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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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como una pluma. Y, ¿para qué otra cosa entre ciudadanos que cumplen con las leyes?<br />

¿No es mejor y más laudable era un gobierno, cual que sea, el suaviter in modo que el<br />

fortiter in re?<br />

El país, o cualquiera comunidad política, que crea que un hombre por ser bueno no sirva<br />

para gobernarla, justifica el mando <strong>de</strong> los malos, y bien merecido se lo tiene; semeja a los<br />

atenienses cuando expatriaron a Arísti<strong>de</strong>s porque era justo.<br />

Desgraciada <strong>de</strong> la nación en don<strong>de</strong> las mayorías llegan a creer que los hombres han <strong>de</strong><br />

ser gobernados, como los esclavos, a fuerza <strong>de</strong> látigo. Esa nación, si no está perdida, pa<strong>de</strong>ce<br />

<strong>de</strong> una enfermedad que la llevará al sepulcro.<br />

Si yo –prosiguió don Postumio, tocándose el pecho y dando más calor a sus palabras–,<br />

si yo, repito, me viera obligado a gobernar un pueblo <strong>de</strong> bueyes, que no sabe sino uncirse<br />

a la coyunda, me encontraría envilecido con ese po<strong>de</strong>r, así fuera tan gran<strong>de</strong> como el <strong>de</strong> los<br />

Césares en el imperio romano.<br />

Al concluir don Postumio su discurso con esas enérgicas protestas, los jóvenes llenos <strong>de</strong><br />

entusiasmo le dieron un aplauso muy caluroso, y se <strong>de</strong>spidieron <strong>de</strong> él no sin antes beberse<br />

la última copa <strong>de</strong> cerveza.<br />

Capítulo <strong>VI</strong>II<br />

SU SECRETO<br />

FRANCISCO GREGORIO bILLINI | bANí O ENGRACIA Y ANTOÑITA<br />

I<br />

Veíase a don Postumio, en esa noche <strong>de</strong> claro cielo y <strong>de</strong> suave ambiente, parlero, contento<br />

y satisfecho, recibiendo y haciendo los honores a sus convidados.<br />

Mucho había afanado en el día para disponerlo todo; pero sus <strong>de</strong>seos estaban realizados.<br />

Sólo tuvo al principio la mortificante i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> no ver llegar a su amiga Antoñita. ¿Qué<br />

le pasaría?…<br />

Los árboles que había hecho plantar en el patio <strong>de</strong> la casa están llenos <strong>de</strong> luces y ban<strong>de</strong>ras.<br />

A su alre<strong>de</strong>dor se apiñaban las señoritas y los jóvenes, y en <strong>de</strong>licioso bullicio, unas veces<br />

reían y palmoteaban en el juego <strong>de</strong> prendas, y otras cantaban al son <strong>de</strong> guitarras y pan<strong>de</strong>retas,<br />

levantándose <strong>de</strong> allí, cuando se les antojaba, cogidos <strong>de</strong>l brazo para ir a la sala que don<br />

Postumio había iluminado como para un baile; y en don<strong>de</strong> estaba servida una mesa con<br />

pasteles, pudines, frutas extranjeras conservadas en almíbar y licor, pasas, confites, dulces y<br />

bebidas. No faltaba allí, tampoco, ni lo hubiera consentido don Postumio, la hija agra<strong>de</strong>cida<br />

<strong>de</strong> los banilejos terreños, la tradicional sajona, frutilla sabrosa por la que tanto se <strong>de</strong>svive la<br />

gente capitaleña que visita el valle.<br />

Ora bajo los árboles, o ya junto a la mesa, se oían, entre el ruido <strong>de</strong> las copas y <strong>de</strong> las botellas<br />

que se <strong>de</strong>stapaban, los ecos simpáticos <strong>de</strong> las voces femeninas que resonaban <strong>de</strong>ntro y<br />

fuera <strong>de</strong> aquel recinto, trasmitiendo a los aires la animación <strong>de</strong>l holgorio. Hubo momentos<br />

en que parecía que la casa se venía a bajo.<br />

—Señores, señores, propongo que brin<strong>de</strong> don Postumio –<strong>de</strong>cía una <strong>de</strong> las muchachas<br />

alzando mucho la voz para hacerse oír.<br />

—Sí, sí, que brin<strong>de</strong>.<br />

—No, no, que cante.<br />

—Sí, sí, que cante.<br />

—Que cante, que cante –repetían gritando hombres y mujeres; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego que todos<br />

sabían que el Comandante <strong>de</strong> Armas no daba pizca en materia <strong>de</strong> canto.<br />

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