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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

Pero en revoluciones en que predomina la ambición <strong>de</strong> mando; en revoluciones que no<br />

traen otras ban<strong>de</strong>ras que las <strong>de</strong> los partidos personalistas, ¿habrá una sola que mejore las<br />

condiciones <strong>de</strong> un país?<br />

Y cuando alguno <strong>de</strong> los presos le aconsejaba callarse; porque podían oírlo y comprometerse.<br />

—¿Y qué me importa a mí? –respondía con firmeza–; a ellos mismos se lo diría yo. Esas<br />

revoluciones no hacen otra cosa que corromper las masas; causar la ruina <strong>de</strong> las poblaciones;<br />

<strong>de</strong>vastar los campos; y lo peor, lo peor, presentar la oportunidad a hombres indignos<br />

para que se sobrepongan a la gente buena y honrada; luego, dando apoyo inconsciente y<br />

consiente al crimen para que se ría <strong>de</strong> la justicia, terminan por levantar jefetones, quienes<br />

<strong>de</strong>spués con ínfulas <strong>de</strong> tiranos se engolfan en el mando y engolfan a los <strong>de</strong>más en una ciega<br />

obediencia. Ahí tienen uste<strong>de</strong>s a Felipe Ozán; ya es un Coronel con autoridad en el pueblo,<br />

mañana querrá ser Ministro, y <strong>de</strong>spués candidato a la Presi<strong>de</strong>ncia.<br />

Algunas veces solía Felipe ir a El Polvorín por algún motivo <strong>de</strong>l servicio. Don Postumio<br />

no podía contenerse:<br />

—Vean uste<strong>de</strong>s –<strong>de</strong>cía a sus compañeros <strong>de</strong> cárcel–. Vean uste<strong>de</strong>s <strong>de</strong> qué modo el crimen<br />

se yergue cuando se halla en el goce <strong>de</strong> la impunidad.<br />

Y como esto lo <strong>de</strong>cía a las barbas <strong>de</strong>l mismo Felipe; <strong>de</strong>spués que éste salía <strong>de</strong> El Polvorín<br />

se armaban acaloradas disputas; pues los presos <strong>de</strong>saprobaban esas impru<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> don<br />

Postumio y hablaban <strong>de</strong> que él los iba a comprometer.<br />

—¡Comprometer! –replicaba entonces lleno <strong>de</strong> indignación–. Por tanta cobardía es que<br />

está el país como está.<br />

A estas palabras todos le caían a nuestro terco protagonista haciéndole nuevas objeciones,<br />

y al hablarle <strong>de</strong> que nadie estaba loco para exponer su vida, les contestaba:<br />

—Eso es, eso es… el espíritu <strong>de</strong> la propia conservación, y <strong>de</strong>jar por la propia conservación<br />

que todo se lo lleve el diablo. ¡Ah! ¡cuánto daño hace a los pueblos la propia conservación!…<br />

Y don Postumio, sin embargo <strong>de</strong> su sangre fría, se irritaba en estas consi<strong>de</strong>raciones,<br />

aunque muy repetidor, <strong>de</strong>cía a veces algunas verda<strong>de</strong>s.<br />

Con el asunto <strong>de</strong> la impunidad <strong>de</strong> Felipe dio y redió espíritu <strong>de</strong> conservación, hasta más<br />

no po<strong>de</strong>r. Dijo que la propia conservación era innoble, egoísta, cruel, inhumana, contraria<br />

al heroísmo y a todas las acciones gran<strong>de</strong>s; que a ser por ella todavía el mundo estaría<br />

sumido en la barbarie; que ella era una <strong>de</strong> las tantas rémoras que impedían el progreso<br />

<strong>de</strong> los pueblos; que cubriéndose con el antifaz <strong>de</strong> falsas virtu<strong>de</strong>s, era la enemiga más<br />

perjudicial que tenía la libertad, el civismo, la moral, la caridad y todas las virtu<strong>de</strong>s. En<br />

fin, cuando veía a Felipe, se ponía a <strong>de</strong>sbarrar. Él no se conformaba con que el pueblo<br />

en masa no se levantara pidiendo justicia. ¡Cómo! en baní, en baní, ¿haber pasado un<br />

hecho tan horroroso, y todos callaban en presencia <strong>de</strong> semejante impunidad? ¿Acaso un<br />

crimen igual tenía que ver con la política? ¿Qué se habrán hecho los nobles y humanitarios<br />

sentimientos <strong>de</strong> los banilejos?… Y esas eran las simplezas <strong>de</strong> don Postumio: en su manía<br />

<strong>de</strong> discutírselo todo, se olvidaba al hacer esas reflexiones <strong>de</strong> que en circunstancias tan<br />

comprometidas, y con gente como la que había invadido a baní, los que pudieran pedir<br />

esa justicia no lo hacían, por ese mismo instinto <strong>de</strong> la propia conservación. Así fue que<br />

hasta la misma familia <strong>de</strong>l muerto se conformó con llorarlo y mal<strong>de</strong>cir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el rincón<br />

<strong>de</strong> su hogar.<br />

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