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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

“Y por eso, hijo mío, he temblado; mi corazón se ha <strong>de</strong>sgarrado al entrever esos signos<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad en tu carácter; que <strong>de</strong>bilidad, y no otra cosa, son el orgullo vidrioso y la necia<br />

soberbia; así como es <strong>de</strong> fortísimo temple la virtud, que sabe sacar su dignidad y su fuerza<br />

<strong>de</strong>l mismo exceso <strong>de</strong> las humillaciones y <strong>de</strong> los dolores. Este es el secreto sublime <strong>de</strong> la cruz;<br />

esto lo que <strong>de</strong>bemos apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Cristo que adoramos”.<br />

Y Las Casas echó los brazos al cuello <strong>de</strong> Enriquillo, mirándole con intensa ternura. El<br />

cacique quiso respon<strong>de</strong>r, pero no pudo, porque la emoción embargaba su voz, al terminar<br />

el piadoso filántropo su discurso.<br />

Aquella emoción lo <strong>de</strong>cía todo: Enrique llegó a creerse efectivamente culpable, consi<strong>de</strong>rando<br />

como <strong>de</strong>fectos los impulsos naturales <strong>de</strong> su alma franca y <strong>de</strong> su índole generosa<br />

y leal. bien comprendía esto último Las Casas; pero su previsora solicitud por el bien que<br />

aquel huérfano, a quien amaba como a un hijo, recibió la voz <strong>de</strong> alerta con la confi<strong>de</strong>ncia que<br />

el joven le había hecho <strong>de</strong> los diversos afectos <strong>de</strong> su ánimo, sometido a dura prueba moral<br />

en casa <strong>de</strong> los Virreyes. Comprendió el sagaz protector <strong>de</strong> Enrique el peligro que para éste<br />

había en aquella susceptibilidad característica que le había <strong>de</strong> proporcionar, en su condición<br />

anómala, incalculables tropiezos y perdurable martirio; por lo que resolvió dirigirle la transcripta<br />

amonestación, que <strong>de</strong>bía dar por fruto una saludable templanza en el carácter viril <strong>de</strong><br />

su protegido, aparejándolo contra todas las eventualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su incierto <strong>de</strong>stino.<br />

XIII. Compromiso<br />

Después <strong>de</strong> almorzar juntos Las Casas y Enrique, el primero se vistió con algún esmero,<br />

y volvió a salir dirigiéndose a casa <strong>de</strong> Velázquez. Encontró a éste <strong>de</strong> gran gala, vistiendo su<br />

más rico traje hecho con arreglo a la airosa moda milanesa <strong>de</strong> aquel tiempo: le acompañaba<br />

su fiel confi<strong>de</strong>nte, el servil Mojica, reverso <strong>de</strong> la medalla con respecto a Velázquez en la parte<br />

física, como lo era respecto al Licenciado en la parte moral. Las Casas lo miró con disgusto,<br />

y lo saludó fríamente; emprendiendo los tres la marcha seguidos <strong>de</strong> dos escu<strong>de</strong>ros.<br />

Eran las doce <strong>de</strong>l día, cuando las puertas <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Don Cristóbal <strong>de</strong> Cuéllar se abrían <strong>de</strong><br />

par en par dando entrada al arrogante Capitán y sus compañeros. Dos largas y nutridas filas <strong>de</strong><br />

esclavos negros, naborias indios y criados europeos se extendían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el vasto portal o zaguán<br />

<strong>de</strong> la casa hasta el pie <strong>de</strong> la escalera, todos limpia y <strong>de</strong>centemente vestidos, ostentando en la librea<br />

los colores <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l opulento Contador. El lujo <strong>de</strong> las habitaciones <strong>de</strong>coradas con muebles<br />

y paramentos <strong>de</strong> gran precio, como la numerosa servidumbre, daban elevada opinión <strong>de</strong> las<br />

riquezas <strong>de</strong>l dueño, y así lo iba haciendo notar a Velázquez el codicioso Pedro <strong>de</strong> Mojica.<br />

Recibió el Contador a sus huéspe<strong>de</strong>s en el salón principal, <strong>de</strong> pie al lado <strong>de</strong> su bella<br />

hija, cuyo rostro cubierto <strong>de</strong> mortal pali<strong>de</strong>z competía con la mate blancura <strong>de</strong> su vestido <strong>de</strong><br />

encaje francés y rico terciopelo <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s. Acompañaban al señor <strong>de</strong> Cuéllar sus amigos<br />

Francisco <strong>de</strong> Garay, Alguacil Mayor <strong>de</strong> la Isla, y Rodrigo <strong>de</strong> bastidas, vecino principal <strong>de</strong><br />

Santo Domingo, respetable personaje; el mismo que años antes había hecho una feliz expedición<br />

a Castilla <strong>de</strong>l Oro (Nueva Granada), y obtuvo bastante tiempo <strong>de</strong>spués el título <strong>de</strong><br />

A<strong>de</strong>lantado por sus servicios a la Corona en aquella ocasión.<br />

Velázquez, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cumplido con todos los circunstantes los <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> cortesía,<br />

formuló en un breve discurso su pretensión matrimonial, a la que el padre <strong>de</strong> María<br />

expresó acto continuo su asentimiento. Entonces Velázquez, apartándose en este solo punto<br />

<strong>de</strong> las minuciosas instrucciones que previamente le había inculcado el astuto Mojica, antes <strong>de</strong><br />

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