03.04.2013 Views

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

—¿Usted, don Postumio, el hombre que <strong>de</strong>canta tanta moralidad, y que tantas veces<br />

nos ha dicho que es necesario restablecer las viejas costumbres <strong>de</strong>l baní <strong>de</strong> nuestros padres,<br />

es el que nos propone que vayamos a mezclarnos con la querida <strong>de</strong> don Antonio Díaz? ¿Y<br />

a mí, a mí, me propone usted eso, cuando sabe cuánto reproché a mi amiga Engracia el<br />

que fuera a ver a Enrique? ¿Acaso porque don Antonio sea rico pue<strong>de</strong> lavar la mancha que<br />

tiene encima por el abandono <strong>de</strong> su mujer e hijos? No, don Postumio, ni mis hermanas, ni<br />

yo, daremos ese ejemplo, autorizando a otros que con razón mañana nos echarían en cara<br />

esta falta <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración a las familias <strong>de</strong>l pueblo. baní no tiene otra cosa que le honre,<br />

más que su honra<strong>de</strong>z. don Antonio en esta circunstancia creería rehabilitado su proce<strong>de</strong>r<br />

indigno a costa <strong>de</strong> nosotras.<br />

—¡Ay! Antoñita, no juzgues a don Antonio con esa severidad. Quién sabe si no es culpable<br />

–contestó don Postumio en tono asaz sentencioso.<br />

—¿No es culpable el padre <strong>de</strong> familia que se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> un día <strong>de</strong> su casa, y se pasan años<br />

y no vuelve más a ella?<br />

III<br />

En efecto, don Antonio, que era un hombre en aquella época como <strong>de</strong> cincuenta años,<br />

hacía mucho tiempo que había salido <strong>de</strong> la Capital, <strong>de</strong>jando en ella a su esposa con tres<br />

niños; dos varones y una hembra.<br />

Veinte años hacía <strong>de</strong> eso, y aunque don Antonio era alto y seco <strong>de</strong> carnes, todavía se conservaba<br />

fuerte y joven. Él vivía entre baní y San josé <strong>de</strong> Ocoa; era hombre <strong>de</strong> dos resi<strong>de</strong>ncias.<br />

En ambos lugares había emprendido negocios, dando preferencia al <strong>de</strong> caoba, guayacán, mora<br />

y campeche, a pesar <strong>de</strong>l adagio nacional, y muy banilejo, <strong>de</strong> que: “Los palos dan palos”, los<br />

palos a él le dieron mucho dinero: tal vez obtuvo ese resultado porque vendía en la playa<br />

sus cargamentos, sin arriesgarlos nunca a la exportación. Por eso siempre recibía en baní el<br />

importe <strong>de</strong> ellos en efectivo o en letras a cobrar. Y cuando se las entregaban se solazaba en<br />

<strong>de</strong>cir: “yo no embarco; a seguro lo llevan preso”.<br />

Des<strong>de</strong> la fecha en que vino a baní no se había probado que volviera a la Capital, y sin<br />

exponer la razón, cuando alguno lo interrogaba sobre este punto, le respondía: “A Santo<br />

Domingo ni en carta volveré jamás”.<br />

Al principio, la murmuración, que siempre acecha campo don<strong>de</strong> sustentar sus reales, tomó<br />

posesión clavando su envenenado diente en don Antonio y en su esposa. Los comentarios se<br />

sucedieron, unos lo inculpaban a él, otros a ella. Los más pru<strong>de</strong>ntes achacaron esa separación<br />

a <strong>de</strong>savenencias <strong>de</strong> carácter, pero más luego, los que atribuían la culpa a la esposa sospecharon<br />

<strong>de</strong> su honra, y los otros, especialmente las mujeres, acriminaban a don Antonio.<br />

IV<br />

Cuando Antoñita en la réplica hizo la pregunta que hemos oído sobre la culpabilidad <strong>de</strong><br />

don Antonio, don Postumio, recobrando su acostumbrada calma <strong>de</strong> filósofo, le contestó:<br />

—Mira Antoñita, no seré yo quien venga a <strong>de</strong>scorrer velos que han permanecido en el<br />

misterio; pero llévate siempre <strong>de</strong> esto: cuando tú veas que un matrimonio existe solamente<br />

porque un juez lo verificara, conforme a la ley, o porque un sacerdote diera su bendición<br />

a los cónyuges en nombre <strong>de</strong> la Iglesia, ese matrimonio, si por eso sólo, digo, conserva la<br />

apariencia <strong>de</strong> su unión, estará herido <strong>de</strong> muerte, y como rotos están sus lazos, no tiene razón<br />

<strong>de</strong> ser: es un crimen que la sociedad comete obligándolo a que sea.<br />

230

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!