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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

Des<strong>de</strong> aquel punto y hora, animados uno y otro religioso <strong>de</strong>l mismo espíritu <strong>de</strong> caridad<br />

evangélica, trabajaron <strong>de</strong> consuno; la obra artificiosa <strong>de</strong> Pasamonte, Fonseca, Conchillos<br />

y todos sus secuaces, estuvo a punto <strong>de</strong> caer <strong>de</strong>rribada por la fuerza <strong>de</strong> la verdad; los parientes<br />

y amigos <strong>de</strong>l Almirante Don Diego Colón cobraron nuevo crédito y nuevos bríos, y<br />

las célebres or<strong>de</strong>nanzas <strong>de</strong> Burgos, en favor <strong>de</strong> la raza india, fueron una página <strong>de</strong> oro en la<br />

historia <strong>de</strong> aquellos tiempos <strong>de</strong> iniquidad y oscurantismo.<br />

XXXV. Moratoria<br />

Por esta época fue cuando el Almirante Gobernador <strong>de</strong> la Española obtuvo la tan esperada<br />

autorización real para mandar conquistar y poblar la isla <strong>de</strong> Cuba. Sin pérdida <strong>de</strong> tiempo<br />

lo participó a su teniente Diego Velázquez, llamándolo a Santo Domingo, con el fin <strong>de</strong> dar<br />

la última mano a los planes e instrucciones para tan importante empresa. Voló Velázquez a<br />

la capital <strong>de</strong> la colonia, en alas <strong>de</strong> su amor y <strong>de</strong> sus ambiciosas esperanzas.<br />

Había transcurrido con exceso el plazo pedido por su prometida para la realización <strong>de</strong>l<br />

matrimonio; pero tanto Diego Colón, como el mismo padre <strong>de</strong> la novia, habían contestado<br />

acor<strong>de</strong>s a las reclamaciones <strong>de</strong>l impaciente Capitán, que el estado <strong>de</strong> salud <strong>de</strong> María era<br />

sumamente <strong>de</strong>licado, y hacía forzoso un nuevo aplazamiento. Mal <strong>de</strong> su grado se conformó<br />

Velázquez con la in<strong>de</strong>finida <strong>de</strong>mora que se le imponía, y hasta comenzaba a pensar mal <strong>de</strong><br />

las intenciones <strong>de</strong>l Almirante y la formalidad <strong>de</strong>l futuro suegro, cuando recibió la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

pasar a la capital <strong>de</strong> la colonia.<br />

—Por fin –se dijo– veré por mí mismo lo que pasa, y proce<strong>de</strong>ré según las circunstancias<br />

y el resultado <strong>de</strong> mis observaciones.<br />

La sola vista <strong>de</strong> su prometida <strong>de</strong>svaneció todos sus recelos, y lo convenció <strong>de</strong> que le<br />

habían dicho y escrito la verdad. Sin exageración <strong>de</strong> ninguna especie, María <strong>de</strong> Cuéllar estaba<br />

muy enferma, causaba pena y espanto comparar aquella faz abatida y pálida, aquellos<br />

ojos circuidos <strong>de</strong> sombras violáceas, con el recuerdo <strong>de</strong> la espléndida y lozana belleza que<br />

había fascinado a Velázquez cuando por primera vez la contempló un día en el alcázar <strong>de</strong><br />

los Virreyes. Su aspecto y la expresión <strong>de</strong> su semblante <strong>de</strong>notaban una tristeza resignada,<br />

una especie <strong>de</strong> indiferencia muy parecida a la insensibilidad. Dejóse tomar y besar la mano<br />

por su futuro esposo, sin dar muestras ni <strong>de</strong> alegría cortés, ni <strong>de</strong> disgusto, ante aquel acto<br />

que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>spertar en ella el sentimiento <strong>de</strong> su situación, y la conciencia <strong>de</strong> que se acercaba<br />

el día en que se había <strong>de</strong> consumar un sacrificio.<br />

Velázquez le dijo, mirándola conmovido:<br />

—¿Podré contar con que ya han <strong>de</strong>saparecido todos los obstáculos que se vienen oponiendo<br />

a mi dicha, y que al fin os <strong>de</strong>jaréis conducir al altar?<br />

La joven, por toda contestación, fijó en el que así la interpelaba una mirada atónita,<br />

in<strong>de</strong>finible; y su padre, viéndola guardar silencio, habló por ella en estos términos:<br />

—Vos me pedisteis un año <strong>de</strong> espera, señor Don Diego, para efectuar el matrimonio: ni<br />

por culpa vuestra, ni por la mía, ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> tener este acuerdo su estricto cumplimiento.<br />

Hoy, ya lo veis, sería grave impru<strong>de</strong>ncia no aguardar algún tiempo más a que mi hija se<br />

restablezca <strong>de</strong> la extraña dolencia que la tiene tan abatida y débil.<br />

—¡Cómo, señor <strong>de</strong> Cuéllar! –exclamó Velázquez con calor–. ¡Y habré <strong>de</strong> partir yo solo<br />

para la conquista <strong>de</strong> Cuba, cuando mi más lisonjera esperanza era llevar conmigo a la elegida<br />

<strong>de</strong> mi corazón...<br />

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