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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

Capítulo I<br />

ENRIQUE Y EUGENIA MARíA<br />

Libro Segundo<br />

PRIMERa PaRtE<br />

I<br />

Finalizaba el mes <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1849. Después <strong>de</strong> la inmortal batalla <strong>de</strong> Las Carreras, en que<br />

todo baní se cubrió física y moralmente con el humo <strong>de</strong> la victoria, porque fue raro aquel <strong>de</strong><br />

sus hijos que no ciñera a su frente algún ramo <strong>de</strong> ese haz rever<strong>de</strong>cido <strong>de</strong> laureles que recogió<br />

la Patria; un joven <strong>de</strong> los que más se habían distinguido en esa epopeya nacional, primero<br />

como oficial <strong>de</strong> la compañía <strong>de</strong>l valiente y casi olvidado capitán José Mojica, que maniobraba<br />

bajo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l nunca bien pon<strong>de</strong>rado coronel entonces Francisco Domínguez, <strong>de</strong>l cual<br />

asegura el veterano <strong>de</strong> nuestras gloriosas guerras, el <strong>de</strong> las páginas inmortales <strong>de</strong> Santomé<br />

y La Canela, el general Cabral, en fin que fue sin disputa, el verda<strong>de</strong>ro héroe <strong>de</strong> la reñida y<br />

estratégica acción <strong>de</strong> El Número, y <strong>de</strong>spués en aquellas famosas guerrillas <strong>de</strong> sus paisanos<br />

los dos brunos, bruno <strong>de</strong>l Rosario y bruno Aquino, que con unos cuantos banilejos, hicieron<br />

prodigios <strong>de</strong> valor asaltando <strong>de</strong> frente los cañones <strong>de</strong>l enemigo; ese joven, repetimos,<br />

perteneciente a una <strong>de</strong> las principales familias <strong>de</strong> la población, dijo ¡adiós! a sus padres y se<br />

fue para la Capital, buscando el modo <strong>de</strong> obtener mejor porvenir, con la intención <strong>de</strong> seguir<br />

viaje al Cibao, si allí no encontraba algo <strong>de</strong> provecho en qué ocuparse.<br />

Una casa <strong>de</strong> comercio, a la que ofreció gratis sus servicios, lo aceptó; y <strong>de</strong> este modo,<br />

dando su primera, al cabo <strong>de</strong> meses, por su conducta ejemplar y por su inteligencia y laboriosidad,<br />

le fue asignado un sueldo. Después adquirió un buen crédito, y con recomendaciones<br />

valiosas estableció una tienda <strong>de</strong> mercancías en la Capital por su propia cuenta, casándose<br />

inmediatamente con una joven <strong>de</strong> allí mismo.<br />

El primogénito <strong>de</strong> ese matrimonio fue Enrique Gómez, a quien en la pila bautizaron<br />

con el nombre <strong>de</strong> su padre.<br />

Cuando aún era adolescente se unió en amores, a gusto y consentimiento <strong>de</strong> las dos<br />

familias, con una niña <strong>de</strong> su vecindario; y he ahí el episodio que ofrecimos contar al lector,<br />

cuando por primera vez dimos a conocer a nuestro protagonista.<br />

II<br />

Eugenia María, a causa <strong>de</strong> quien hemos visto tan entristecida y tan inconforme a Engracia,<br />

era el nombre <strong>de</strong> esa niña.<br />

Dotada <strong>de</strong> sensibilidad y <strong>de</strong> una inteligencia muy precoz, había suspirado <strong>de</strong> amor por<br />

él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la edad <strong>de</strong> nueve años. El alma <strong>de</strong> Enrique también se sintió herida por esa tierna<br />

afección. Sin compren<strong>de</strong>r todavía el porqué <strong>de</strong> las alegrías y <strong>de</strong> tristezas cuando se mueven<br />

los corazones al po<strong>de</strong>r mágico y misterioso <strong>de</strong> ese sentimiento, ya ellos tenían sus motivos<br />

<strong>de</strong> risas o <strong>de</strong> llantos.<br />

—¡Tú no me quieres, ingrato! –<strong>de</strong>cía ella con los ojos anegados en lágrimas, cuando<br />

Enrique le escondía sus muñecas; y otras veces, cuando la reprendía con agrias palabras,<br />

en esas querellas que por cualquier simpleza suelen armarse entre los niños, Eugenia se<br />

entristecía tanto, y lloraba tanto, que costaba trabajo para consolarla.<br />

Pero, así y todo, también le llegaban a Enrique los momentos <strong>de</strong> pagar su tributo en<br />

ese cambio <strong>de</strong> las impresiones <strong>de</strong>l corazón; pues comprendiendo ella el lado flaco <strong>de</strong> él,<br />

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