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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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RAMÓN MARRERO ARISTY | OVER<br />

Creía yo que estas cosas sólo se encontraban en novelas cuyos autores tuvieran la manía<br />

<strong>de</strong> crear fantasías abominables, pero los ejemplos que cita mi amigo no me <strong>de</strong>jan dudar. Todo<br />

eso ocurre en este mundo <strong>de</strong> la finca. ¡Todo ello es verdad! Sin embargo, quisiera tener una<br />

esperanza, interponer una apelación, y trato <strong>de</strong> hallarlas…<br />

—Y ante todo eso –digo–, ¿qué hace el administrador <strong>de</strong>l Central? En el pueblo le consi<strong>de</strong>ran<br />

un filántropo, alaban su seriedad, dicen que es instruido… ¿No es capaz <strong>de</strong> prever<br />

hasta dón<strong>de</strong> conducirán más tar<strong>de</strong> o más temprano estos abusos? ¿No pue<strong>de</strong> intervenir?<br />

Entonces algo nuevo me viene a sorpren<strong>de</strong>r:<br />

—Lo sabe –dice Eduardo–, pero se hace el ciego porque el manager es hombre atado por<br />

cuerdas muy sólidas, cuyas amarras mantiene en buen estado su mujer, y como él y el segundo<br />

se cubren con la misma manta… ¡No hay que hablar! Si se or<strong>de</strong>na una investigación la realiza<br />

el mismo Mr. Panza, y al fin todo queda, como dicen ellos, O.K. ¿Explicación? Sencilla. Nuestro<br />

dictador no era más que un carnicero en su país, cuando su mujer hizo amistad con uno<br />

<strong>de</strong> los magnates accionistas y dirigentes <strong>de</strong> esta compañía. ¡Esta fue una gran amistad! Y el<br />

<strong>de</strong>scuartizador <strong>de</strong> reses se convirtió en señor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> tiendas <strong>de</strong> este Central.<br />

Quedo pasmado. ¿No habrá aquí nada limpio? Sin embargo, me aferro a una esperanza<br />

y digo:<br />

—Pero algún día…<br />

Y Eduardo corta:<br />

—¡Nada suce<strong>de</strong>rá!<br />

Quiero insistir; pero él no me <strong>de</strong>ja.<br />

—A lo más que todo pue<strong>de</strong> llegar –sigue sin oírme–, es a que el rubio eche cualquier día<br />

por la borda a su socio. El asistente cada vez se extralimita más, y hace mayores escándalos.<br />

Roba en la tienda central y luego se lo hace <strong>de</strong>scontar a los bo<strong>de</strong>gueros <strong>de</strong> su grupo. Anda con<br />

los automóviles <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento llenos <strong>de</strong> mujeres por las noches, y a veces le amanece en<br />

los caminos borracho. Un día el rubio estará en condiciones <strong>de</strong> formarle un expediente, y serán<br />

tan evi<strong>de</strong>ntes sus fechorías, que se le <strong>de</strong>spedirá sin permitírsele formular <strong>de</strong>fensa ni mucho<br />

menos hacer una acusación contra su jefe. Y el manager quedará tranquilo en su puesto y todo<br />

seguirá lo mismo, sin registrarse ningún cambio fundamental, porque siempre pondrán en el<br />

cargo a una pieza <strong>de</strong> tanto valor como el asistente. ¡Nada hay que esperar!<br />

Pienso: “¡A qué estercolero he venido a parar!” Y mi compañero sigue narrando historias…<br />

Siguen <strong>de</strong>sfilando miserables bo<strong>de</strong>gueros sin honra, pequeños cajeros <strong>de</strong> la tienda central<br />

<strong>de</strong>saparecidos que con su fuga se hacen responsables <strong>de</strong> sumas que sacó en whisky y dinero el<br />

asistente; las partidas sospechosas <strong>de</strong>scontadas <strong>de</strong> los cheques <strong>de</strong> los bo<strong>de</strong>gueros “por concepto<br />

<strong>de</strong> mercancías tomadas en la tienda principal”… Y todos callados, conformes o no, sabiendo<br />

lo que ocurre, pero dispuestos a seguir en sus empleos a cualquier precio.<br />

Así durante años y años, hasta llegar ese estado a ser cosa natural falta <strong>de</strong> todo interés.<br />

Me pregunto: “¿Qué será <strong>de</strong> mí?”. ¡Y otra vez se me encien<strong>de</strong> un loco <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> escapar!<br />

d<br />

La tar<strong>de</strong> se ha hecho fría y nos trasladamos a la bo<strong>de</strong>ga. Sentados en el mostrador,<br />

con los pies colgando, separados por otra botella y dos vasos, hablamos <strong>de</strong>l Central, <strong>de</strong><br />

su po<strong>de</strong>r, <strong>de</strong> su organización…<br />

—Este es un negocio cruel –dice mi compañero–. La compañía lo disfraza bajo el<br />

nombre <strong>de</strong> “tiendas para aten<strong>de</strong>r a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los trabajadores en los campos <strong>de</strong><br />

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