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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

Maguana; pidió auxilio a Azua, y reunió en poco más <strong>de</strong> una semana doscientos cincuenta<br />

hombres bien armados y equipados. ¿Cómo suponer que los rebel<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l bahoruco pudieran<br />

resistir a aquella formidable cohorte? El teniente Gobernador, lleno <strong>de</strong> bélicas ilusiones, marchó<br />

con sus fuerzas en buena or<strong>de</strong>nanza militar, sin embarazarle otra cosa que la elección <strong>de</strong>l castigo<br />

que había <strong>de</strong> aplicar a Enriquillo y sus alzados indios <strong>de</strong> la sierra.<br />

Pero éstos veían engrosar sus filas prodigiosamente. Al ruido <strong>de</strong> la primera victoria, los tímidos<br />

cobraron valor, y día por día llegaban al bahoruco bandadas <strong>de</strong> indios que iban, en busca <strong>de</strong><br />

su libertad, a compartir los trabajos y peligros <strong>de</strong> Enriquillo y sus súbditos. Uno <strong>de</strong> los primeros<br />

que acudieron fue un pariente <strong>de</strong>l cacique, conocido con el nombre <strong>de</strong> Romero. Era más joven aun<br />

que Enriquillo; pero no le cedía ni en valor, ni en pru<strong>de</strong>ncia para el mando. Pronto dio pruebas<br />

<strong>de</strong> ello, como <strong>de</strong> su mo<strong>de</strong>stia y subordinación a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l superior caudillo.<br />

Como si éste no hubiera hecho en todo su vida sino ejercitarse en aquella guerra, a<br />

medida que le llegaban refuerzos los iba organizando con acierto y previsión admirables. A<br />

primera vista parecía adivinar la aptitud especial <strong>de</strong> cada uno, y le daba el a<strong>de</strong>cuado <strong>de</strong>stino.<br />

Creó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces un cuerpo <strong>de</strong> espías y vigilantes <strong>de</strong> los que jamás funcionaba uno<br />

sólo, sino por lo regular iban a sus comisiones <strong>de</strong> dos en dos y a veces más, cuidándose el<br />

sueño y la fi<strong>de</strong>lidad respectivamente. Con los más ágiles y fuertes formó una tropa ligera,<br />

que diariamente y por muchas horas seguidas se ejercitaba en trepar a los picos y alturas<br />

que se juzgaban inaccesibles a plantas humanas; en saltar <strong>de</strong> breña en breña con la agilidad<br />

<strong>de</strong>l gamo; 144 en subir y bajar como serpientes por los <strong>de</strong>lgados bejucos que pendían <strong>de</strong> las<br />

eminencias verticales, y en todas aquellas operaciones que podían asegurar a los rebel<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l bahoruco el dominio <strong>de</strong> aquella fragosa comarca.<br />

El manejo <strong>de</strong> la lanza, la espada, la honda y la ballesta ocupaba también gran parte <strong>de</strong>l tiempo<br />

a los libres <strong>de</strong>l bahoruco. Algunos arcabuces quedaron en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Enriquillo cuando venció<br />

por primera vez a sus enemigos; pero por suma escasez <strong>de</strong> pólvora sólo se usaba en alguna rara<br />

ocasión, como señal, su estampido en las montañas. En cambio, más formidable que la artillería<br />

<strong>de</strong> aquel tiempo, era la habilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>strozar y poner en equilibrio las puntiagudas cimas <strong>de</strong><br />

los montes, y mantenerlas por medio <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>les a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>speñarlas sobre el agresor en los<br />

pasos estrechos y los barrancos, que por don<strong>de</strong> quiera cruzaban aquel titánico laberinto.<br />

Para completar la organización <strong>de</strong> su pequeña república, Enriquillo creó un Concejo<br />

<strong>de</strong> capitanes y caciques, que hacía <strong>de</strong> senado y ayuntamiento a la vez, atendiendo a las<br />

municionas necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la errante tribu. Pero el cauteloso caudillo se reservó siempre<br />

el dominio y la autoridad suprema para todos los casos. Comprendía que la unidad en el<br />

mando era la condición primera y más precisa, <strong>de</strong> la seguridad, <strong>de</strong>l buen or<strong>de</strong>n y la <strong>de</strong>fensa<br />

común, en aquella vida llena <strong>de</strong> peligrosos azares.<br />

Por último, adoptó para cierto número <strong>de</strong> hombres escogidos un equipo marcial que le<br />

sirvió <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> auxilio en los combates, e hizo más temible su milicia. Entre las armas y<br />

arreos militares que algunos <strong>de</strong> los alzados caciques habían conseguido sustraer a sus amos,<br />

había dos magníficas cotas <strong>de</strong> malla, <strong>de</strong> las que el feliz raptor regaló una a Enriquillo. De<br />

aquí vino a éste la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> hacer fabricar ciertos petos o corazas con cuerdas bien torcidas,<br />

<strong>de</strong> pita, cabuya y majagua, exteriormente barnizadas con bálsamo resinoso; a favor <strong>de</strong><br />

cuya industria logró hacer impenetrable el golpe <strong>de</strong> las espadas los cuerpos <strong>de</strong> los indios,<br />

que así protegidos cobraban más arrojo; y algún tiempo <strong>de</strong>spués perfeccionó la invención,<br />

144 Como picazas, se lee en los documentos oficiales <strong>de</strong> la época, que tratan <strong>de</strong> la rebelión <strong>de</strong>l Bahoruco.<br />

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