica–, que Doña Ana es culpable; que como tal merece las<br />

penas que la ley reza contra los reos <strong>de</strong> traición, inclusa la pérdida <strong>de</strong> bienes; mas como<br />

tiene una hija <strong>de</strong> caballero español, la cual es inocente <strong>de</strong> las culpas <strong>de</strong> su madre, y el <strong>de</strong>ber<br />

<strong>de</strong> la sangre como pariente me impone la obligación <strong>de</strong> velar por el bien <strong>de</strong> esta niña, pido<br />

a Vuestra Señoría que, al proce<strong>de</strong>r contra la madre, adjudique todos sus bienes a la hija, y<br />

me nombre su universal tutor, como es <strong>de</strong> justicia.<br />

—Será como <strong>de</strong>seáis –respondió Ovando, poniéndose en pie–, siempre que resulte cierto<br />

y verda<strong>de</strong>ro todo lo que me habéis dicho: en otro caso –y aquí la voz <strong>de</strong>l Comendador se<br />

hizo tonante y tomó una inflexión amenazadora–, aprestaos a ser castigado como impostor,<br />

y a per<strong>de</strong>r cuanto tenéis, incluso la vida.<br />

Dichas estas palabras, llamó a sus oficiales y les dictó varias ór<strong>de</strong>nes breves y precisas.<br />

Fue la primera reducir a prisión a Don Pedro <strong>de</strong> Mojica, que lleno <strong>de</strong> estupor se <strong>de</strong>jó conducir<br />

al lugar <strong>de</strong> su arresto, sin po<strong>de</strong>r darse cuenta <strong>de</strong> tan inesperado percance. La segunda<br />

disposición <strong>de</strong> Ovando fue hacer comparecer a su presencia a Doña Ana, recomendando<br />

toda mesura y el mayor miramiento al oficial encargado <strong>de</strong> conducirla; y por último, Don<br />

Diego Velázquez, capitán <strong>de</strong> la más cumplida confianza <strong>de</strong>l Gobernador, recibió or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

aprestarse y disponer lo conveniente para marchar en el mismo día a las montañas, al frente<br />

<strong>de</strong> cuarenta infantes y diez caballos.<br />

Media hora no había transcurrido cuando se presentó en la morada <strong>de</strong>l Gobernador<br />

la tímida Higuemota, acompañada <strong>de</strong>l oficial que había ido en su <strong>de</strong>manda, y seguida <strong>de</strong><br />

una india anciana que llevaba <strong>de</strong> la mano a la niña Mencía. Ovando recibió a la madre con<br />

señalada benevolencia, y se dignó besar la tersa y contorneada frente <strong>de</strong> la pequeñuela,<br />

que respondió al agasajo con plácida sonrisa. La inquietud <strong>de</strong> Higuemota cedió el puesto<br />

a la más pura satisfacción al ver un recibimiento tan distinto <strong>de</strong>l que sus aprehensiones<br />

la hicieran prometerse; y cuando el Gobernador le dirigió la palabra, había recobrado su<br />

habitual serenidad.<br />

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