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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

conocía el pie <strong>de</strong> que cojeaba la familia y que en estas andanzas se pasaba <strong>de</strong> listo, creyó, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

las primeras palabras cambiadas, segurísimo alcanzar en breve término la completa posesión<br />

<strong>de</strong> aquella joya <strong>de</strong> tan subidos quilates. La haría su querida por algunos meses y hasta otra…<br />

Pero se encontró, como quien dice, con la horma <strong>de</strong> su zapato. La criada le salió respondona. A<br />

tierra vino presto su suposición <strong>de</strong> que la niña sería fácil presa, <strong>de</strong> que se rendiría a las primeras<br />

<strong>de</strong> cambio sin gran<strong>de</strong>s amagos <strong>de</strong> resistencia. Se equivocó <strong>de</strong> lo lindo. Su <strong>de</strong>specho fue gran<strong>de</strong><br />

en el primer momento. No quería resignarse a una <strong>de</strong>rrota que menoscabaría gran<strong>de</strong>mente<br />

su renombre donjuanesco. Fue el primer amor <strong>de</strong> Rosario, ardiente, hondo, entrañable; pero<br />

tal pasión no nubló ni por un momento la serena clarivi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l espíritu <strong>de</strong> la muchacha.<br />

Por las mal veladas insinuaciones y por los avances <strong>de</strong>l novio entendió presto, pues no tenía<br />

un pelo <strong>de</strong> tonta, a don<strong>de</strong> éste quería venir a parar, y sin per<strong>de</strong>r tiempo le cerró resueltamente<br />

el camino manifestándole con acento que no <strong>de</strong>jaba lugar a dudas que sería completamente<br />

inútil prometerle mundos <strong>de</strong> felicidad si no era entrando en ellos por la puerta <strong>de</strong>l matrimonio.<br />

Fonso pensó que tales <strong>de</strong>cires eran hijos <strong>de</strong> pudorosos escrúpulos y que su tenacidad y sus<br />

ardi<strong>de</strong>s vencerían en plazo más o menos corto tan inesperada resistencia; pero a medida que<br />

iba conociendo el temple <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> Rosario y que los sentimientos <strong>de</strong> honra<strong>de</strong>z <strong>de</strong> ella<br />

no eran como creyó al principio vana palabrería sino algo <strong>de</strong> muy hondo y resistente tuvo que<br />

llegar a la <strong>de</strong>salentadora conclusión <strong>de</strong> que jamás podría hacerla su querida. Su amor propio<br />

sufrió muchísimo con esto. Y lo peor <strong>de</strong>l caso era que cada vez la amaba más, se sentía más<br />

fascinado por las gracias y hechizos <strong>de</strong> la gentil doncella. Uno que otro apretón <strong>de</strong> manos, uno<br />

que otro ligero beso a hurtadillas, lo único que había podido conseguir <strong>de</strong> ella, encendían en él<br />

más y más el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> poseer aquella mujer en que cada hora <strong>de</strong>scubría nuevas seducciones<br />

y que era la única a quien había rendido por completo su albedrío…<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l matrimonio empezó a germinar en su pensamiento viéndola a medida que<br />

transcurría el tiempo menos espantosa que otras veces. Poco a poco íbase familiarizando con<br />

el pensamiento <strong>de</strong> llevarla a la iglesia, único camino por el que podría llegar a ser dueño y<br />

señor <strong>de</strong> Rosario. Habría que vencer la resistencia <strong>de</strong>l viejo, pero estaba seguro <strong>de</strong> triunfar en<br />

el empeño. No temía al qué dirán. Seguramente que lo criticarían viéndolo casarse con una<br />

mujer <strong>de</strong> rango inferior a él y perteneciendo a una familia que daba lugar a murmuraciones<br />

y a habladas <strong>de</strong> mal género… Pero cuando pensaba hablar a don Alfonso <strong>de</strong> su resolución<br />

<strong>de</strong> casarse, prodújose el trágico suceso <strong>de</strong>l 24 <strong>de</strong> febrero con todas sus naturales y dolorosas<br />

consecuencias. Sagaz, astuta y resuelta, ya Fonso encerrado en la fortaleza <strong>de</strong> San Luis, siempre<br />

encontraba Rosario medios <strong>de</strong> que llegasen a manos <strong>de</strong>l preso bien ocultos en las frutas<br />

y cigarros que le enviaba con frecuencia papelitos en que le expresaba su invariable amor y<br />

le daba cuenta <strong>de</strong> cuanto se propalaba en la población sobre un movimiento insurreccional<br />

que se estaba fraguando. Aunque hija <strong>de</strong> español, se sentía dominicana por los cuatro costados.<br />

Pasó largos días <strong>de</strong> incertidumbre y <strong>de</strong> zozobras con motivo <strong>de</strong> la fuga <strong>de</strong> Fonso y<br />

<strong>de</strong> su posterior enrolamiento en las fuerzas revolucionarias que avanzaban sobre Santiago.<br />

Por estar interrumpidas las comunicaciones, no tuvo noticias <strong>de</strong> él durante más <strong>de</strong> un mes,<br />

lo que hacía que estuviese continuamente informándose <strong>de</strong> los pocos que llegaban <strong>de</strong>l lado<br />

<strong>de</strong> Quinigua sin que nadie pudiera darle noticia <strong>de</strong> lo que le ocurría al fugitivo novio. A<br />

veces experimentaba un sentimiento <strong>de</strong> tristeza que en uno que otro momento rayaba en la<br />

<strong>de</strong>sesperación. Al fin consiguió Fonso que llegase a su po<strong>de</strong>r una carta en que le <strong>de</strong>tallaba<br />

todas las peripecias <strong>de</strong> su larga odisea. Durante algunos días respiró con libertad satisfecha<br />

y contenta en lo posible. Cuando el incendio tuvo la familia que retirarse al campo mientras<br />

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