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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

su cuenta <strong>de</strong> ahí en a<strong>de</strong>lante. El rubio es hombre <strong>de</strong> pocas palabras, <strong>de</strong> pocas relaciones. Vive<br />

en uno <strong>de</strong> los confortables chalets que han sido fabricados por el Central para los blancos;<br />

bebe su whisky, juega golf, lee revistas americanas, soluciona crucigramas, siente un <strong>de</strong>sprecio<br />

olímpico por este país y sus gentes, y oye la radio… Su vientre crece, su cuenta bancaria<br />

crece, y el futuro le sonríe allá en la Florida, en forma <strong>de</strong> alguna quinta, cuando una buena<br />

suma esté colocada en acciones y se pueda terminar tranquilamente como buen hijo <strong>de</strong> una<br />

gran <strong>de</strong>mocracia. El otro no es lo mismo. Llegó aquí un día con la americana rota, como otros<br />

tantos aventureros que luego se convierten en personajes en nuestros misérrimos pueblos;<br />

sabía inglés y contabilidad, halló trabajo en la oficina <strong>de</strong>l manager, fue su escribiente y luego<br />

su secretario, y finalmente, el cargo <strong>de</strong> asistente fue creado para él, gracias a su oportuno<br />

<strong>de</strong>scubrimiento. No sueña con ninguna Florida, ni cree en la <strong>de</strong>mocracia que les permite a<br />

los ciudadanos colocar dinero en acciones y criar vientre sin trabajar, sino que gusta <strong>de</strong> las<br />

mujeres, <strong>de</strong> la parranda, y le saca todo el jugo posible a su posición y a un poblacho miserable<br />

que vive parasitariamente <strong>de</strong>l central. El sueldo no permite todos esos lujosos, pero ¡para<br />

eso se tiene po<strong>de</strong>r! El hombre ha ido colocando bo<strong>de</strong>gueros a quienes protege enviándoles<br />

a las mejores bo<strong>de</strong>gas para luego <strong>de</strong>sollarles tomándoles a préstamo sumas que jamás les<br />

<strong>de</strong>vuelve. ¡Es que tiene <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> vivir! bien parecido, sin escrúpulos y dueño <strong>de</strong> una buena<br />

salud, se hace dar fiestas aquí y allá. Emana simpatía y se gana la confianza <strong>de</strong> sus protegidos.<br />

Estos, encantados, orgullosos <strong>de</strong> la amistad <strong>de</strong> “un hombre tan sencillo” que les trata “como<br />

si no fuera su jefe”, envían a las hembras <strong>de</strong> sus familias al pueblo con él, “aprovechando la<br />

oportunidad <strong>de</strong> su automóvil” muy orgullosos <strong>de</strong> tratarse <strong>de</strong> igual a igual con el segundo<br />

manager, muy satisfechos <strong>de</strong> ver a sus hembras bailar con él.<br />

Y el hombre, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> con el dinero, se queda con la honra <strong>de</strong> sus protegidos, como<br />

siempre ocurre en estos casos. Mujeres, hermanas e hijas se vuelven locas con Mr. Lilo…<br />

—“¡Qué simpático es Mr. Lilo!”.<br />

—“¡Qué buen mozo es Mr. Lilo!”.<br />

—“¡Qué hombre tan bueno es Mr. Lilo!”.<br />

Su marido, su hermano, su padre, “se lo <strong>de</strong>ben todo a Mr. Lilo”. Después <strong>de</strong> una fiesta<br />

hubo un déficit, y –¡esto es un terrible secreto!–, “lo arregló Mr. Lilo”.<br />

—“¡Es un hombre <strong>de</strong> tan buen corazón…! ¡Y tan simpático…!”.<br />

Negocio, negocio. Algunos <strong>de</strong> los que tal precio pagan por un empleo no saben cuánto<br />

les cuesta, como es natural; pero otros están enterados y lo simulan, porque son muy seguros<br />

aumentos <strong>de</strong> sueldos y concesiones en tales circunstancias.<br />

Mi compañero ha dicho todo esto con bastante tranquilidad y en sus labios la ironía<br />

asoma en sonrisa. He oído palabra por palabra, y asqueado ante tanta suciedad, no puedo<br />

callar una protesta:<br />

—¡Este es un asqueroso comercio <strong>de</strong> la dignidad! ¡No me explico cómo estos hombres<br />

no prefieren el <strong>de</strong>sempleo a situaciones tan abominables!<br />

Pero Eduardo respon<strong>de</strong>:<br />

—Es una indignidad y todo cuanto quieras, pero es la verdad…<br />

Luego dice, apretando los dientes:<br />

—¡Y si eso fuera todo! ¡Si los que ven<strong>de</strong>n su honor por una piltrafa tuvieran seguridad…!<br />

Pero nada <strong>de</strong> eso. El comprador, una vez hastiado <strong>de</strong> la mujer, la hermana o la hija, y una vez<br />

<strong>de</strong>udor <strong>de</strong> una suma que no quiere recordar, se hastía también <strong>de</strong> los que se les ven<strong>de</strong>n, y los<br />

<strong>de</strong>ja un buen día sin honor y sin empleo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse cotizado a tan bajo precio.<br />

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