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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

Can<strong>de</strong>laria había cerrado la puerta <strong>de</strong> la calle. A pesar <strong>de</strong> todo temía que vieran a esa<br />

gente en su casa… ¡y tan obsequiados!<br />

El comedor, como casi todos los <strong>de</strong> baní (particularmente en aquella época) estaba al<br />

extremo <strong>de</strong> la sala, formado por la división <strong>de</strong> un medio tablado, especie <strong>de</strong> antepecho con<br />

su entrada al centro, que allí llaman pasamano. Can<strong>de</strong>laria, con los codos apoyados en dicho<br />

pasamano, veía comer a sus huéspe<strong>de</strong>s.<br />

Después que les dio las últimas explicaciones sobre don Antonio y las señales <strong>de</strong>l lugar<br />

en don<strong>de</strong> se hallaba el bohío que <strong>de</strong>bían asaltar esa noche en La Montería, terminó diciéndoles:<br />

—Les suplico que a mí no me mienten para nada en el asunto, ni menos con mi sobrino<br />

Felipe; pues él es un hombre muy <strong>de</strong>licado y estoy segura que sería el primero en <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<br />

a don Antonio y al joven <strong>de</strong> Santo Domingo.<br />

—Pierda cuidao, comay, nosotros semos hombres muy preveníos, y nadie sabrá nada; pero<br />

lo que es a ese sinvergüenza <strong>de</strong> don Antonio se lo entregamos <strong>de</strong>splumao –contestó baúl con<br />

su honda y tosca voz, y levantándose repentinamente <strong>de</strong> la silla, <strong>de</strong>senvainó el collin que<br />

acostumbraba llevar a la cintura, añadiendo:<br />

—Mire, comay, cuando yo le haga así…<br />

Can<strong>de</strong>laria lanzó un grito <strong>de</strong> espanto, al sentir el frío <strong>de</strong>l acero, pues baúl al tiempo <strong>de</strong><br />

pronunciar esas palabras, con un rápido movimiento <strong>de</strong> cuerpo y brazo, le había pasado el<br />

lomo <strong>de</strong>l cuchillo por la garganta; y con su brusco movimiento volcó la sopera que contenía<br />

el original <strong>de</strong>l sancocho, quedando el mantel en miserable estado.<br />

Solito regañó a su compañero y tranquilizó a la Ozán que temblaba <strong>de</strong> pies a cabeza.<br />

baúl lo echó todo a juego, y Musié, bebiendo caldo al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> su plato, acabó por reírse<br />

mucho <strong>de</strong> aquella ocurrencia.<br />

Can<strong>de</strong>laria, al fin, se repuso <strong>de</strong>l susto; pero juzgó pru<strong>de</strong>nte retirarse <strong>de</strong> allí.<br />

Musié vaciaba por tercera vez en el vaso que le habían puesto, como cuatro <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />

ron <strong>de</strong> la botella que estaba sobre la mesa, y Solito sin reparar que Can<strong>de</strong>laria se había ido,<br />

encogiendo los hombros al ver el trago, agregó:<br />

—Lo que es al santominguero se lo traemos amarrado como un andullo.<br />

baúl llamaba a Musié tragón; pero él a su vez se echaba medio vaso <strong>de</strong>l mismo líquido.<br />

—¡Diablo! –exclamó Solito, que tenía por costumbre acentuar mucho esa interjección–,<br />

me quedo a secas; y dirigiéndose a una sirvienta que había <strong>de</strong>jado en el comedor Can<strong>de</strong>laria,<br />

interrogó:<br />

—¿Muchacha, aquí no hay más romo? Diablo, anda, trae otra botella.<br />

La muchacha cogió la botella ya vacía y a poco rato la volvió a traer llena.<br />

Después vino con una fuente humeante <strong>de</strong> locrio <strong>de</strong> puerco que mandaba Can<strong>de</strong>laria.<br />

Entre tanto, Musié recogía con la cuchara el caldo espeso, que aún formaba pozos en el<br />

mantel, y se lo bebía.<br />

baúl que cortaba un pedazo <strong>de</strong> carne, valiéndose <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos y <strong>de</strong>l grueso y largo<br />

collin que ya hemos visto, reconvenía a Musié llamándole puerco y diciéndole que por<br />

eso no lo convidaría más nunca a comer en ninguna casa <strong>de</strong>cente; que el Musié no podía<br />

negar que era un rayano <strong>de</strong> las líneas <strong>de</strong> Haití, hombre sin principio <strong>de</strong> gente y otras cosas<br />

por el estilo.<br />

Musié que le tenía respeto y quién sabe si miedo guardó silencio, acabando <strong>de</strong> raspar<br />

con el cuchillo el mantel manchado. Luego cogió la fuente <strong>de</strong>l locrio y se sirvió su plato<br />

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