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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

Terminada esta especie <strong>de</strong> investidura señorial, Guaroa acordó a sus amigos el plan <strong>de</strong><br />

vida que <strong>de</strong>bían observar los indios libres en lo sucesivo; y se ocupó con esmerada previsión<br />

<strong>de</strong> los mil y mil <strong>de</strong>talles a que era preciso aten<strong>de</strong>r para resguardarse <strong>de</strong> las irrupciones <strong>de</strong> los<br />

conquistadores. Todo un sistema <strong>de</strong> espionaje y vigilancia quedó perfectamente or<strong>de</strong>nado;<br />

<strong>de</strong> tal suerte, que era imposible que los españoles emprendieran una excursión en cualquier<br />

rumbo, sin que al momento se trasmitiera la noticia a las más recónditas guaridas <strong>de</strong> la sierra.<br />

Guaroa, hechos estos preparativos, indicó en sus instrucciones finales a los cabos <strong>de</strong> su confianza<br />

el Lago Dulce, al Nor<strong>de</strong>ste <strong>de</strong> aquellas montañas, como punto <strong>de</strong> reunión general, en<br />

caso <strong>de</strong> que el enemigo invadiera la sierra; y <strong>de</strong>terminó fijamente el lugar en que iba a residir<br />

con su sobrino, a la margen <strong>de</strong> dicho lago. En seguida emprendió su marcha, acompañado<br />

<strong>de</strong> un corto séquito <strong>de</strong> indios escogidos, que llevaban a Guarocuya cómodamente instalado<br />

en una rústica silla <strong>de</strong> manos, formada <strong>de</strong> recias varas y flexibles mimbres, y mullida con<br />

los fibrosos y rizados copos <strong>de</strong> la guajaca.<br />

El niño todo lo miraba y a todo se prestaba sin manifestar extrañeza. Tenía siete años, y<br />

a esta tierna edad ya entreveía y comenzaba a experimentar todo lo que hay <strong>de</strong> duro y terrible<br />

en las luchas <strong>de</strong> la existencia humana. Sin duda, ráfagas <strong>de</strong> terror cruzarían su infantil<br />

ánimo, ya cuando viera la feroz solda<strong>de</strong>sca <strong>de</strong> Ovando dar muerte a los seres que ro<strong>de</strong>aban<br />

su cuna, incluso a su propio padre; ya más a<strong>de</strong>lante, cuando el grito agudo <strong>de</strong>l vigía indio, o<br />

el remoto ladrido <strong>de</strong> los perros <strong>de</strong> presa, alternando con los ecos <strong>de</strong>l clarín <strong>de</strong> guerra, anunciaban<br />

la aproximación <strong>de</strong>l peligro, y los improvisados guerreros se aprestaban a la <strong>de</strong>fensa,<br />

o respondían con fúnebre clamor a la voz <strong>de</strong> alarma, creyendo llegada su última hora.<br />

¡Qué tristes impresiones, las primeras que recibió aquel inocente en el albor <strong>de</strong> su vida! Profundamente<br />

grabadas quedaron en su alma benévola y generosa, templada tan temprano para la<br />

lucha y los gran<strong>de</strong>s dolores, así como para el amor y todos los sentimientos elevados y puros.<br />

<strong>VI</strong>I. La <strong>de</strong>nuncia<br />

El diligente Don Pedro <strong>de</strong> Mojica se puso en dos zancadas, como suele <strong>de</strong>cirse, en casa<br />

<strong>de</strong>l Gobernador. Éste acababa <strong>de</strong> vestirse, y estudiaba tres o cuatro planos topográficos que<br />

tenía en una mesa. Su preocupación capital y constante era la fundación <strong>de</strong> su villa, según se<br />

ha dicho al principio <strong>de</strong> nuestra historia; y los oficiales y caballeros <strong>de</strong> su séquito, con febril<br />

emulación, trazaban cada día un plano, según su buen gusto o su capricho; o bosquejaban<br />

un espacio <strong>de</strong> la costa, el que más a<strong>de</strong>cuado les parecía al efecto; y escribían memorias y<br />

<strong>de</strong>scripciones infinitas, que todas merecían la más prolija atención <strong>de</strong>l comendador, <strong>de</strong>seoso<br />

<strong>de</strong>l mejor acierto en tan ardua materia.<br />

Estaba, pues, en esta su ocupación favorita, cuando le anunciaron la presencia <strong>de</strong><br />

Don Pedro.<br />

Éste era tratado por Su Señoría como un amigo <strong>de</strong> confianza y tenía sus entradas francas<br />

en el gabinete; pero en la ocasión que referimos, renunció estudiadamente a tal prerrogativa,<br />

a fin <strong>de</strong> dar la conveniente solemnidad a su visita. Ovando, que se había incorporado al oír<br />

la voz <strong>de</strong> su fámulo anunciándole a Don Pedro, esperó buenamente a que éste entrara en<br />

seguida, y tornó a absorberse con gran cachaza en sus estudios topográficos.<br />

Cinco minutos <strong>de</strong>spués volvió el ayuda <strong>de</strong> cámara diciendo:<br />

—Don Pedro <strong>de</strong> Mojica espera las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Vuestra Señoría, y dice que tiene que<br />

hablarle <strong>de</strong> asuntos muy graves.<br />

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