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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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Otros presos más tímidos permanecieron allí temblando y dieron cuenta <strong>de</strong> lo ocurrido,<br />

<strong>de</strong>spués que sofocado el incendio volvieron a sus puestos con aire <strong>de</strong> triunfo el alcai<strong>de</strong><br />

y los guardias, quienes se llenaron <strong>de</strong> estupor al encontrarse con las prisiones forzadas<br />

y todo el establecimiento en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. El teniente Gobernador y los regidores recibieron<br />

aviso inmediatamente; y una estruendosa alarma, cundiendo al punto <strong>de</strong> casa en casa,<br />

mantuvo en vela por todo el resto <strong>de</strong> la noche a los asombrados habitantes <strong>de</strong> San juan<br />

<strong>de</strong> la Maguana.<br />

XLII. Libertad<br />

MANUEL DE j. GALVÁN | ENRIQUILLO<br />

Las majestuosas montañas <strong>de</strong>l bahoruco se presentaron a las ávidas miradas <strong>de</strong> los<br />

infelices que iban a buscar en ellas su refugio, al caer la tar<strong>de</strong> que siguió a su nocturna emigración<br />

<strong>de</strong> la Maguana. Viendo en lontananza aquella ondulante aglomeración <strong>de</strong> líneas<br />

curvas que en diversas gradaciones limitaban el horizonte al oeste, <strong>de</strong>stacándose sobre el puro<br />

azul <strong>de</strong>l éter. Vasa, uno <strong>de</strong> los caciques indios <strong>de</strong> la escolta, <strong>de</strong>tuvo su caballo, señaló con la<br />

diestra extendida la alta sierra, y pronunció con recogimiento estas solemnes palabras: ¡Allí<br />

está la libertad! Los <strong>de</strong>más indios oyeron esta expresiva exclamación conmovidos, algunos<br />

la repitieron maquinalmente, contemplando las alturas con lágrimas <strong>de</strong> alegría. Entonces<br />

Enriquillo les habló en estos términos:<br />

—¡Sí, amigos míos; allí está la libertad, allí la existencia <strong>de</strong>l hombre, tan distinta <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>l siervo! Allí el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r esforzadamente esa existencia y esa libertad; dones que<br />

hemos <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cer siempre al Señor Dios Omnipotente, como buenos cristianos.<br />

Esa corta alocución <strong>de</strong>l cacique fue escuchada con religioso respeto por todos. El instinto<br />

natural y social obraba en los ánimos, haciéndoles compren<strong>de</strong>r que su más perentoria necesidad<br />

era obe<strong>de</strong>cer a un caudillo; que ese caudillo <strong>de</strong>bía ser Enrique Guarocuya, por <strong>de</strong>recho <strong>de</strong><br />

nacimiento y por los títulos <strong>de</strong> una superioridad moral e intelectual que no podían <strong>de</strong>sconocerse.<br />

Vasa y los <strong>de</strong>más caciques <strong>de</strong> la escolta eran precisamente los más idóneos, por su valor<br />

e inteligencia, para apropiarse la jefatura y la representación <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más indios. Enriquillo<br />

fue aclamado allí mismo por ellos como caudillo soberano, sin otra formalidad o ceremonia<br />

previa que el juramento <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cerle en todo, según lo propuso el viejo Antrabagures.<br />

Casi al anochecer comenzaron a subir por un escabroso <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro, que se abría paso<br />

por entre <strong>de</strong>rriscos perpendiculares y oscuros abismos. En aquella hora el sitio era lúgubre<br />

y horroroso. Mencía sintió crisparse sus cabellos por efecto <strong>de</strong>l pánico que helaba su sangre,<br />

al oír resbalar por la pendiente sombría las piedras que se <strong>de</strong>sprendían al paso <strong>de</strong> los<br />

conductores <strong>de</strong> su litera; pero Enriquillo, que se había <strong>de</strong>smontado <strong>de</strong>l caballo confiándolo<br />

a un joven servidor, seguía a pie a corta distancia <strong>de</strong> su esposa, que al verle llegarse a ella<br />

ágil y con planta segura en los pasos más difíciles, recobraba la serenidad, y acabó por familiarizarse<br />

con el peligro.<br />

Pararon al fin en una angosta sabaneta, don<strong>de</strong> había dos o tres chozas <strong>de</strong> monteros; y<br />

allí se dispuso lo necesario para pasar la noche. Hízose lumbre, se a<strong>de</strong>rezaron camas para<br />

Mencía y Anica, con las mantas <strong>de</strong> lana y algodón <strong>de</strong> que llevaban buena copia, y los <strong>de</strong>más<br />

se instalaron como mejor pudieron, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar <strong>de</strong> lo que llevaban a prevención.<br />

Hicieron todos <strong>de</strong>votamente sus oraciones, y se entregaron al <strong>de</strong>scanso.<br />

Al amanecer, la caravana siguió viaje al interior <strong>de</strong> las montañas. Antes <strong>de</strong>l mediodía llegó<br />

a las orillas <strong>de</strong> un riachuelo, que serpenteaba entre enormes piedras: lo va<strong>de</strong>aron, subieron<br />

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